11:11

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Pocos conocen la verdad que se oculta detrás de viejas creencias, así como pocos son los que saben sobre la realidad que les contaré. Hoy descubrirás algo muy importante y depende de ti el uso que le des, así que debes tener mucho cuidado.

Para conocer la historia nos debemos trasladar en el tiempo, mucho antes de que nuestros abuelos nacieran, para llegar a la época de Nino: un chico cansado de vivir; agotado de la monotonía, el infortunio y la falta de éxito en el amor.

Se encontraba en su casa durante aquella noche en que las estrellas adornaban el cielo y la luna seducía. Se mecía casi dormido sobre un viejo sillón cuando habían pasado once minutos desde que el reloj diera once campanadas. En ese mismo instante deseó:

—Quiero encontrar el amor verdadero, si es que existe, ¡claro!

Nino tenía esperanzas casi nulas de que ocurriera, pero ese pensamiento se había exteriorizado en voz alta como un suspiro cuando emana.

Se levantó y caminó rendido hacia su habitación para acostarse. Llegó a la puerta, tomó la cerradura, la giró hacia la derecha y entró como si nada inusual ocurriera.

Conocía tan bien el camino hacia la cama que no necesitaba llevar sus ojos bien abiertos, así que continuó y se lanzó para acostarse.

Lo que Nino no había percatado era que en frente no había cama, ni por ninguna parte. Debajo se encontraba pasto húmedo y alrededor yacía un mundo desconocido (al menos por él); uno en el que los árboles tenían flores como luciérnagas y las hojas, en lugar de caer, iban al cielo y el agua cristalina de un cercano río emitía una luz desde su interior.

Nino se levantó y pudo observar que no había sol, sin embargo, había luz. No existía ni la más mínima corriente de aire, pero era capaz de respirar.

Se percató también de una gran roca parada frente a él. Era inmensa y mayor, mucho mayor a su estatura. En letras doradas como el oro se encontraba una frase sobre la piedra que decía: amor vincit omnia, que se puede traducir del latín como: el amor todo lo puede.

Aquel chico permanecía incrédulo a lo que sus ojos veían. Luego, en medio de tanta duda y desconcierto, vio a lo lejos a una chica que caminaba como quien no sabe a dónde ir.

—¡Eh, oye, espera! —le gritó.

Corrió y corrió hasta llegar a ella, pero no sudó ni se cansó.

Hicieron sus presentaciones tan formales como correspondía según la época, así como su educación. Entonces descubrió el nombre de la hermosa joven que tenía frente a él: Dasy.

Nino sentía una conexión especial y no lo sabía, pero Dasy también podía sentirla.

Él apreciaba como su corazón latía con tanta prisa y llegó a pensar que en algún momento estallaría. Le pidió a la chica su mano para ponerla sobre su pecho y sentir los latidos. Al hacerlo, ella lo miró sorprendida. Fue entonces cuando le pidió a él que hiciera lo mismo.

Allí se encontraban, parados uno frente al otro con las manos estiradas y sintiendo el agitado ritmo de sus corazones cuando notaron algo: ¡ambos latían al mismo tiempo!

Las señales estaban claras, pero para el ser humano se vuelve tan complicado verlas y todo por aferrarnos a miedos; temores que nos paralizan y nos impiden con toda su fuerza dejar salir lo que sentimos por no querer fracasar, por no querer salir heridos, por no ser correspondidos y por no destrozarnos una vez más.

Así estaba Nino, con el corazón envuelto en una coraza que se había creado con el paso del tiempo debido al dolor, al rechazo, a los insultos, las mentiras, las traiciones y una larga lista que parecía casi interminable.

Pero el lugar donde se hallaban era mágico y ese latir tan fuerte y con tanta velocidad no haría estallar su corazón, pero sí ese caparazón que ostentaba ser indestructible, aunque para ello, debía pagar un precio.

—¿Sabes? Me cuesta demasiado abrirme a las personas. Lo que pasa es que uno nunca sabe cuál es la correcta —confesó él.

—Te entiendo, pero es imposible saberlo. La gente está muy acostumbrada a decir que en el amor a veces se gana y a veces se pierde, pero yo pienso que con cada amor existen las oportunidades para ganar y perder —le dijo ella.

—Desafortunadamente en nuestro mundo existe demasiada gente con intenciones de herir, de tratar mal.

—Debes permitir que se acerquen o no podrás descubrir nunca quién merece la pena. Aunque, cuando lo sepas, debes estar convencido de que quien no te trate bien no merece tenerte cerca.

Entonces Nino supo que debía volver a abrirse; tenía volver a sentir con toda la intensidad que sus emociones deseaban fluir y ese era el gran precio; saber que podía quedar devastado en el intento porque, de todas formas, vivir sin sentir no era vivir.

La coraza se quebró y se hizo añicos porque el precio se había pagado, porque para que un amor sea único se deben despojar el terror a quedar en cenizas, pues incluso siendo cenizas seremos capaces de resurgir sabiendo que amar vale la pena, incluso ante el fracaso.

Después de tenerlo tan claro, apareció una puerta frente a ellos y, tomados de la mano, la atravesaron.

Regresaron al otro mundo, al de ellos; ese al que la gente llama ''real'' sólo porque no conocen otros y exactamente a la misma hora en que se habían ido de él.

Y fue así como Nino y Dasy se conocieron. Dos amores destinados a permanecer juntos hasta el fin de sus días gracias a un deseo esparcido ''a la nada'' en la hora indicada.

Ya conoces el secreto, la pregunta es: ¿cómo lo utilizarás?

Quizás seas el siguiente en viajar a ese otro mundo luego de, por lo menos, susurrar un anhelo a las 11:11 y llegar a ese lugar donde se puede ver de una manera más clara que el amor todo lo puede y que para él no existe ningún tipo de barrera.

Pequeñas historias del corazónWhere stories live. Discover now