La desertora

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Jelly.

Ese era el único nombre por el cual la habían conocido durante los últimos diez años, lo obtuvo luego de que la mafia asesinara a sus padres, seres honestos que no cedieron ante las presiones y decidieron evadir la supuesta protección que ellos ofrecían.

Tenía doce años en aquel entonces, y hasta ese horrible día en que cambió todo llevó una vida tranquila y feliz, modesta pero libre de carencias. Los matones no pudieron obtener muchos objetos de valor en su humilde hogar, por lo cual decidieron mantenerla con vida y llevarla ante su jefe como un regalo, el hombre siempre recibía niñas con agrado, las criaba y entrenaba para que siguieran sus órdenes a rajatabla y, en caso de rehusarse o de fallarle, las ofrecía a sus hombres para que hicieran con ellas lo que quisieran.

Jeon So Yeon murió junto a sus padres. Desde el momento en que la arrojaron a los pies de su nuevo dueño se convirtió en una sobreviviente.

A lo largo de los años Jelly se convirtió en un temido apelativo sin rostro a nivel mundial, una luchadora letal y habilidosa para darse a la fuga, haciendo inútil el trabajo de la policía y hasta de los organismos de captura internacional. Su nombre, que se escuchaba adorable, parecía una burla a su forma de actuar, a todas las fechorías y crímenes que realizó por gusto y capricho de su dueño.

Se convirtió en la mejor, le arrebató el puesto de favorita a su predecesora y también esperó.

Vivió.

Fue paciente, fue leal, fue inteligente.

Ellos jamás hubiesen esperado que utilizara todo cuanto le habían enseñado para escapar, ni mucho menos que llevaría consigo gran parte de la última recaudación.

Algo le decía que ese no era el tipo de historia que las muchachas a su alrededor querrían escuchar...

Miyeon, la primera joven que contempló al llegar al hotel, resultó ser una  diseñadora de modas en crecimiento, con grandes aspiraciones en el mundo mediático. Había iniciado su carrera como modelo y actriz, aunque desde el principio supo cuál era su objetivo. Ella tenía una especie de presentación dentro de dos meses en donde miles de sastres enseñarían su colección original, los favoritos ganarían la oportunidad de trabajar en grandes casas de moda e incluso podrían ser financiados para crear su propia marca.

Para estar segura de no distraerse y también para ganar algo de inspiración, Miyeon había decidido recluirse un tiempo en ese hotel cercano al pueblo en donde había nacido su madre, lejos del mundo lleno de elegancia y glamour.

Minnie, la muchacha de cabello rosado, era una adepta a la ideología hippie que pasó el final de su adolescencia viajando por su cuenta hasta hallar un lugar en el que pudiese meditar y conectarse con la naturaleza. Había ido en contra de los deseos de sus padres, quienes esperaban que se transformara en una abogada o que ocupara cualquier tipo de cargo público como el resto de su familia, más ella había sentido otro tipo de llamado por lo cual tomó todo el dinero que tenía ahorrado y lo invirtió en una casa rodante. A menudo trabajaba en la limpieza del hotel a cambio de comida y la permisión de tener su hogar móvil varado en su terreno, rechazaba cualquier tipo de paga económica.

Shuhua también hacía sus labores en el recinto, ella era la encargada de atender la cafetería todos los días sin falta, aunque no podía decir que tuviera demasiados clientes y que la paga fuese muy grande. Ella soñaba con mudarse a una ciudad más extensa, trabajar para poder reunir dinero y viajar por el mundo hasta que se le acabaran los días de vida, sin embargo sus padres no apoyaban esa idea y tampoco aprobaban el hecho de que buscara un empleo. Por ello aceptó ese puesto en el hotel y no se avocó a conseguir algo dentro del pueblo, temía que sus padres le impidieran conseguir sus limitados dólares.

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