Capítulo 7

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Hera no esperaba que el día terminara con Beth en su casa, ¡En su cocina! Su mente divaga todavía, es decir, ¿Cuánta probabilidad había de que se encontraran? Como sea que pasó, no quiere pensar demasiado en eso puesto que tan solo hacerlo hace que su pobre corazón de saltitos de emoción.

Beth, por favor, deja de hacerme sentir así. Eso es lo que piensa.

Pero, ¿Cómo espera no sentirse así?

— Hera, no cocines tú... — Pide Cleo.

— Oye, — La reprende. — Cada vez lo hago mejor.

— Mm... pues, se agradece tu esfuerzo.

Finge molestia pero en realidad cocina bastante mal, simplemente la cocina no fue hecha para Hera, es como si estuviera peleada con la estufa, sencillamente no se entienden.

— Yo puedo cocinar. — Se ofrece Beth.

— ¿Cómo crees? Tu eres la invitada, déjanos pedir algo de cenar.

— Está bien, es una de mis habilidades.

Cuando Beth toma una decisión, es implacable. Ambas chicas se hacen a un lado dejando paso a la experta, ambas se quedan boquiabiertas ante la escena, ¿Habilidad? Beth es la maestra de la cocina, cada movimiento suyo es tan sutil, desde como sujeta el mango del sartén hasta como corta un tomate. Acciones tan banales, ella lo hace lucir tan difícil.

Se mueve con agilidad mientras maniobra el cuchillo, las ollas suenan, ¿Siempre tuvieron esos sartenes ahí? Estaban empolvados y ahora relucen.

El mejor momento es el platillo final al ser revelado, el pollo con verduras bañado en salsa huele increíble, es un festín para las hermanas.

— Provecho. — Dice Beth antes de sentarse, como si nada.

Las otras dos pobres siguen babeando.

— ¿Podrías cocinar para nosotras todos los días? — Cleo recibe un codazo de su hermana. — Auch, Hera...

— Estoy aprendiendo. — Repite. — Solo que... no es tan fácil.

Beth ríe, — No te preocupes, aprenderás.

— ¿Por esto abriste una cafetería? — Pregunta la hermana menor.

— Bueno... sí, tuvo que ver, siempre me gustó cocinar y bueno, el café siempre me ha gustado también, soy un poco... adicta. — Se toma su tiempo para proseguir. — Pero nunca había pensando en abrir un negocio hasta que mi padre me lo dijo. Digamos que yo solía ser una joven algo difícil... Me metía en muchas peleas en el colegio y sinceramente no me interesaba en absoluto estudiar, me parecía aburrido. Mi padre y yo solíamos discutir bastante debido a eso, el siempre me decía que si encontraba algo que me interesara, sería una vagabunda. Un día, en una de nuestras tantas peleas, el me gritó algo como "Al menos deberías ponerte a trabajar para que ahorres dinero y pongas un negocio, ¡De algo! ¡Lo que se te dé la gana! Si no veo que te esfuerzas en algo, no quiero volver a verte en mi casa, Beth."

— Vaya..

— Sí, en ese entonces pensé "Mi padre es un idiota molesto." pero él estaba preocupado por su hija, quería que tuviera un futuro. Pensé sobre lo que me dijo y bueno, abrir una cafetería lucía fácil para mí. En lugar de entrar a la universidad, junté dinero para ello.

— Lo lograste.

— Lo logré. Mi padre lloró cuando lo invité a la inauguración, no podía creer que su revoltosa hija tuviera su propio negocio.

HeraWhere stories live. Discover now