Día 1.

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—Su creación fue todo un éxito. Jamás creí que algo de ese calibre podría salir de una mente tan poco «sofisticada». ¿Tiene idea de la gran hazaña que ha logrado con todo esto?

—Me prometieron algo...

—¡Bien! No tiene por qué ser tan impaciente.

—Trabajé duro en esto. No pido nada más, solo verlas...

—¿Y qué hará después?

—¿Ustedes no deciden eso?

—Quizás... Hagamos una excepción con usted. Creo que aún no entiende, ¡usted cambió todo! Siéntase afortunado de llegar tan lejos.

Por primera vez en mucho tiempo, el día estaba aparentemente alegre con la salida del sol a las seis de la mañana, en una ciudad de tamaño bastante considerable, con personas con una historia que contar sobre su pasado; algunas de estas pueden ser interesantes para quien las escucha. Un claro ejemplo de un relato divertido y atrayente, es aquel que te cuenta el señor Howard cuando te está cortando el cabello: siempre te relata la forma en la que hizo su vida, mientras tú solo te pones a escuchar y finges que prestas absoluta atención.

Hacía mucho que los días soleados no aparecían debido a una temporada de lluvia que cayó sobre Márquez; una lluvia que, aunque muchos la disfrutaban desde sus hogares, otros la despreciaban cuando era un obstáculo a la hora de desplazarse de un sitio a otro por cuestiones académicas o laborales. Para los ciudadanos, fue una bocarada de aire fresco experimentar algo de sol para usar shorts, en lugar de ponerse bufandas y gorros para hacerle frente a ese frío tan gélido que dejaba sus narices tan rojas como a Rodolfo.

Anécdotas ya esperan ser contadas desde el punto de vista de sus emisores, pero en este caso en particular, el narrador no es quien directamente experimentó en carne propia la historia, sino que es alguien que la estuvo observando muy de cerca.

Todo gira entorno a una casa de la calle Ellan; aquel barrio limpio que siempre desprendía una fragancia muy agradable. Tal vez podría tratarse del viento refrescante que arrastraba las hojas marchitas por el pavimento, o quizás, podía ser algo más que hiciera a este sitio tan maravilloso y hogareño.

Esa casa bien pintada y a la cual, le asienta bien el color crema, llevaba adentro a una chica perezosa y curiosa que, en un rato, tendría que ir al colegio para continuar ejerciendo su último año de preparatoria. A veces, cuando su tarea la fastidia un poco más de lo normal, se lamenta de haber echado a perder el año escolar anterior, pues si se hubiera esforzado más de lo que lo hizo, estaría graduada, buscando la universidad adecuada para ejercer su carrera en Artes.

Un rayo de sol se disparó con tanta intensidad y brillo en la ventana de la habitación, escabulléndose entre las cortinas mal cerradas, que despertó a Sara de su sueño profundo en el que no veía nada más que un fondo negro.

El sofocante deseo de quitarse las sábanas de encima empezaba a consumir cada vez más a la joven, la cual estaba luchando por mover un solo dedo debido a lo cansada que se sentía; todos saben que el martes es el segundo día más aburrido de la semana.

Levantándose a duras penas, no pudo mantener el equilibrio por más de diez segundos antes de desplomarse de nuevo en la cama. Allí se quedó dormida por medio minuto, para después levantarse bruscamente gracias a su despertador, que sonó un poco más tarde de lo habitual.

—Mierda... No quiero salir... —se quejó mascullando.

Volvió a ponerse de pie con molestia, pero esta vez, no volvería a caer rendida en el colchón.

Ese Sitio En El Que Te Vi.Where stories live. Discover now