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Comenzaré diciendo que la danza del apareamiento es ese mágico momento que inicia cuando te gusta una persona y culmina cuando tu o su vida termina a su lado.

No sé si esto será largo o breve. Ni siquiera sé aún si tengo la intención de publicarlo; pero lo que sí tengo claro es que necesito escribirlo.

Hace ya algunos años que he tenido que dar clases de desarrollo humano en la universidad. "Psicología evolutiva y diferencial" es el nombre exacto de la asignatura; al principio me bastaba con seguir el programa porque es lo que exige la materia, pero con el paso del tiempo me percataba de que las nuevas generaciones venían cada vez más "desconectadas".

Todavía no soy una anciana y al verlos me empecé a sentir como una. Me preguntaba si había nacido demasiado pronto para todo este boom tecnológico o demasiado tarde en el mundo en donde una conversación cara a cara a la sombra de un árbol podía ser considerado una experiencia bonita.

Así fue que comencé a pensar en "la danza del apareamiento" y a hablarle a mis alumnos en estos términos. En un primer momento me sonaba como un chiste, pero si lo pensaba detenidamente de eso se trataba la vida. Todo empieza con la danza; la vida es un baile y cuando entiendes eso, también entiendes la importancia de saber escoger a tu pareja de baile.

Por alguna extraña razón, los seres humanos hemos comprado convencidos los estereotipos que los medios de comunicación nos han vendido como el ideal de lo que son las relaciones humanas: amistad, compañerismo, noviazgo, matrimonio, etc.

Así aprendimos que un amigo es ese que siempre te da por tu lado y con el que pasas gratos momentos en fiestas y borracheras. Que habíamos venido a la tierra a competir los unos con los otros en la búsqueda del éxito basando éste, por supuesto; en la acumulación de bienes materiales y la exhibición de nuestra riqueza en forma de moda, propiedades, joyas y dinero. Que el amor debe ser doloroso y sufrido, y hasta que no has sufrido lo suficiente entonces no puedes llamarlo amor; que no hay tal cosa como la amistad entre un hombre y una mujer porque en algún momento alguno de los dos siempre va a desear tener "algo más". Que todas las parejas tienen que enfrentarse a los celos alguna vez en la vida porque no hay tal cosa como la confianza ciega basada en el compromiso y el amor; que los hombres tienen que ser esta criatura extraña y primitiva que sigue marcando su territorio con ataques de ira y su mejor medio de expresión sentimental es la violencia verbal, física y/o psicológica.

Incluso he podido leer bastante literatura dedicada a los hombres en donde se les retrata como seres primitivos y siempre misóginos que buscan sobajar a la mujer por su increíble complejo de inferioridad que solo puede verse disminuido al exhibir su fuerza física sobre el mal llamado "sexo débil". Y luego nos preguntamos por qué estamos tan mal los unos con los otros, ¿es que nunca vamos a poner un equilibrio?

Y así, yo crecí en una casa en donde todo esto eran pavadas. Jamás vi a mi madre celar a mi padre porque simplemente estaba convencida de que él sería muy pendejo de fijarse en otra mujer porque sabía perfectamente lo que tenía en casa, y puedo estar convencida de que si hubiese sido el caso no habría habido ningún drama porque mi mamá siempre estuvo consciente de que podía salir adelante por sí misma; yo jamás vi a mi padre desear a otra mujer porque siempre estuvo infinitamente enamorado de mi madre hasta su último día; así que ellos demostraban que sí se puede ser un hombre fiel y no es necesario convertirse en una feminazi para ganar el respeto de tu pareja.

Tampoco vi a mi padre comportarse como un mono cuando las cosas no le salían como él quería o cuando mi madre no le daba por su lado, si bien lo vi necear muchas veces, jamás lo vi levantarle la mano a mi madre ni le escuché decir malas palabras dirigidas hacia ella.

No estoy pintando a mi padre como un santo porque soy muy consciente de que tenía muchos defectos, crecí en una casa en donde mi padre resultó ser en muchas ocasiones la parte necesitada de ayuda y guía; y en donde mi madre siempre representó esa imagen de fortaleza en donde podíamos apoyarnos todos, es tan fuerte que puede resultar intimidante.

Mi padre no fue precisamente el mejor administrador de dinero y nos puso en aprietos económicos en muchas ocasiones. No puedo negar que hubo muchas veces en las que mi hermana y yo pensábamos que habría sido mucho más sencillo si simplemente ellos se divorciaban. Pero ahora que lo veo en retrospectiva me doy cuenta de que mis padres pertenecieron a una generación diferente; a esa generación que entendía que las cosas no siempre son bonitas y fáciles; y que una vez que has decidido transitar por un camino, es de sabios poner un esfuerzo para saber a dónde lleva. Y no estoy diciendo con esto que uno deba de aguantar una relación tóxica simplemente porque escogió a una persona, esto no se trata de, como decía mi abuela, "aguantar tu cruz porque tú la escogiste". NO, en definitiva si tu relación está llena de violencia verbal, física, económica y/o psicológica CORRE lo más lejos que puedas porque de hecho tú no tienes una relación, aquí estoy hablando de las "vicisitudes" normales de una relación (no golpes, insultos y vejaciones).

De cualquier forma, en casa siempre hubo forma de solucionar los problemas. Y supongo que a lo largo de este escrito recurriré en muchas ocasiones a hablar sobre la danza de mis padres; primero porque es la danza que tengo más cercana y de la que tengo más ejemplos y recuerdos; y segundo porque cuando murió mi padre me di cuenta de que con todos sus defectos y después de todo lo que habíamos vivido juntos, ellos dos hicieron una hermosa pareja de baile. Es gracias a ellos que entendí que no hay tal cosa como "el hombre perfecto" o "la mujer perfecta" pero sí la persona cuyas imperfecciones son justo lo que necesitas en tu vida y son "perfectas" para ti. Los dos tuvieron una larga y muy bella "danza del apareamiento" y la muestra de ello es la hermosa familia que somos hoy en día.


La danza del apareamientoWhere stories live. Discover now