Capítulo IV

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—Tome asiento Miss Clarke, los niños bajarán a desayunar en un momento

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—Tome asiento Miss Clarke, los niños bajarán a desayunar en un momento. Es usted más joven de lo que pensé.

Aquella declaración, que la aludida calificó como "demasiado franca y directa", provenía del mismísimo Mr. Bradley, un caballero que a primera vista le pareció petulante y atractivo por partes iguales.

Tenía esos aires altivos que caracterizan a los Señores de clase alta y que suelen ir acompañados de un porte esbelto, una expresión adusta y un traje elegante. La mera forma en la que sostenía la porcelana, con el pulgar en alto, mientras miraba el entorno— y a ella—por encima, sin verla realmente, eran características que comenzaban a alterar su lado más sensible. Pero, por supuesto, Miss Clarke mantuvo la compostura, como toda la dama educada que también era, y tomó lugar en la ancha mesa de roble, como él había indicado.

—Acabo de cumplir veintidós años. ¿Mi edad suscita para usted algún problema Mr. Bradley?—se animó a preguntar.

—En absoluto. Conoció usted a Mr. Long y se mantuvo cuerda después de un prolongado viaje en su compañía, eso habla bien de su carácter... y fuerza de voluntad— indicó.

De nuevo, una observación directa, incluso algo "atrevida", pensó Miss Clarke. No obstante, pese a la evidente (y acertada) crítica dirigida a Mr. Long, también había elogiado su carácter. Aquello último fomentó cierta simpatía de su parte.

Aunque debió admitir que eso de "mantenerse cuerda" estaba en tela de juicio. Era un hecho que Mr. Bradley no estaba al tanto de los acontecimientos de la mañana.

››Hábleme de su experiencia anterior como governess —continúo él.

—¿Mi experiencia anterior? —Miss Clarke cayó en la cuenta de que estaba en una nueva entrevista, pero ahora sería evaluada por el Señor de la casa.

Al parecer el padecimiento que le causaba ese tipo de interrogatorios no acabaría nunca. ¡Y pensar que había creído, en su ignorancia, que después de la reunión con Mr. Long su puesto como institutriz estaba asegurado! ¿Qué haría si Mr. Bradley no la aprobaba? No podía regresar a su casa con una noticia semejante, no después de la muerte de su padre y las desgracias económicas que esta había acarreado. Sabía que sus opciones eran escasas, si fracasaba para el puesto, debería enfocarse en buscarse un esposo y esa idea no le entusiasmaba en lo más mínimo.

De pronto, comenzó a hiperventilar.

—Sí, me refiero a sus referencias. ¿Dónde trabajó? ¿Con quién? Deseo oír su experiencia de sus propios labios—explicó, con un tono que a la joven le pareció apremiante ¡y con razón! Se había tardando mucho en responder.

—No tengo experiencia como tal Mr. Pero solía dar clases como maestra dominical de la Iglesia—dijo sincera.

—¿Y cree usted estar capacitada para este puesto? —cuestionó serio.

Por primera vez, Miss Clarke sintió todo el peso de la mirada azul del contrario recaer sobre ella y deseo perderse con el resto del ambiente como antes. Pero, debía mantenerse impasible aunque aquellos iris fueran intensos e intimidantes.

—Lo creo. Mr. Long ha evaluado mi nivel de instrucción en las distintas áreas del conocimiento, además hablo francés e italiano con fluidez, aparte del inglés claro, sé tocar el piano y, por supuesto, bajo mi tutela los niños recibirían una cuidadosa instrucción en valores morales cristianos... —soltó, con demasiada prisa.

—Me doy cuenta de los atributos que ha tenido en cuenta Mr. Long —la cortó—. Sin embargo, debe saber que si desea trabajar en "Whispers House" deberá hacer hincapié en una educación laica. El dogma es importante, pero en estos momentos no considero conveniente hablarle a los niños de la misericordia o la piedad de Cristo cuando acaban de perder a su madre. La pregunta entonces sería, ¿cree que podrá dejar de lado las cuestiones religiosas y enfocarse más en una instrucción de tipo secular?

—Por supuesto Mr. Bradley, también sé reconocer la importancia de la Historia y las Matemáticas como parte de una formación esencial. Me enfocaré en estas áreas—determinó, con firmeza. Y aquel inusual pedido suscitó un gran alivio para ella.

—En ese caso, dígame qué opina respecto a los honorarios que le presentó Mr. Long. ¿Le parecen justos al cargo a desempeñar?

El impulso automatizado de Miss Clarke fue responder que "sí". Pero, después recordó que una de las virtudes de una buena institutriz era la de ser franca y, tal como lo había demostrado hasta el momento, la honestidad también formaba parte de las cualidades de Mr. Bradley. Por lo tanto, y a riesgo de que la transparencia de su respuesta signara su destino de forma trágica, dijo:

—Creo que el salario está un poco por debajo de la media, considerando el trabajo que la enseñanza de dos niños conlleva, sin embargo, soy consciente de mi condición Mr. Bradley y de cómo que esta limita mis opciones. También lo soy de la suya. Sé que su familia está impedida de ofrecer un monto superior, y no me cabe duda de que en un contexto más fructífero, la cifra sería otra— concluyó.

Un silencio incomodo se propagó en la atmósfera del gran comedor por unos instantes.

—Es usted valiente al decir eso Miss. Demasiada honestidad a veces es considerada un acto de mala educación. Sin embargo, no estamos en el siglo pasado y, como habrá notado, valoro la franqueza ante todo. Sea bienvenida a "Whispers House", Miss Clarke— anunció su entrevistador, y por vez primera, la joven pudo notar un rasgo de inflexión en su "parco" semblante. Sus labios se habían relajado al punto de formar una débil (pero existente) sonrisa.

La de ella, en cambio, era notoria. Tanto, que su madre la hubiera regañado por su exagerada expresividad.

—Muchas gracias Mr. Le prometo que haré de sus hijos, Aurore y Robinson, durante el tiempo que me competa su educación, personas de bien.

—Le agradezco Miss. No obstante, me temo que hay aquí una equivocación— dijo, y de nuevo, sus facciones adquirían un tono formal—. Los niños no son mis hijos, son mis sobrinos. Me ha confundido usted con mi hermano mayor, Andrew. Soy Dominick.

La muchacha se maldijo por su torpeza.

—Mis disculpas Mr... Creí que... Resulta más que obvio ahora que lo pienso, es usted demasiado joven para...

—¿Para ser padre? —indagó, frunciendo el entrecejo.

"Viudo" Pensó la joven, pero esta vez se abstuvo de soltar declaraciones imprudentes.

›› Acaso ¿la edad suscita para usted algún problema? —interrogó. 

A Miss Clarke le pareció reconocer una nota de picardía en su voz, pero no pudo estar segura. 

 

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