Vas a despertar a la galaxia con tus gritos

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¿Que clase de jugada maléfica resultaba ésta dónde mi propia amiga se aliaba con la mujer encargada de secuestrarme el corazón? Ese corazón que ahora andaba a ciegas por la vida, incapaz de percibir cualquier otra mirada que no contara con sus matices únicos e inigualables.

Mi reloj perdió unos segundos en su mirada, apoderándose de la voluntad de mi razón, sus ojos brillaban al saberme posada en ellos, sin ninguna intención de alejarme del camino que terminaría por mostrarme su alma a través de sus pupilas.

Pero el repentino achinar en sus ojos me hizo saber que uno de los gestos que más me podían en ella estaba dando inicio por encima de su mentón y no pude retener el deslizar de mis ojos hasta encontrarse con esa sonrisa que comenzaba a abrirse camino en sus labios.

Su boca se curvó con elegancia y mi corazón se esposó a cada una de las líneas que formaban su sonrisa.

Aún con la mirada embobada en la forma tan exquisita de sonreír que tenía, pude divisar un movimiento algo nervioso en sus hombros que se extendía a lo largo de sus brazos, con dificultad mis ojos descendieron hasta sus manos y las encontraron sosteniendo una pequeña caja y un grupo de flores de colores varios.

Ese tren que un día había llegado por sorpresa, deteniendo su marcha en las puertas de mi estación y volviéndola solo una más del montón, volvía a arribar en aquel destino con la ventaja de conocer cada detalle de la parada.

Nuestra corta historia comenzaba a resonar en mi interior, interpretada en tonos menores y mayores. Mis ojos volvieron a buscar los suyos y la música se convertía en una lenta balada, de esas para bailar con los brazos entrelazados a la cintura de la persona indicada mientras descansas tu rostro en su pecho y descubres como su pulso se convierte en la melodía de tu vida.

Perpleja ante su hermosa imagen observándome con aquella irresistible sonrisa, mi mente comenzó a barajar palabras, pero no conseguía formar ninguna frase. Ante mi aparente duda el pecho de María Lucía se llenó de aire y comenzó a realizar pequeños y cortos pasos que culminarían por colocarla a solo unos pocos centímetros de mi.

El sudor atacando las palmas de mis manos y los enjambres de mariposas enjaulados al fin liberados, teniendo como único destino mi vientre. Mi boca pidió saliva y mi organismo cumplió sus órdenes en el momento exacto que su perfume rondaba con sigilo mi espacio personal.

Sin decir nada me tendió la caja y las flores, con sus dos brazos extendidos en mi dirección, gesto con el que creí descubrir el poder de sus arrebatos sobre mi.

Con las manos temblorosas tomé sus regalos pero sin alejar nuestras miradas siquiera un segundo, una vez más me esforzaba por leer la suya y repitiendo sus respuestas anteriores, sus ojos me mostraban la pureza de lo nuestro.

Dio media vuelta y caminó hasta una elevación de concreto donde esperaban dos vasos de café, aprovechando que su movimiento le impedía divisarme, mis pupilas se recrearon al observarla con descaro. La forma como caminaba derrochando seguridad en cada uno de sus pasos, moviendo sus caderas al compás de las agujas del reloj, dejando una estela con su aroma al que sin dudar muchos seguirían con los ojos vendados sin importar que viniera luego; entre esos aventureros, yo.

Tomó los vasos y se volvió a girar para caminar nuevamente hacia mi. La controversia de unos pensamientos cargados de lujuria y pecado, ¿Verla marchar o verla llegar?

Unas clavículas perfectamente delimitadas que te incitaban a morderlas, un escote que poco le dejaba a la imaginación y esas manos, joder esas manos rodeando los vasos con el ángulo justo.

Que difícil decisión, casi tan difícil como si te obligaran a elegir a uno de tus padres. De cualquiera de las dos maneras jugaba con mis sensaciones como le venía en gana, observarla al marchar para luego verla regresar, tan tentadoramente provocativo como doloroso.

Hablarán De Ti Y De Mi [CLEXA AU]Where stories live. Discover now