Escucha la música

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Nos adentramos en mi habitación, entre la pared y mi desordenada mesa de trabajo nos acostamos en la suavidad de las telas y descansamos nuestros cuerpos, aquellas sabanas llevaban años en aquella colcha sin sentir más de un cuerpo sobre ellas, la dulzura de tu aroma se impregno en ellas, abrazándolo como si en cualquier momento fuera desaparecer; podía sentir la calidez de tu roce junto a mi cuerpo y sentía que la vista se me nublaba cada segundo que estabas ahí.

Conversamos sobre nuestro viaje, las razones de nuestro encuentro, por qué nos conocimos, siendo en ese entonces perfectos desconocidos; siendo que nuestros caminos nunca convergían entre ellos, siempre paralelos los unos a los otros, mientras más hablábamos el cuarto se deslumbraba con tu sonrisa, esa maldita sonrisa que te caracterizaba desde el primer día que nos conocimos y que siempre me alegra la vida, aquella muestra de brillantes perlas podría iluminar el cuarto entero, más allá de eso, siempre iluminaba mi corazón. Suavemente fuimos volviendo a nuestro estado de apacible tranquilidad, contemplado el blanco techo que se postraba arriba de nosotros, tal vez imaginando las estrellas; tal vez imaginando nubes y luego encontrándoles figuras, recostando nuestros cuerpos en el césped primaveral, el agua reflejando nuestros sueños y esperanzas en la forma de un celestino cielo, y la brisa pasando suavemente sobre nos otros, llevándose en ella nuestras ilusiones y transformándolas en pequeños pétalos de rosa, los cuales flotaran por la eternidad hasta que los volvamos a encontrar, para retomar nuestro sueños y volvernos infinitos.

Corrimos desde la estación de tren tan rápido que no pudimos mantener conversación en el trayecto, por lo tanto nuestra charla duro horas, pasaron como si fueran minutos, tus ojos me hipnotizaron y sentí mi corazón palpitar tan rápido que sentía podía volar y tomar el néctar de tus dulces labios y embriagarme con ellos; tu solo me contabas tus peripecias una tras otra, la razón por la que huías, por qué decidiste venir hacia mí; yo solo me quedaba estático ante ti, siendo un fiel sirviente corazón y un obediente lacayo suyo.

Entonces, entre las múltiples prendas que se encontraban en el desordenado piso encontraste mis audífonos, aquel dispositivo que me mantenía calmo en mis momentos de presión y ansiedad, de los cuales había olvidado su existencia de que llegaste a la habitación. Los recogiste con tus suaves y blancas manos y me los mostraste, tu curiosidad invadió mi corazón y la forma de tu hablar tan infantil y dulce cautivo mi alma; me preguntaste si podías escuchar un poco de música, querías saber cómo era el mundo que apaciguaba mi mente y mantenía mi corazón relajado.

Por primera vez puse la música en la radio portátil que me había comprado mi padre, hace ya varios años en una de esas tiendas de múltiples baratijas e innovaciones de tecnología extranjera; encontró esa bocina al lado de unas sábanas de color rosa pastel y un peluche desgastado de alguna serie de antaño que no recordaba; era pequeña y blanca al igual que tus manos, tal vez este era el primer indicio de que nos conoceríamos tarde o temprano, Simplemente aun no lo sabía.

La música empezó a tocar, Yiruma – May Be, una canción de piano tocada por un gran artista, Yiruma era uno de mis artistas favoritos de piano, y su música realmente me calmaba, podía sentir cada nota pasar por mi cuerpo, la melodía se transmitía por toda la habitación, rebotaba en las paredes y el techo, en tu cuerpo, en el mío, y en nuestros corazones; mientras más transcurría la canción la habitación empezaba a desvanecerse frente a mis ojos, parecía una obra abstracta de algún pintor extravagante y francés, tal vez una obra retórica de algún anarquista, representando el vacío infinito que habitaba en nuestras cabezas y en nuestras almas; pero en ese momento, el blanco vacío que se postraba frente a nuestros ojos no se sentía desalojado, no se sentía como abandono o la falta de presencia de algo, sino todo lo contrario, podía sentir todo.

Mi corazón palpitante se sentía cada vez más fuerte, como si palpitara a través de todas las venas de mi cuerpo, mi respiración se escuchaba como la brisa con la que soñé, era tan explícita que incluso se le podría dibujar una sombra; mis manos se empezaron a entumecer y posteriormente se traspasó este sentimiento hacia todo mi cuerpo, pronto deje de sentirlo, ya solo existía mi respiración y mi pulso, dirigiendo mi ser fuera de sí mismo, hacia una infinita luz, una luz tan radiante como el crepúsculo que se avecinaba contra la ciudad, voltee para verte a los ojos, con alguna esperanza de recobrar el sentido, más allá de eso te vi a ti, saliendo de tu propia forma y convertirte, la luz que emanaba de tu cuerpo me recordaba al océano cerca de la costa, podría jurar que el olor que llenaba la habitación ya no era una simple esencia, sino una extensa y extraditaría cantidad de sensaciones y sentimientos que se podían percibir llenando el cuarto, el más extraordinario de los escenarios podría ser imaginado en ese momento y proyectado a través de nosotros y la música que atravesaba nuestros cuerpos y hacia vibrar nuestros ya inexistentes cuerpos, moviendo nuestros espectros de luz a través del universo y convirtiéndonos en algo más allá del entendimiento humano.

Pronto la música terminara, y las vibraciones que una vez alimentaron nuestros corazones dejaran de retumbar para volver de donde vinieron, tal vez llevaran felicidad a otras personas y nosotros olvidaremos esta experiencia extrasensorial, tal vez el ocaso por fin termine y se convierta en la oscura y profunda noche, y tal vez yo algún día pueda volver a sentir tu cuerpo al lado mío, poder ver tu sonrisa una vez más, y reír juntos otra vez sobre nuestra arbitraria conversación; pero mientras eso no ocurra dejare que la música se desvanezca lentamente, mientras veo nuestros espectros volver nuevamente había la simpleza de la vida cotidiana y apagarse en los vacíos cascarones que son nuestros cuerpos. Esta velada será recordada por todo aquel que alguna vez sintió ese vacío en su pobre corazón, y que posteriormente se dejó confortar por el calor y la comprensión de una melodía como la tuya, una melodía que consideraban única y que cada minuto de escucharla y sentirla se podría sentir como si el mundo desapareciera frente a ti; ahora recordaremos este momento asimismo por el sentimiento posterior, aquella sensación cuando vez la luz apagarse, los pasos alejarse lentamente de ti mientras aquella voz se disipa entre el bullicio de la ciudad y la melancolía que invade el ambiente.

Y mientras la música se desvanece, una parte de nosotros también lo hace. Y pronto, aquella sinfonía dejara de sonar, y el corazón existirá, y prevalecerá, esperando que vuelva. 

Relatos Dulces como Chocolate OscuroOn viuen les histories. Descobreix ara