Capítulo 12

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CASTIEL POV'S

A punto de graduarme, y con la cabeza llena de universidades y carreras, volví del instituto. Yo debía hacer una sabia elección, quería darle lo mejor a mi familia sin privar a mis dos amores de mi magnifica presencia —de acuerdo, lo admito, el que no quiere alejarse de ellas era yo, no estaba seguro si podría soportarlo—, había llegado un poco tarde a casa los últimos días.

«¿Estarán ya dormidas?» me pregunté cuando llegué a una casa que permanecía en penumbras. Me acerqué a la puerta y, al darme cuenta que estaba abierta, temblé de pies a cabeza.

«¿Un ladrón?» me pregunté y, entrando a la casa, pude distinguir la lámpara de noche del cuarto de Cassi prendida.

Subí corriendo y al abrir la puerta me encontré a Maryere en el piso y a Jean con mi hija en sus brazos. Me le fui encima, pero el maldito puso una pistola en la cabeza de mi hija, haciéndome detener. Casandra comenzó a llorar al sentir el frío del arma en su frente.

—Atrás de ella —indicó el idiota y me incliné a ver a la que apuntaba. 

Cuando giré a Maryere hacia mí la vi llorar con sus manos en el estómago, fue entonces que me di cuenta que estaba herida. Abrí mis ojos ante la sorpresa y pregunté qué había pasado. Ella miró al hombre que tenía nuestro mundo en sus garras y, con lágrimas en los ojos, tosió un poco de sangre.

—Yo le disparé... —anunció Jean sin dejar de mirar a mi hija, a quien le acariciaba el rostro con la pistola—, ¿en serio pensaron que los dejaría vivir felices por siempre después de que se burlaron de mí?... yo no lo creo. —Apartó su mirada de mi hija y me miró—. Tú me quitaste todo, así que yo te dejaré sin nada. 

Maryere seguía perdiendo sangre y mi hija no paraba de llorar.

—¡Mátame pues! —grité—, pero deja a la niña y lleva a Maryere al hospital, ellas no... 

Jean no me dejó terminar, interrumpió a gritos.

—¡No, no, no, la culpa de todo esto es de la golfa esa! —dijo—. Es a ella a quien voy a dejar sin nada... Sin esposo, sin hija, igual que la dejé sin padres —sonrió mientras volvía a poner el arma en nuestra hija—. ¿Sabes lo difícil que fue provocar un accidente para ellos? —preguntó para la mujer que lloraba en mis brazos—, te quería solo para mí y nunca me quisiste. Tú tenías que ser para mí, solo para mí, pero lo elegiste a él y a esta mocosa.

El hombre de traje comenzó a apretar a mi hija que lloraba cada vez más fuerte.

Como pudo, Maryere se incorporó y, con pasos cortos e imprecisos, se acercó a él haciendo una promesa. 

—Me iré contigo —dijo—. Dale la niña a Castiel, renunciaré a ambos por ti.

Pero Jean no accedió. Rió frenéticamente, lo que hizo que Casandra llorara aún más.

—No lo haré —dijo él—, quiero que los pierdas. 

Ella insistió desde donde se encontraba, ahora, arrodillada.

—¿Qué es peor —preguntó—, saber que no puedes tenerlos porque no están, o saber que están y que no puedes tenerlos?... Me dolerá mucho más saber que no serán míos nunca más —aseguró y lloró.

—Llévala a mi auto —ordenó Jean apuntando el arma a mí—. ¡Ahora! —gritó y me negué. 

Pero Maryere llegó hasta mí y sonrió asintiendo.

—Tienes que cuidarla bien —dijo desmayándose en mis manos. 

Yo no podía hacer más que lo que él exigía. Bajé a Maryere al auto y lo vi salir tras de mí sin nadie en los brazos. 

—Si no te das prisa te quedas sin nena —dijo mientras subía al auto, sonriendo horriblemente.

Subí corriendo y encontré a mi hija en el borde de la ventana, la tomé en mis brazos y volví para no encontrar ese coche negro que se llevaba la mitad de mi vida.


Continúa...


ERES EL DEMONIOحيث تعيش القصص. اكتشف الآن