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Yukhei era el niño consentido de toda la manada, sin excepciones ni complicaciones, aunque aquello no se mostraba en público tan seguido. ¿Por qué? Porque a Yukhei no le gustaba que lo trataran como el omega que era frente a los demás.

No lo malinterpreten, no era que no le gustara ser mimado por sus mayores y menores, simplemente no le gustaba llamar la atención en público porque sabía que vendrían cosas que ni él ni sus compañeros querían enfrentar.

La sociedad aún mantenía los estereotipos y conceptos sobre cómo debían ser, verse, vestirse y actuar los omegas, aunque en un menor nivel que años atrás. Los omegas debían ser delicados, con una estatura menor al del rango mayor y con una actitud tranquila y angelical, casi inocente.

Yukhei no cumplía con esos requisitos, y jamás lo haría.

Cualquiera que lo viera por la calle tendría el concepto de que él era un alfa, sin siquiera dudarlo o emplearse a conocerlo para comprobar aquello y darse cuenta de que estaban equivocados.

Aunque a veces sintiera envidia de ver cómo los omegas de la manada Dream, Lee Jeno y Na Jaemin, eran constantemente mimados y admirados, tanto por sus compañeros como por los demás, sin ningún prejuicio por delante porque su estatura, su apariencia o su actitud lograba encajar con su jerarquía.

Con Yukhei no era así. Yukhei era alto, tenía voz grave y una actitud pesada y bromista, añadiendo una musculatura definida en un punto normal, incluso sus facciones lo hacían ver increíblemente masculino y sus cejas pobladas junto con su tono de piel levemente acaramelado le daban esa apariencia tan buscada y deseada por omegas, betas e incluso alfas privados por no cumplir con los estereotipos generales.

Grande era la sorpresa que se llevaban cuando se enteraban que Yukhei no era más que un omega, un precioso e inigualable omega ante los ojos de sus compañeros.

—¿Quieres que te prepare algo para comer, cachorro?

La voz de Ten inundó sus oídos, sacándolo de sus pensamientos para poder buscar su mirada y perderse en el brillo de sus ojos. Yukhei sonrió con emoción ante el hecho de saber que estaba pronto a comer, así que asintió ante la pregunta pasada.

—Me gusta cuando eres tú el que prepara la comida —admitió y dejó que el otro regresara a la cocina, feliz de ver una sonrisa orgullosa en su rostro.

—¿Y yo? ¿No te gusta cuando soy yo el que cocina? Me siento gravemente ofendido —una mueca se apoderó del rostro de Yangyang, tomando asiento a un lado del más alto.

Yukhei rodó los ojos soltando una risita, dejando que el beta se acurrucara entre sus brazos mientras ambos se disponían de ver el televisor.

I don't know man, ¿quizás porque ni siquiera sabes calentar el agua y quieres que te escoja como el que mejor cocina? —dejó que Yangyang se uniera en risas, llenando la sala con las carcajadas de ambos justo después de que aquello se convirtiera en una guerra de cosquillas.

Mientras Yukhei se retorcía sobre el sofá principal, Yangyang se encargaba de atacarlo con la punta de sus dedos sobre la zona de sus costillas y el inicio de su cuello, causando las tan conocidas, contagiosas y estruendosas carcajadas por parte del omega.

—¡Ya! ¡Me voy a hacer pipí! —gritó como pudo porque el aire parecía escaparse de sus pulmones por medio de risas cada vez que siquiera lo conseguía.

Pero las risas pararon en el momento en el que Yukhei cayó del sillón y el golpe en su cabeza retumbó por toda la habitación, causando silencio entre ambos individuos, con un Yangyang sabiendo lo que estaba por pasar.

Los ojitos de Yukhei comenzaron a llenarse de lágrimas mientras que sus labios se abultaban más que de costumbre, prendiendo todas las alertas en el cuerpo del menor.

—Xuxi, cachorrito, no llores —murmuró en voz baja, temiendo porque alguno de sus mayores lo escuchara—. No llores, no llores por favor, te compro lo que quieras pero no llores.

