26. Mafia

195 22 20
                                    

¿Has visto cuando las flores comienzan a crecer?

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.

¿Has visto cuando las flores comienzan a crecer?

Son verdes, inmaduras, no conocen lo malo del mundo. No conocen a aquel quien acabara con su efímera vida, él cual las arrancara.

A pesar de ser inmaduro, joven e ingenuo. Yo sabía que eras tú, serías tú el que acabaría conmigo. Y lo sabía desde un principio.

Fue un error no huir de ti cuando tuve la oportunidad.

Un error inmaduro, uno verde, como el de una flor que no había completado su maduración. Un verde error.

Eras peligroso, Izuku. Sabía que lo eras, sabía que todo esto era un error, que estaba tentando a muerte. Sabía que amarte era peligroso. Sabía que como flor, me arrancarías.

Al mismo tiempo, también sabía que esa era la forma en la que debía ser.

Sabía que mi vida sería efímera.

Sabía que mi vida te pertenecía.

Sabía que eras tú quién debía arrancarme.

—Fuiste mi mejor error, Midoriya Izuku.—intentaba sacar unas últimas palabras de mi cuerpo sin vida.

—¡Kacchan! No me hagas esto. No me hagas esto. No me lo puedes hacer. ¡No te lo permito!—ordenaste.

—Pero si no eres un mocoso malcriado.—sonreí con mis dientes ensangrentados.

Lo sabía desde el momento que acepte el trabajo. Sabía que firmaba mi sentencia de muerte.

—Firma aquí.—Shinsō me ofrecía papeles que no eran más allá de una formalidad.

—Bienvenido a la elite de los yakuza, Bakugo.—dijo extendiéndome la mano entregándome un anillo de procedencia desconocida.

Pero aún así, no cambiaría absolutamente nada.

Preferiría un millón de veces, morir efímeramente a tu lado sabiendo que volví a tus brazos, que morir de forma prolongada con el pasar de los años sabiendo que no volví a ti.

Porque sin ti, moría un poco todos los días.

—Kacchan, dijiste que me protegerías siempre.—mi cabeza descansaba en tu regazo viendo cómo perdías el sentido.

—¡Me lo prometiste, Katsuki!—las lagrimas saladas caían en mi rostro, el personal médico había dicho que ya no había nada que hacer. Era casi inhumano que siguiera respirando, pero por ti traspasaba cualquier barrera impuesta.

—¿Por qué volviste si te irías?—abrazabas mi cuerpo que poco a poco iba perdiendo su calor.

No entendía porque la muerte que se adueñaba de mi cuerpo no era fría, más bien a caso contrario, era cálida.

Suponía que se debía a estar a tu lado.

—Cuida al pequeño nukibori como si tu vida dependiera de ello, porque créeme. Lo hace.—Shinsō advirtió.

KatsuDekuTober 2020Where stories live. Discover now