CAPÍTULO 2

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Corro lo más que puedo por la acera, normalmente Alonso tarda cinco minutos en llegar al instituto pero la diferencia es que lo hace en coche. ¡Y yo no! si pudiera verme, vería a una Sophie a punto de morir y con la lengua afuera.

Creo que apneas llevo menos de un kilómetro de recorrido y ya estoy al borde del desmayo.

De pronto escucho que un auto se detiene a mi lado y va a la velocidad de mis pasos. Mientras sigo caminando–corriendo, lo primero que miro es el Mitsubishi de color blanco que ahora está casi encima de la acera y después al chico que lo está manejando, me quedo paralizada mentalmente. Sus gafas de sol tapan una porción de su rostro, pero eso no quita que lo que mis ojos logran ver no esté nada mal, nada, nada mal. Si mi memoria no me falla ese chico no es de aquí. No. No. Sophie ya deja de sobre analizar las cosas, no es como si tu fueras muy sociable que digamos, aun te quedan unos cuantos kilómetros por recorrer y tú aquí pensando en cosas de las que ni siquiera estas segura y ahora no es que tenga tiempo para quedarme a preguntarle su nombre, aunque me esté sonriendo, acelero el paso e intento seguir sin distracciones, avanzo unos cuantos pasos más cuando para mi sorpresa me paro en seco porque él me está hablando.

- Hey oye espera no corras, me llamo Mathias. – dice sonriendo de oreja a oreja.

¿Se lo pregunté? Estoy lo que le sigue de fastidiada.

- Un gusto conocerte. – levanto la vos para que me escuche, pero sin girarme para mirarlo o detenerme.

- ¿Puedes dejar de correr por favor? Sólo un momento.

Dejo de caminar y suspiro audiblemente, muevo mi cuello como si tuviera algún episodio psicótico.

Me giro a encararlo.

- Mira, estoy con mucha prisa ¿Vale? y lo único que quiero es llegar al Instituto a la voz de ya.

- ¡Vaya! Qué casualidad, yo también tengo que ir al Instituto.

- Imposible. Yo nunca te he visto ni en el Instituto, ni por esta zona, lo que quiere decir que me estas mintiendo. – y ahí voy yo con mis telas de juicio que no tienen fundamento alguno. Joder.

- No te adelantes – sonríe abiertamente, dejando ver así, sus dientes blancos y bien alienados – si nunca me has visto es porque soy nuevo tanto en el Instituto como en la ciudad.

- Puede que sea así pero no hay nadie que me lo asegure. – almenos eso no es una mera suposición sino un puntualización irrefutable.

- Si quieres te puedo llevar y así comprobamos si te miento o no. – propone, tan fresco como una lechuga.

¿Qué pretende, que me suba en su coche como si nada?

- ¿Y si no vamos al mismo lugar? – pregunto.

- Bueno, eso lo sabremos si te subes.

- No me convences. – sonrío irónica, siendo consciente de que esta conversación con un desconocido no tiene caso y no es de lo más seguro.

- Pero si me das tiempo puedo convencerte.

- Tiempo es lo que más me hace falta y en honor a la verdad lo estoy perdiendo contigo.

- Entonces deja de perderlo y súbete.

- Ya te dije que no – echo andar nuevamente pero no por mucho tiempo antes de que él otra vez esté a mi lado en su auto.

¡Joder! ¿Qué le pasa?

- Te prometo que si no vamos al mismo lugar, así me cruce contigo nuevamente no te voy a molestar.

Un amor, cartas y posdatasWhere stories live. Discover now