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-Exasperante, eres genuinamente exasperante- susurré mientras lo veía con mi cara de póker-SAL DE AHÍ-grité mientras lo jalaba de un brazo para que saliese del santuario que es mi cama.

Aún con pereza y de una forma curiosamente lenta, él salió de mi cama.

Sentía un maldito tic en uno de mis ojos y la vena en mi  frente a punto de explotar de la rabia.

Una vez fuera de la cama, ya de pie, volvió a estirarse dejándome ver todo de él y cuando digo todo es todo, incluso las formas que escondía aquella tela entre sus piernas.

Escandalizada me giré para no seguir mirando y me dispuse a sacar mis maletas y guardar mis cosas, pues pensándolo bien, el único sitio al que podía regresar era a la casa del imbécil este, aunque no estaba muy por la labor.

Había prometido no volver y quería mantener mi palabra, pero parecía que el destino me ponía las cosas difíciles.

Con pereza comencé a meter la ropa en las maletas mientras hacía pucheros y maldecía al pervertido de turno que se había aprovechado de mi  cansancio y se había quedado en mi cuarto.

Me giré para poder verle y lo encontré sentado en mi cama, ya vestido gracias a dios, y mirándome con una cara estúpidamente feliz,

Sentí como la furia volvía a resurgir y tenía las inmensas ganas de darle con la mano abierta en toda la cara, regresé con mi trabajo y con fuerza metí mi ropa y cosas personales en las maletas.

-Ya está- hablé fría una vez estuvo todo listo y maletas y yo bien arregladas.

Él se levantó de un salto y con una sonrisa de oreja a oreja se acercó a mí para, del manillar, llevar una de mis dos maletas.

-Bien, vamos-dijo para encabezar nuestra salida.

Siendo temprano en la mañana ,no había mucha gente en los pasillos y más siendo un fin de semana, la mayoría de los que vivíamos aquí éramos de salir poco y dormir mucho.

Rápidamente salimos del edificio y no tuvimos que esperar nada pues ya había un coche esperándonos.

Dejé que Mike pusiese mis maletas en el maletero, ¿quería hacerse el fuerte?, pues yo le daría peso.

Sin esperar a nadie, me subí al vehículo y me puse el cinturón, con los brazos cruzados contra mi pecho y con la mirada fija en la ventana decidí que ignoraría al idiota que se acababa de subir.

Cuando creí que tendría, al menos, un viaje tranquilo, el destino o mejor dicho Mike-el segundón, jamás me cansaré de llamarlo así, aprovechó que éramos sólo él y yo en los asientos traseros y puso su mano escurridiza en uno de mis muslos.

Abrí horrorizada mis ojos.

-¿Qué haces?-intenté hablar sin chillar.

No recibí ninguna respuesta de su parte, pero la forma en la que me miró me hizo entender que tenía algo pensado para los dos una vez que llegásemos.

Sin pretenderlo, tragué saliva ruidosamente.


I'm not a side characterWhere stories live. Discover now