La leyenda de Daye y Nosy

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En este mundo siempre van a existir sucesos inexplicables; acontecimientos que ningún científico podrá descifrar ni por mucho que lo intente, como la historia de amor de Daye y Nosy. Una historia que pudiera convertirse en la leyenda de dos personas totalmente desconocidas que encontraron el sentimiento más puro en el lugar más inesperado; dos personas que prefirieron guardar el secreto de cómo se hallaron hasta llegar a la tumba porque algunos los tildaron de locos. A muy pocos nos lo revelaron y pidieron que no lo supiera nadie más hasta llegar el momento que para ellos era el indicado. Así que ten cuidado y no los juzgues de la misma manera en que lo hicieron otros, porque hoy sabrás debidamente cómo sucedió todo y también te pudiera ocurrir si es que aún no te has topado por el mundo que conocemos con tu alma gemela.

Daye era un chico adolescente, tímido, con un gran corazón, pero sin muchos amigos producto de esa timidez con la que tanto luchaba día a día y Nosy era todo lo contrario: una adolescente sin miedo, capaz de hacer casi cualquier hazaña que se propusiera. Ambos parecían no estar destinados a conocerse y mucho menos a descubrir sentimientos profundos que nacieran por el otro, pero en ocasiones el amor es caprichoso y hace que los que parecieran ''menos compatibles'' se embarquen en una misma aventura.

Un buen día llegó la hora de los sueños; ese tiempo mágico en que algunas almas abandonan el cuerpo en que habitan y vagan por el mundo (este u otro). La mayoría no lo puede recordar después de despertarse, pero unos pocos (muy pocos) logran dejar en su mente el recuerdo (aunque un poco lejano) de todo lo que hicieron mientras iban por otra dimensión.

Estaban rendidos, agotados después de una larga jornada de clases y ambos se quedaron dormidos exactamente a la misma hora: las 10 con 23 minutos y 45 segundos.

Inmediatamente abrieron sus ojos y allí estaban, en aquella pradera con árboles frutales hermosos, de los cuales podían disfrutar una sombra en aquel hermoso atardecer; el más bello que habían visto o verían en sus vidas. Contemplaron el lugar hasta que sus vistas se cruzaron. Se miraron atónitos, pues ninguno podía imaginar que un sueño era capaz de sentirse tan real. Nosy fue la primera en hablar.

—Hola —dijo ella.

—Hola —respondió él.

—¿Tienes idea de dónde estamos?

—No, ¿y tú?

—Tampoco.

—¿Cómo te llamas?

—Nosy —respondió la chica sin obtener ningún comentario de parte del desconocido. —¿No me dirás tu nombre?

—Sí, claro. Me llamo Daye.

—Mucho gusto, Daye.

—Igualmente.

Algunos piensan que para que dos personas puedan amarse necesitan ser muy parecidas y otros entienden que para estar juntos la mejor manera es complementarse gracias a sus diferencias y este era el caso de Daye y Nosy; dos adolescentes que poco tenían en común, pero lograron encontrar el amor, nada más y nada menos que en sus ''sueños''.

Pasaron mucho tiempo juntos, sin embargo, seguía atardeciendo. El sol continuaba embelleciendo con su luz desde el mismo lugar sin haberse movido absolutamente nada.

Tuvieron la oportunidad de correr, de reír, de conocerse y, aunque para muchos parezca imposible, también llegaron a enamorarse porque para el amor no son necesarias semanas, meses o años, para el amor es importante la intensidad con la que se vive el tiempo; da igual si son días, horas o incluso unos pocos minutos, porque hasta ellos pueden llegar a ser capaces de confirmarte que has conocido a la persona indicada.

—¿Qué haremos cuando despertemos? —le preguntó él a ella.

—Seguramente no nos acordaremos de nada de lo que ha pasado y creo que es lo mejor. No puedo quedar enamorado de una ilusión, de alguien que no es real —aseguró tan pesimista como lo era siempre.

—No digas eso. Sí soy real, Daye. Soy tan real como lo eres tú. No tengo ni idea de cómo se ha logrado todo esto, pero de algo puedes estar seguro: no descansaré hasta encontrarte y lo haré; seré capaz de lograrlo —le dijo ella con esa positividad que tanto la caracterizaba.

Él continuaba escéptico a la veracidad de todo lo ocurrido. Ambos eran muy diferentes, pero no incapaces de estar de acuerdo y si en algo lo estaban más que en nada era en que no querían despertar.

—¿Y si nos quedamos aquí para siempre? —le preguntó ella.

—No creo que podamos —afirmó él intentando ser realista, algo que no tenía sentido después de todo lo acontecido.

—¿Es que no quieres? —dijo tristemente agachando la cabeza.

—Sí, Nosy. Si quiero —le respondió tomándola de la mejilla para darle un beso en los labios mientras de ambos salían lágrimas, algo que probablemente no se hubiera atrevido a hacer de no estar en este mágico e indescriptible lugar.

En ese mismo instante despertaron Daye y Nosy, llorando y recordándolo todo. Siendo capaces de sentir tan tangible como sus lágrimas cada sentimiento vivido... o imaginado.

¿Ahora cómo soportarían la intensidad de aquel amor que era imposible?

—Daye, apúrate o llegarás tarde a la escuela —le gritó su madre.

Se alistó sin ningún deseo de vivir ese día. Llegó a la escuela, se sentó en su silla y su profesora tenía un anuncio que dar.

—Hoy nos llega una estudiante desde un lugar bastante lejano, así que quiero que sea bien acogida por todo el grupo. Tiene un nombre bastante particular. ¿Me lo puedes repetir y así toda el aula conoce cuál es?

—Me llamo Nosy.

Y entonces nuestras miradas se volvieron a cruzar, una vez más: atónitos.

El amor no tiene límites y es capaz de traspasar cualquier barrera lógica para estrechar distancias y disminuir caminos entre dos personas que están destinadas a estar juntas. Así que un día de estos puede que te duermas exactamente a la misma hora que tu alma gemela y se conozcan en esa otra dimensión en la que las almas vagan y algunos ingenuos llaman sueños. Puede que seas tú, que estás leyendo esto, el próximo en ser testigo de la verdadera leyenda de Daye y Nosy.

Pequeñas historias del corazónWhere stories live. Discover now