Salí al balcón y me encendí un cigarrillo.
Mientras las luces de las farolas se fundían
sobre mi rostro,
otra vez,
me acordé de nosotros.
¿Sabes qué es lo gracioso de todo esto?
Nunca hubo un nosotros.
Sólo eras tú desde mi punto de vista.
Sólo era yo imaginándome junto a ti.
Imaginando todo lo que no fue,
no es, y nunca será.
Cerré los ojos y tú seguías allí.
En mi mente.
En ese maldito lugar del que no tengo control.
Quería huir de allí.
Pero, no puedo.
¿Es posible escapar de uno mismo?
Dejé de intentarlo cuando me di cuenta
de que estaba corriendo en círculos.
Tal vez debería dejar de intentar otras cosas.
Debería dejar de intentar que me quieras.
Debería dejarte ir.
Abrí los ojos y nuevamente los volví a cerrar.
Y tú seguías allí.
Tú...
Tú, con esos ojos cafés que siempre me quitaban el sueño.
Y esa sonrisa contagiosa que siempre me alegraba las mañanas,
tardes, días y noches.
Me alegrabas la vida.
Y también me la arruinabas.
Tú,
eras para mí como el tabaco y el alcohol.
Eras un vicio del que no me quería separar.
Y aunque era consciente de que me estabas matando,
pensar en ti,
a veces,
me hacías sentir vivo.
YOU ARE READING
Historias de vida. #Wattys2015
RandomAquellas personas que arrastran sus pedazos y le prometen a la Luna que harán lo posible para aguantar veinticuatro horas más. Nadie las nota. Pero existen. Y aquí se encuentran sus historias de vida.