La Puerta

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~Horacio POV ~

-Horacio -me nombró una voz, pero no quería abrir los ojos, tenía demasiado sueño para tan siquiera pensar en levantarme-. Horacio despierte que necesito ponerme mi ropa.

En ese preciso momento noté que la voz que escuchaba era la de Volkov, había olvidado que me había dormido en su pecho. Miré el reloj "4 A.M." marcaba con números color azúl neón. Habían pasado un par de horas desde la mejor noche de mi vida. Me incorporé un poco para que se pudiera levantar. Él se levantó sin dificultad alguna y se empezó a poner los boxers. Me senté un segundo en el sillón y después me puse los boxers con lentitud. Volkov ya se había puesto el pantalón y ahora se acomodaba el cinturón. Me levanté y le rodeé la cintura con los brazos.

-Horacio, ¿qué hace? -me preguntó con un tono molesto.

-¿Te tienes que ir ya? -pregunté ignorando su tono.

-Por supuesto que me tengo que ir ya, no queremos que alguien nos vea juntos.

-¿Queremos? -Mi corazón se desplomó-. Volkov qué más da lo que la gente diga, somos adultos y podemos follar cuantas veces queramos. Y si queremos follar en mi oficina, en mi sillón, es nuestro problema.

Volkov miró hacia el piso y luego hizo un gesto que yo ya había visto anteriormente. "A ver Horacio..." me había dicho la última vez que vi ese gesto. Entendí con rapidez, no era estúpido. Abrió la boca para hablar.

-No, no lo digas por favor. -Fue casi una súplica-. Ya entendí, esto fue algo de una noche. Por un momento pensé que algo más sucedía, pero ya veo que no. Al salir cierre la puerta de la oficina, por favor.

-Horacio, lamento que haya creído que esto era algo más. -Hablaba mientras se abrochaba el último botón de su camisa y se dirigía a la puerta con su pistolera en mano-. Ojalá pueda acabar con su trabajo pronto.

No contesté, no tenía sentido. Él salía y yo me quedaba ahí con la picha hecha un lío. Quería a Volkov, y esta noche no había sido una noche de sexo y deseo carnal solamente. Yo había sentido algo en él que tal vez ni él mismo sentía. La manera en la que había tomado mi mano en la suya cuando yo me recosté sobre él. La manera en la que me veía... eso no era simple deseo, me negaba a aceptarlo. Me negaba a aceptar que Volkov no sintiera algo por mí, aunque sea un poco de afecto romántico. No me estaba haciendo ilusiones vanas, ¿o sí? No podía estarlo haciendo, mi corazón había sentido algo.

Tomé mi ropa del suelo y me dirigí a los dormitorios. Ahí podría descansar mejor. Abrí la puerta de la habitación de Gustabo y mía y puse mi ropa en la silla que teníamos específicamente para eso. Me acosté en la cama y me tapé con las cobijas. En la oficina no había sentido tanto el frío por el calor que nuestros cuerpos se daban mutuamente, pero la temperatura era algo baja.

Mi mente estaba ocupada, pero mi cerebro demasiado cansado. Pensaba en Volkov, en por qué no quería mostrar sus sentimientos, pero mi cerebro no quería seguir pensando en eso, él solo quería descansar, quería lo mejor para mí, y lo mejor para mí en este momento era dormir.


Michelle estaba a mi lado hablando por alguna razón, no sabía que estaba pasando... «¿Qué está sucediendo? -pensé-. Hace un momento estaba en mi habitación, en el FBI, durmiendo, ¿por qué tengo a Michelle a lado?» No podía pensar con claridad, todo me daba vueltas, no recordaba cómo había llegado aquí, ni por qué, o qué estaba pasando.

-¿Entonces Horacio? -Pronunció Michelle y la miré con un claro signo de interrogación marcado en la frente-. ¿Atravesarás esa puerta o no eres capaz de asumir las consecuencias?

-¿Asumir las consecuencias de qué? -No sabía con exactitud qué ocurría, pero estaba seguro que lo que fuera no era bueno. No quería preocupar a Michelle, pero estaba claro que había tenido una laguna mental y no recordaba cómo había llegado aquí.

Michelle no respondió más, me miró, con una mirada fría, como si se tratara de un androide mirándome directo a los ojos. Miré hacia la puerta. Me sentía extraño, como si no quisiera ir, como si supiera que había detrás. Caminé hacia ella con lentitud. Pero al llegar a la manija lo supe, supe a dónde iba. Cerré los ojos con fuerza, con mucha fuerza, la suficiente para no recordar, para bloquearlo todo.

-No entraré ahí Michelle. -Abrí los ojos para poder mirarla al decirlo, pero entonces vi dónde me encontraba. Estaba en la iglesia nuevamente-. No, no por favor, no otra vez.

Parpadee un segundo, uno solo, y ahora me encontraba en el mismo sitio de hace años, sosteniendo el arma en mis manos, el arma con la que le disparé a Gustabo. Mi respiración estaba agitada y mi pulso acelerado, gotas de sudor recorrían mi frente, y un escalofrío se alojaba en mi espalda. Gustabo dijo algo, pero no podía entender qué decía. Mi mente no podía entender sus palabras o formular una frase con ellas. Acababa de dispararle a mi hermano, ¿cómo se supone que debiera entender algo? Sabía lo que pasaría ahora, lo sabía.

-¿Horacio? -preguntó Gustabo.

-Esto no pasó -dije en voz alta, pero se sentía como hablar bajo el agua-. Tú nunca preguntaste mi nombre.

En eso su mano sacó algo, accionado lo que parecían ser explosivos. Su sonrisa al hacerlo... es algo que siempre me seguirá, algo a lo que siempre le tendré miedo. Un ruido muy fuerte se escuchó, y entonces todo negro.

-¡Horacio, joder! -Abrí los ojos y me senté en la cama rápidamente, tomando bocanadas de aire. La misma pesadilla, la única que siempre me seguía. Miré a los ojos a Gustabo. A veces al mirarle los ojos solo podía ver la peluca morada y la cara pintada, o el apuñalamiento a Conway con el machete, o la sonrisa antes de accionar los explosivos-. ¿Por qué me miras así coño? ¿Te parezco guapísimo bebé o qué? ¿Estás en las oficinas del FBI viendo papeleo solo en serio?

-Sí, quisiera devorarte bebé, -«Como devoré a Volkov anoche» pensé por un momento y sonreí. Así quedaría lo que había sucedido entre Volkov y yo, como una buena noche.

-Trabajamos un ratito, ¿sí o qué? -preguntó Gustabo.

-Venga, vamos a ponernos los uniformes.

Verlo tan feliz me ponía de buen ánimo, después de todo ese era Gustabo, pero ¿por cuánto tiempo realmente? ¿Qué pasaría el día que se le olvidara tomarse las pastillas y Pogo saliera de nuevo? Yo no quería que Pogo regresara, porque a diferencia de ese tiempo, ahora sí sabría lo que haría sin dudarlo. Ahora sabía que Pogo significaba una bala en la frente de Gustabo sin dudarlo. No quería que eso sucediera, ni que ese momento llegara, pero si pasaba no dudaría esta vez, mataría a Gustabo, mataría a mi hermano.

-Pero bueno, ¿qué haces Horacio, tocándote la huevera? Apura anda.

Ahora que lo tenía en frente y lo veía, sabía que sin duda alguna le dispararía, pero también sabia que la siguiente bala saldría de mi pistola también, e iría directo a mi sien.

Recuerdos De Un Infinito || Volkacio AU || +18 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora