Cuentos y pollito frito

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Martha amaneció recostada en el sillón de la sala. Observó el reloj, que indicaba que era hora de despertar a la pequeña bajo su cuidado. Se sentía un poco cansada porque había dormido muy poco, la lectura le tomó varias horas y aun seguía confundida. Desperezándose fue a despertar a la pequeña durmiente. Al finalizar fue ella a la ducha. Con pereza lavó su cuerpo y se vistió. Esta vez eligió unas calzas con un tejido oversize. Su cabello no tardaba en secarse, debido a que aun estaba corto.

Preparó el desayuno. Extrañamente ya estaba humeando la cafetera automática. Pese a que ella no recordaba haberla programado. No le dio importancia, pues no era raro que lo hubiese realizado... los temas de memoria no eran su fuerte. Preparó el desayuno de Karen y disfrutó junto a ella la primera comida del día.

Luego la fue a dejar caminando hacía su escuela. Con dulzura la despidió, asegurándole que sin falta ella estaría para retirarla. Siempre le dejaba muy en claro que no se iría a ningún lugar. Porque Karen era una niña pequeña que se sentía un poco abandonada por la falta de su responsable hermano mayor. Así que se encargaba de dejarla tranquila repitiéndole eso cada vez que la dejaba al cuidado de la educadora a cargo. Karen la abrazaba y se despedía para jugar con su amiguita pelirroja.

A paso rápido, entre los grupos de oficinistas que se dirigían a cumplir sus obligaciones pasaba ella para visitar a su doctor. Stan le había pedido que la fuera a visitar semanalmente ahora que había tenido cambios, para poder dar control a su caso. Pasó frente a su antiguo lugar de trabajo, deteniéndose en la puerta. Realmente se sentía un poco incómoda en ir a saludar, ya que se había tenido que retirar bastante rápido sin poder dar tantas explicaciones... pese a que hablaba con el rubio paranoico de su jefe con frecuencia, sentía que no merecía tanta benevolencia.

Sus pensamientos se vieron detenidos cuando observó a través de la ventana a su ex--jefe preparando un café macchiato que fue acomodado en una bandeja que retiró una chica pelirroja despampanante. Utilizaba el uniforme que ella nunca se atrevió a usar y lo lucía de manera impecable. Sin embargo, al servir la chica tenía el rostro sumamente... ¿tiezo? Martha se corrigió a si misma. Parecía muy calmada y no demostraba nada con su rostro. Pero era muy bonita y eso les era suficiente a los clientes. Ella lo sabía muy bien (había simulado ser muda durante bastantes meses). Repentinamente sus ojos chocaron con los tornasoles del rubio que utilizaba la identificación "Tweek". Ella solo atinó a asentir para empezar a caminar. No quería ser una molestia.

Sin embargo sus deseos fueron detenidos por una mano que tomó su hombro. Siempre se sorprendía de lo veloz que era Tweek. Siempre olvidaba que él practicaba regularmente boxeo y parte de su entrenamiento era correr. En algunas ocasiones había corrido juntos durante las mañanas.

-¡M!- la saludó sonriendo-¿Ya te vas? Estoy preparando unas nuevas mezclas de café ¿quieres probarlos?-

-No quisiera molestar, se ve que estas ocupado...-

-Estoy ocupado, pero necesito una opinión sincera-respondió, tiritando levemente-salvo que tengas algo más que hacer-

Martha miró el reloj del teléfono. A su ritmo iba a estar en la consulta en veinte minutos. Por lo que si tenía tiempo suficiente para pasar el rato en "Tweeks Broos". Sonriendo asintió. Tweek sonrió de vuelta.

Ambos entraron a la cafetería. El aroma a granos tostados siempre le traía buenos recuerdos. El primer amigo que hizo estaba aquí. Y aquí había conocido al grupo de patanes que se había transformado de alguna manera curiosa en su ¿familia?. Sonrió contenta. Este lugar solo le brindaba alegría. Tweek le señaló un asiento en la barra, ella se sentó observando alrededor.

-¿Cómo te va?- empezó Tweek, mientras movía las maquinas de la cafetería-Hace tiempo que no te veía y me atrevo a decir que te ves muy bien-

-¿En serio?- consultó con su rostro sonrojado

Bunny - Mi nombre es...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora