CAPÍTULO III

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LO HICE INTENCIONALMENTE

A penas eran las 6 de la tarde cuando Beatriz y yo estábamos en la tarea pendiente de reponer todas las veces que no hicimos el amor durante nuestro noviazgo.

Ella se había quedado dormida unos minutos sobre mí. Pero después se despertó, y sin abrir los ojos, se puso a jugar entre sus dedos con mis testículos, mientras yo acariciaba con la yema de mis dedos sus glúteos.

--Beatriz, usted me debe al menos 30 noches continuas de faena –Le dije y me eché a reír por la palabra que había decidido usar—

--¿30 noches por qué? –Dijo ella, poniendo su barbilla sobre mi pecho y viéndome a los ojos—

--Fueron 3 meses de noviazgo, suponga que cada 3 días usted yo podríamos haber hecho el amor. Entonces 90 entre 3 es igual a 30 ¿no? –Le dije –

--Ahora que estamos casados podemos hacerlo todos los días. Así que en un mes habré pagado lo que le debo, doctor—Dijo ella, tomando aquello con mucha seriedad—

--No, porque durante la luna de miel yo pienso repetir todas las veces que sean necesarias.

--Ay, Doctor, usted me debe una disculpa porque no me avisó que estaba a punto de venirse. Antes era precavido y lograba salir antes de eso ¿qué le está pasando, doctor?—Dijo ella, viéndome con los ojos entre cerrados y con una sonrisa pícara—

Me quedé pensando un momento en su pregunta y la verdad no sabía la respuesta a ciencia cierta. Cuando me presté al juego de Mario Calderón para enamorar a Beatriz, hacer el amor con ella estaba fuera de discusión, ni por un momento pensaba llegar a ese punto, y la verdad es que no tenía ni idea cómo evitar aquello. Solo pensaba que por el bien de ella y por el de mi consciencia, aquello no debía suceder. Sin embargo, después del primer beso, ya nada volvió a ser igual dentro de mí, y, sin darme cuenta, yo perdí el control del juego. Sus besos se volvieron en una necesidad imperiosa, incluso esperar una semana para salir con ella se volvía una eternidad. Me fastidiaba tener que decir cosas que no sentía delante del cretino de Mario, por miedo a que descubriera que me había enamorado de Beatriz. Todo había pasado muy rápido y me costó un tiempo asimilarlo, porque el sentimiento era nuevo y desconcertante.

La primera vez que hicimos el amor, en aquel hotel, yo ya lo estaba deseando, pero era un deseo encubierto por el razonamiento, encubierto por la idea de que Betty no era el tipo de mujer de la que yo me enamoraría, también por el miedo de no saber qué descubriría debajo de toda esa ropa, y por el miedo de hacerle más daño del que ya le hacía. Lo cierto es que esa primera noche no descubrí nada diferente, físicamente hablando, pero sí un mundo diferente en el modo en que ella me hizo sentir, el modo en que nos conectamos y cómo mi corazón reaccionó a la unión de nuestros cuerpos. Ella fue toda ternura, amor, delicadeza y de mí solo nacía ser igual. La brusquedad, la simpleza, la monotonía no formó parte de esa primera vez juntos. Su cuerpo se mostró tímido pero muy preciso, experto, sensual, mi cuerpo la sintió y la reconoció, supo que esa era la parte que le faltaba para que se acabara el hastío de buscar a esa mujer que me hiciera sentir feliz después de hacerle el amor y no solo durante el acto en sí.

Ahora Betty me preguntaba por qué mi imprudencia, si siempre había sido cuidadoso con la protección. "Es que era tanta la ansiedad y el deseo, que no pensaste con la cabeza" me dije a mí mismo. "No, no es por eso Armando, hay algo más allá de esa explicación", pensé. Le hiciste el amor sin protección porque lo querías así, ¿intencionalmente querías venirte dentro de ella?, me pregunté a mí mismo. "Sí, Armando, te querías venir dentro y te encantó porque por primera vez deseas tener una familia, porque con ella no pones peros para nada que sea cursi y convencional, no tienes miedo de nada con Beatriz".

YSBLF_ El Matrimonio (Parte II)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora