Capítulo XI

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—¿Dónde aprendió a montar de esa manera? —interrogó Mr

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—¿Dónde aprendió a montar de esa manera? —interrogó Mr. Dominick a Miss Clarke.

La joven sonrió con suficiencia, ante el asombro manifestado por su acompañante.

—En la casa de campo de la familia teníamos caballos —explicó, acariciando el lomo azabache de Storm—. No tan finos como estos, pero sí eran buenos equinos. Mi padre los amaba y fue él quien me enseñó a montarlos... De hecho, me enseñó todo lo que sé sobre caballos.

—¿Aún los conservan?

—Por desgracia, desde la muerte de mi padre, no pudimos mantener ni siquiera la casa campestre —dijo, en tono apagado.

Era evidente que el tema afectaba el ánimo de la joven, y con justa razón. Mr. Bradley sabía lo que era perder parte del legado familiar. A duras penas él y su hermano podían mantener esa propiedad y unos pocos purasangre que le otorgaban algo de alegría a sus días grises en la mansión.

››¿Preferiría verme montar de lado? —inquirió ella, ante el prolongado silencio del contrario.

Quizá su Señor se había escandalizado por su forma de andar a caballo, con una pierna a cada lado de la montura, pose inusual para la mayoría de las damas de la época.

—Claro que no. Se habrá dado cuenta de que la prenda que le proporcioné no es exactamente un vestido de Amazona —señaló.

Lo cierto era que aquellos bombachos estaban lejos de asemejarse a la ropa de equitación femenina tradicional. Incluso Miss Clarke se quedó pasmada ante esa indumentaria tan progresista.

—Tiene razón. Un diseño muy original y muy cómodo, cabe añadir —declaró con una sonrisa.

—Mi cuñada era toda una visionaria ciertamente —reveló él, con una nota de orgullo en la voz.

Tal vez Miss Clarke debió haberse sorprendido ente la declaración, pero a esas alturas, y después de que varias personas la hubieran confundido con la difunta señora de "Whispers House", casi sentía que las prendas le pertenecían por derecho. En cambio, sintió una punzada de celos frente a aquel halago del cual no era receptora.

Estaban atravesando los jardines delanteros de la propiedad: un vasto predio de césped reverdecido y setos ornamentales de tamaño regular a modo de cerco. La arboleda más próxima se encontraba en el bosque, a varios metros de la mansión, por lo que era un lugar ideal para emprender una carrera. Solo faltaba que alguien hiciera la propuesta.

››Usted se le parece un poco, ¿sabe?

Y ahí estaba, no la ansiada proposición, sino la observación inevitable, la que terminó por aumentar el malestar de Miss Clarke. 

La joven lo observó directamente.

—¿Será por la mirada o por la sonrisa quizá? —interrogó irónica, citando a sus antecesores.

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