Yangyang acunó el cuerpo del omega entre sus brazos una vez que tomó asiento en el suelo junto a él, manteniendo un brazo en su espalda para mayor soporte mientras que limpiaba las lágrimas que se escapaban de los expresivos ojos del más grande.

—¿Estás bien? ¿Te dolió mucho? —la preocupación estaba presente tanto en su tono de voz como en su rostro—, no era mi intención bebé, lo siento.

Yukhei asintió, sorbiendo su nariz, mientras intentaba acurrucarse más entre los brazos del menor. estaba sensible y ahora solamente quería ser mimado, cuidado y admirado por su compañero hasta que esa sensibilidad se fuera en su mayoría.


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No supo en qué momento se había quedado dormido, lo que sí sabía era que, volviendo a tener conocimiento de su entorno a medida que despertaba, ahora se encontraba sobre el cuerpo sereno de Kun.

Sus movimientos fueron bruscos al despertarse y cobrar sentido de la situación, quitándose de encima suyo de manera rápida, asustando al mayor.

—¿Qué pasa? —preguntó con calma aunque la preocupación se reflejara en su rostro.

Yukhei apartó la mirada, sentía vergüenza en estos momentos y Kun lo notó de manera instantánea, haciéndolo bufar antes de volver a atraer el cuerpo del omega al suyo, dejándolos en la posición inicial.

—Kun, no. Soy muy grande —susurró sintiendo sus orejas arder con vergüenza—, puedo romperte una costilla o algo así.

—Eso no va a suceder, príncipe, así que quita esas ideas tontas de tu cabecita para que no sigan atormentando más a tu mente hiperactiva —enredó su mano entre los cabellos revoltosos de su menor con la finalidad de entregar caricias.

El omega suspiró, relajándose al instante en el que el alfa debajo suyo liberó una dosis de feromonas con el objetivo de tranquilizarlo, lográndolo al instante hasta casi el punto de hacerlo ronronear.

Yukhei era inseguro, bastante inseguro, aunque casi nunca se mostrara de esa manera en público. Desde pequeño supo que su jerarquía no sería un problema para él en ningún punto de su vida, porque sabía que estaba mal avergonzarse de ser un omega, un beta o un alfa. Sus inseguridades surgieron cuando las demás personas comenzaron a tratarlo como un alfa, incluso un beta, por su apariencia o actitud; le enseñaron que los omegas debían ser de baja estatura, con una piel suave y pálida como de porcelana, que debían actuar sumisos, tranquilos y que debían ser obedientes para no arruinar su imagen. Yukhei era todo lo contrario a eso y, una vez que los demás se dieron cuenta de ello, comenzaron a tomarlo como un blanco fácil para el acoso; tomaban desde su estatura hasta sus facciones para hacerlo sentir mal, repitiendo una y otra vez que ningún alfa, siquiera beta, querría tener un omega como él. Así fue que pasó sus estudios medios hasta que en el último año conoció a cuatro de sus compañeros de la actualidad.

—Xuxi, bebé, ¿en qué tanto piensas? —parpadeó al escuchar el llamado del alfa y dejó que su rostro saliera del escondite que había creado con el cuello de Kun—. Ten nos llamó para que vayamos a comer, ¿quieres bajar?

El asentimiento por parte de Yukhei fue todo lo que Kun necesitó como una respuesta por parte de su menor, ayudándolo a ponerse el calcetín perdido durante su pequeña siesta para que ambos pudieran bajar con los demás.

—No necesitas ser como los demás omegas, cachorro. Eres perfecto y completamente hermoso siendo quien eres y no necesitas cambiar aquello, ni hoy ni mañana, ¿entendido?

El corazón del único omega, tanto de la habitación como del hogar, dio un vuelco al recibir ese sentimiento de calidez y protección en las palabras de su mayor. Yukhei sonrió, dejando atrás cualquier inseguridad al momento de tomar la mano de su alfa, y llevó a ambos al comedor principal donde los demás los esperaban para poder dar inicio a su comida.


wayv's puppy ; yukhei haremWhere stories live. Discover now