08: Una visita inesperada.

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El tema de la llave misteriosa (cuya cerradura ya sospechaba a qué puerta pertenecía) y el asunto de la cena con el capitán, mantuvieron mi mente ocupada de camino hacia mi camarote

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El tema de la llave misteriosa (cuya cerradura ya sospechaba a qué puerta pertenecía) y el asunto de la cena con el capitán, mantuvieron mi mente ocupada de camino hacia mi camarote. Casi terminaba de cerrar la puerta cuando una esfera de luz potente y fosfórica atravesó a toda velocidad por el estrecho espacio que quedaba entre la puerta y el marco de la misma, para después impactar fuertemente contra el tocador; salpicándolo a su vez de un líquido de color entre azul y violeta. Ahogué un grito de la impresión. No fue hasta que la luz tomó un brillo mucho menos cegador y más tenue que mi corazón encontró la manera de volver a latir con normalidad, pues solo así pude divisar a la culpable de tan inesperado y sorpresivo accidente.

—¿Campanilla?—Murmuré, incrédula ante lo que mis ojos veían.

La hadilla intentaba recuperar su equilibrio dando pequeños pasos chistosos y un poco enredados sobre la mesita de madera, como si estuviera imitando a un títere de un teatro de marionetas. Cuando al fin logró recuperar la compostura y ambas pudimos observarnos detenidamente, su sonrisa creció lentamente con picardía.

—¿En serio eres tú? ¿Pero qué haces aquí?

El hada hizo caso omiso a mis preguntas y en su lugar dio varios saltos y brincos señalándome con bastante insistencia el líquido azulado y algo grumoso que se encontraba esparcido sobre todo el tocador.

—¿Qué es eso?—Mi pregunta fue respondida con fuertes tintineos; el famoso lenguaje de las hadas.— ¡Silencio!—Susurré alarmada, pues a estas alturas ya sabía de antemano que la mayoría de los miembros de esta tripulación poseían un talento casi nato para percatarse de situaciones poco comunes ocurriendo dentro del navío, siempre alertas ante cualquier peligro que pudiese presentarse. Lo menos que quería o necesitaba era buscarme a mí y a Campanilla algún conflicto con los piratas, pero pareciese como si al hada en realidad esto último no le importase en lo absoluto, pues en lugar de callar como bien le había indicado, esta siguió sonando.

Caminé hacia el tocador y pasé mi dedo índice por la viscosa sustancia para después olfatearle con desconfianza. Olía a absolutamente nada. Mi ignorancia parecía desesperar a mi inesperada visita pues Campanilla, al ver lo que estaba haciendo, arrugó su nariz con cierto disgusto y se llevó sus diminutas manos a la cabeza, mostrándome así su exasperación.

—¿Qué se supone que deba hacer con esto?

El hada, como si se tratase de la cosa más obvia del mundo, se burló de mí abriendo exageradamente la boca para después simular que masticaba repetidamente algún estímulo imaginario.

—¿Quieres que pruebe esto?—Pregunté, asqueada. Campanilla dibujó una sonrisa gigante en su rostro y aplaudió con emoción, aumentando el volumen de sus tintineos. Me llevé un dedo a los labios con insistencia para acallarle, pero era un caso perdido: El hada no parecía entenderme o tener siquiera la más mínima intención de seguir mis órdenes.

Unté un poco más del sospechoso líquido sobre mi dedo, dispuesta a llevármelo hacia la boca tal y como ella me lo pedía, hasta que mi sentido común hizo acto de presencia.

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