Unos detectives andaban rondando la enfermería donde las cinco esperábamos impacientes, uno de esos hombres me pidió absolutamente todos los datos que pudiera proporcionar por mi parte, diciendo después que debía dar mi versión de los hechos frente una corte, y después frente a otras personas.  Yo solo pensaba: estoy aterrada.

Ese hombre seguía suelto.

Pasadas unas horas, mi madre llegó junto a mi padre, que sin esperar un momento fue por mis cosas mientras mi madre me ayudaba a salir de la escuela a paso lento pero firme,fuera de la escuela nada era como creía al menos una docena de patrullas —Y las que venían en camino según escuche mencionar —Se encontraban buscando en las cercanías del bosque con enormes y pesadas linternas.

Me aferre a mi madre como tabla de salvación, y ella me recibía con su mano sobre mi hombro, con un agarre firme y en la otra mano sostenía una de las tres maletas que yo poseía. Mi madre siempre fue mi gran héroe. Solo ella podía verme a los ojos con esa mirada que me leía el alma. Ella mejor que nadie sabia lo que necesitaba ahora.

Mis padres siempre fueron protectores y amorosos conmigo, en verdad que me amaban como un tesoro y haberles convencido de estudiar fuera de casa había sido muy duro,  pero yo deseaba probar suerte en la escuela de Susan, ella y yo eramos muy amigas desde hace años, y que la escuela mantuviera una buena fama fueron las causas por las cuales pude asistir a esta.

—Ahora no sabía que tan bueno había sido.— pero, ¿Se podía culpar a alguien de lo sucedido?

Me despedí de mis maestras, en a reja de la entrada,  algo emotivo para mi parecer, recordar a la señorita Terra me dolía, ella siempre era alegre, llena de vida y su risa armoniosa, sin duda pensar en ella me hacia querer llorar. Ahogue mi llanto en la garganta con fuerza, mis padres no podían verme débil ahora, debía ser fuerte por ellos.

Cuando subí al coche de mis padres, este se puso en marcha hasta la — muy fría — ciudad, una vez que llegamos, mi madre me insistió en que durmiera con ella, y así lo hice. No podría negarme, sentir el tibio cobijo de mis padres me reconfortaba,—Eso era justo lo que necesitaba ahora— no deseaba estar en algún otro lugar, prefería pensar que todo fue una horrible pesadilla que... se quedo atrás.

A la mañana siguiente mi padre se despidió con varios besos, y un fuerte abrazo «Te amo mucho cariño» dijo antes de irse. «No te recordaré que no salgas de casa» advirtió. Pero creía que como siempre le vería en la cena.
Pero aun así era muy salida que se despidiera de ese modo tan tierno, me hacia se tira de diez años otra vez.

— Eli, cariño — Me llamó mamá con mi sobrenombre.

Mientras yo comía una manzana en la cocina y con la otra mano buscaba el número telefónico de Susan en la agenda de mi padre. 

— ¿Qué pasa mamá? —Pregunte lo bastante alto, ya que ella se encontraba a unos metros en la sala.

—Querida, en tú habitación deje unos estambres, ¿Puedes traerlos? Estoy tejiendo un vestido para la hija de Laura — Dijo.

Aunque ella sabía que yo no conocía a Laura,  salí de la cocina. Colocando mi cuerpo frente a la sala.

Papá era maestro de universidad, y mamá teje y vende cualquier cosa para abrigarte. Un buen negoció considerando que las mamás siempre compran cosas hechas a mano, y además considerando que donde nos encontrábamos los trescientos sesenta y cinco días del año, siete días a la semana, las veinticuatro  horas el lugar parecía estar congelado.

Subí las escaleras ya mas tranquila. Era un hecho, estar en casa de mis padres era lo mejor, si, aunque tenga diecisiete años, aun me gusta ser la niña de papá y mamá.

Entré a mi cuarto, girando el pomo plateado, era algo nostálgico entrar ya que hacia ya unos ocho meses que no veía mi antigua habitación, esta era sencilla, pero acogedora. Seguro le daría una limpieza profunda después. Estaba buscando mil cosas que hacer en ese momento, estaba a punto de tomar una pala y quitar la nieve de el jardín de todas las personas de mi calle. La ansiedad era algo fuerte aun, pero debía mantener la calma... si mis padres notasen mi mal estar me llevarían a un hospital, y yo no deseaba eso.

Camine y tome una pequeña canasta con estambres y grandes agujas para tejer, estaban al lado de un sillón junto a una pequeña mesa, al girar para salir pensé:

«Hoy tendré que dormir aquí, y hará demasiado frió»  Pensé al sentir un viento frío pasar por mi nuca. ¿La ventana?

— Mejor enciendo la chimenea —Murmuré.

Levante la vista y pude ver algo que dejo mi sangre helada.

Frente a la chimenea colgaba un papel, de color amarillento y textura algo rasgada, este parecía decir algo con tinta negra de letra grande.

"Has sido una niña muy mala, Eli"

Grados bajo cero «Jeff The Killer»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora