Día 5.

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El amanecer irrumpió en la ventana, soltando abrasadores y cálidos rayos de sol que alegraban el inicio de un nuevo día. Tras pasar una larga semana de clases aburridas, por fin los estudiantes podían reposar momentáneamente de sus labores de secundaria y preparatoria. Mientras que algunos salían de fiesta y se emborrachaban sin tan siquiera tener la edad apropiada para beber alcohol, otros se quedaban en casa con sus familias como niños aplicados. Pero en otros casos, ciertas personas despiertan junto a alguien especial después de una noche de locura, siendo este el caso de la joven que cenó con el que se suponía, era su amor de la infancia.

No sabía si sus padres ya habían llegado. Su leve e incierta jaqueca bloqueaba sus pensamientos, como neblina en una noche oscura. Sin tener demasiado clara la razón, empezó a mover a su chico de forma un tanto brusca para que se despierte.

—Hey, Daniel —farfulló—, despierta.

El hombre con los ojos entreabiertos serpenteó un rato antes de tomar consciencia para escuchar a Sara.

—Hey... —saludó, apenado y con voz débil.

—Buenos días. No puedes estar aquí. No sé si mis padres ya llegaron.

—Creo que ya están aquí. Esta mañana escuché pisadas pequeñas afuera de tu habitación.

Empezaron a mirarse con incertidumbre, pero a la vez, con un sentimiento de ternura por lo que habían hecho la noche anterior. Esta sensación era muy intensa en Daniel, pero en su amada, no lo era tanto; probablemente, Dennis tenía algo que ver en ese asunto. Cuando las memorias entraron por la fuerza en la mente de Daniel, como si se tratara de ladrones violentos intentando robar cosas con valor cuestionable, él preguntó:

—Y bien... ¿Esto quiere decir que tú y yo ahora...?

—Daniel, escúchame. Necesito tu ayuda con un asunto. ¿Podrías?

—Claro, pero, ¿qué clase de cosa es?

—Se trata de un amigo mío que quiero ver, y le prometí que lo visitaría hoy temprano. Vive no muy lejos de aquí, por lo que pensé que podías llevarme hasta allá en el auto... ¿Sí? Por favor. Así tardaría solo la mitad del tiempo.

—No podría decirle que no a esos ojos que tienes. Bien, tú solo dime dónde es. Pero creo que primero deberíamos vestirnos. Literalmente estamos casi desnudos.

Su conversación cerró con un agradable beso. El muchacho miró con curiosidad una de las obras de Sara: se trataba del rostro terminado de su persona.

—Hmm... ¿Vas a explicarme eso?

Con pena, ella lanzó un suspiro y expresó:

—Eres tú; no hay mucha ciencia. Iba a mostrarte eso cuando llegara el momento.

—Supongo que es un buen momento. ¡Me encanta! Es como una réplica exacta de mí —desvió sus ojos al rostro rojo de la joven—. Tienes mucho talento para esto.

—Gracias —aceptó de modo tierno.

Al pasar unos pocos minutos, ambos estaban vestidos y presentables para salir, no sin antes tener que pasar por la sala, en donde muy seguramente estarían su padre y madre esperándola para hablar sobre lo ocurrido entre ellos.

Tal y como lo suponía en su predicción, ahí estaban ellos, mirando con cara un poco amenazante a Daniel. Su padre lo vio directo a los ojos, atravesando su valentía y exponiendo su miedo.

—Buenos días... Señorita y señor —saludó el padre.

—Hola... —contestó Danny con nerviosismo e histeria.

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