--No necesita que nosotros se lo contemos, tonta. Don Armando debió haberle contado todo –Dijo Aura María-- ¿Cierto que don Armando y usted ya hablaron sobre eso? –

--No sean impertinentes, muchachas. ¿Vinimos a despedirnos o a meternos en lo que no nos importa, ah? –Dijo Inesita, sentándose de lado en la silla, como asumiendo una actitud de manda más. —

--Vinimos a las dos cosas porque sí nos importa Betty y todo lo que tenga que ver con ella. Nosotros no somos bobas, Betty, sabemos muy bien que usted está bajo una gran presión en estos momentos, porque los doctores dueños de esta empresa están teniendo serios conflictos que ya rayan en la indecencia. —Dijo Berta—

--Este conflicto data de mucho tiempo atrás, pero reconozco que últimamente ha empeorado, y es por eso, que decidí intervenir seriamente –Repliqué—

--Mariana, ¿ya le dijo a Betty lo que usted piensa de todo esto? ¿Ya le ofreció una lectura de cartas? –Dijo Sandra—

-- Sí y no. Betty ya sabe lo que pienso de lo que pasó –Mariana me lanzó una mirada cómplice-- ¡Y lo de la lectura de cartas, ella sabe que en cualquier momento que lo quiera, yo estaré para echarle mis cartas!—

--Uy, pero si la última vez estuvo medio floja esa lectura. Usted, Mariana, no le advirtió a Betty todo lo que se le iba a venir encima con lo del embarazo. –Dijo Berta--

--¿Y qué es, según usted, Berta de González, lo que se le ha venido encima a Betty? –Inquirió Inesita, lanzándole una mirada de advertencia a Berta—

--No me malinterpreten, por favor. ¿Qué son esas miradas asesinas? Lo que yo quiero decir es que Mariana, con lo acertada que siempre ha sido, cómo es que no le advirtió a Betty que el doctor Daniel está interesado en ella. –Dijo Berta--

Inesita se aclaró la garganta.

Aura María se echó una risa nerviosa.

--Yo no creo que sea así, y ya deje de estar inventando esos rumores. ¿Usted es la que ha puesto en marcha ese chisme descabellado? –Dijo Inesita, dejando salir algo que todas sabían, pero que le habían ocultado a Betty. —

En Ecomoda no solo Berta disfrutaba de los chismes. En toda empresa siempre habían riñas, conflictos, rivalidades y envidias, pero casi siempre, por conveniencia o para preservar el puesto, se manejaban en la sombra de la hipocresía. Sin embargo, el enfrentamiento entre los ejecutivos era un chisme demasiado gordo como para no convertirse en el plato del día tanto para los amantes del chisme, como para los que no. Inesita no pudo evitar pensar que Berta era auspiciadora de aquello, aunque en esta ocasión no había sido necesario y, tampoco, la presunta hubiera sido capaz de poner a rodar por los corredores un asunto que afectaba a una de las miembros del cuartel de feas.

--¡Inesita, qué poco me conoce! Cuando se trata de mantener un secreto del cuartel, yo soy una tumba. Además, no hacía falta que yo regara el chisme; como usted recordará, fueron muchos los testigos –Dijo Berta, poniéndose seria—

--Eso es cierto, Inesita. Hubieron suficientes testigos como para que ninguna de nosotras pudiera evitar que se regara el chisme –Dijo Sofía—

--¿Qué es lo que andan diciendo? ¡Si me preocupara por lo que dice de mí la gente, entonces no podría ni conciliar el sueño! –Dije y solté una risita-- ¡Les aseguro que no me sorprende cualquier cosa que tengan que decir! –

No mentía cuando decía aquello. No sabía si era un defecto o una virtud, pero ciertamente mi vida era más feliz y menos estresada que la de muchas personas que vivían pendiente del qué dirán. Me resultaba más fácil hacer bien las cosas, que hacerlas pensando si estaba haciendo lo que a todos agradaría.

YSBLF_ El Matrimonio (Parte II)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora