05: La Isla Calavera

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La mano del capitán tomaba con fuerza la mía, obligándome a caminar junto a él a paso acelerado

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La mano del capitán tomaba con fuerza la mía, obligándome a caminar junto a él a paso acelerado.

—¿Qué está haciendo? ¡Suélteme!—Le pedí, indignada, con el tono de voz más temible e imperativo que pude fingir, pero, como ya era de esperar, él hizo caso omiso a mis órdenes.

—¡Marineros!—Llamó.

Dos hombres corrieron inmediatamente a donde ambos nos encontrábamos. Estoy segura de que mi corazón se detuvo por un milisegundo en cuanto les reconocí. Uno era Claudio, aquel pirata con la mitad del rostro quemado que me había perseguido hasta el camarote del capitán el primer día de mi instancia en el Jolly Roger y me había amenazado con acuchillarme a mis espaldas. Definitivamente encontrarme nuevamente con él no me causaba mucha gracia, y mucho menos me la causaba encontrarme con su acompañante pelirrojo, de corta estatura y gesto malhumorado, Mullins, el pirata del que Allan me había defendido en el incidente de la licorera.

—¡Súbanla a un bote! ¡Y dense prisa! Necesito más manos por acá...

En cuanto el capitán soltó mi mano, Claudio suplió su lugar y su compinche sacó con rapidez una pistola de su pantalón para, después, colocar la punta de esta en mi costilla derecha. Jadeé y mi respiración se cortó al instante en cuanto sentí la suave pero peligrosa caricia del arma de fuego sobre mi torso. A lo lejos, el capitán caminaba a paso apresurado. Se detuvo por un momento y miró brevemente hacia donde nos encontrábamos, pero, después, continuó su camino. Ahora sí, temía lo peor.

—Pero miren a quién trajo la marea...—Claudio susurró sarcásticamente muy cerca de mi oído mientras caminábamos lentamente hacia uno de los botes que Allan y el marinero de las cejas desnudas jalaban por medio de gruesas sogas desde la cubierta. Su aliento apestaba al desagradable licor que ya conocía de memoria, pues casi toda la tripulación lo bebía día y noche, sin parar. Incluyendo al capitán.—¿Te gustaría saber qué sintió Ruffus hace unos días?—Casi me ahogo con mi propia saliva. El repugnante borracho rió.—¿Estás nerviosa?

—¿Por qué debería estarlo?—Susurré, recordándome a mí misma que me había prometido ser valiente, sin importar lo que me fuera a ocurrir. Sin embargo, he de admitir que no era una tarea para nada sencilla. Tenía mucho miedo, más del que tuve la primera vez que pisé el endemoniado barco.  A mi lado, Mullins se mofaba de mí.

— ¿Qué por qué deberías tenernos miedo?— Repitió con ironía, y su maloliente aliento también le delató. Eso y la forma de pronunciar las palabras que, más bien, parecían arrastrarse por su boca.—Pues porque todavía puedo lanzarte a la marea picada y que las olas te consuman viva.—Gruñó entre dientes.—Eso después de que visites el fondo del mar y recuperes mi botella de cuero.—Ambos carcajearon al unísono.

—El bote está listo.—Allan interrumpió la desagradable conversación que ambos granujas mantenían. El rostro de Mullins cambió de apariencia al ver a mi acompañante de siempre, esperándonos pacientemente junto al bote de madera.

NEVER EVER | Peter Pan retelling.Where stories live. Discover now