2.

46 6 0
                                    

El amplio departamento se siente horriblemente vacío, es tan callado que da escalofríos que no exista otro sonido más que el de sus pensamientos dispersos. Todoroki escucha su celular sonar escandalosamente y ello lo hace sentir menos solitario de su confinamiento autoimpuesto.

— Aló. — Tantea suavecito al número desconocido que, puede tratarse de una operadora que quiere afiliarlo a quien sabe qué.

— Te he pasado mi puta dirección desde el puto medio día, será mejor que vengas ahora mismo antes de que me arrepienta.

La llamada finalizada abruptamente, siquiera ha tenido tiempo de parpadear para pensar en una respuesta y ya no puede contestar. Es prácticamente un milagro que Katsuki haya decidido llamarlo después del violento incidente de la noche anterior y es uno que va aceptar porque debe hacerlo, así que va a ir a esa casa.

El Camaro descansa en el parqueadero del condominio y Shoto resuelve en subirse sin preámbulos y conducir rápido, pero calmado. Nunca había estado tan cerca de saber la verdad.

Después de treinta minutos conduciendo, aparca el auto frente a una bonita casa perteneciente a unos apacibles suburbios. Quién hubiera imaginado que el temible Bakugō no acabaría viviendo en algún callejón de mala calaña, como solía pensar la primera vez que lo conoció.

Se acomoda la corbata, siempre usando un bonito traje porque uno debe verse elegante, o porque es la única ropa que contiene su guardarropa. Presiona el timbre y espera pacientemente a que alguien salga a recibirlo. Comienza a impacientarse cuando ha contado hasta diez y sigue sin ser atendido.

— Hasta que por fin llegas. — Un Bakugō, demacrado, usa un delantal rosado y abre la puerta con una espátula en la mano.

Todoroki piensa que porta la imagen de ama de casa de los cincuenta, exceptuando que no lleva una pañoleta en la cabeza que combine con el mandil, ni una sonrisa brillosa por hacer los quehaceres.

— ¿Vas a pasar o te vas quedar parado como imbécil? — El hombre de negocios reacciona; debe parar de entretenerse con otras cosas que ni al caso.

Asiente, prontamente entra a la casa. La decoración es de buen gusto, justo como esperaría del rubio, así que casi parece la portada de una revista de casas o algo parecido.

— ¿Puedo tomar asiento? — Pueden haberse agarrado a golpes el día anterior, pero va a respetar su hogar.

El dueño del lugar le señala el sofá. Va a sentarse y desde allí puede ver la cocina y al cenizo cocinar un platillo que huele delicioso, una buena comida casera. Unos seis o siete minutos más tarde, Katsuki se sienta frente al chico.

Descansan bajo los ojos del chico unas ojeras bien marcadas por haberse quedado la noche entera pensando, una maquinación para la cual necesito a su cerebro en vela. Había estado en guerra por largas horas y finalmente lo decidió, quería ver esa mugrienta carta, aunque le tuviera rabia al remitente.

— ¿Y bien? — Cuestiono.

Tiene miedo.

Dentro de la ira, en lo más profundo de sus lares, hay miedo. Temor por lo que está escrito, lo que pueda significar porque indudablemente, todo cuenta cuando no se haya nada más. Está asustado porque puede hundirse más, atarse y jamás ser soltado.

—Esa carta, dámela. — Espeta.

El bicolor alza una ceja. Es tan extraño que hace tan sólo una noche le repudio con ahínco y ahora, tan fácil, están teniendo una especie de charla.

— ¿Entonces ahora si la quieres? — De su saco la extrae.

Tiene la carta. Un sobre blanco que lleva de destinatario el nombre de Bakugō, su dirección y la fecha de entrega. Su corazón se detiene un poco.

You've reached the end of published parts.

⏰ Last updated: Mar 22 ⏰

Add this story to your Library to get notified about new parts!

Despertar -dekukatsu-Where stories live. Discover now