Capítulo II

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Atractivo ¡Tremendamente atractivo! Tan atractivo que debería ser un pecado. ¿Existe este hombre? Mi Dios se entromete: "Acaricia su cuerpo y lo compruebas..." Mi subconsciente se limita a poner los ojos en blanco.

Pelo rebelde y oscuro como el carbón, con el flequillo levantado y liso. Brillante, un poco despeinado y extremadamente sensual. Ojos verdes que al llegar a las pupilas, se tiñen de un color miel anaranjado. Son oscuros, fríos, intimidantes. Labios esculpidos en una fina línea. Afeitado reciente y ninguna imperfección. Complexión fuerte y atlética, hombros anchos, brazos musculosos y unas piernas que no me atrevo a describir por no ruborizarme más de lo que estoy.

Viste americana negra, camisa de lino blanca, corbata fina de un color azul marino muy oscuro y vaqueros negros y ajustados que le caen un poco por la cinturilla. El envoltorio de su piel pálida. En resumen: Un maldito, atractivo e intimidante Adonis griego.

Mi Dios se retuerce caído en el suelo por la excitación. Mi subconsciente, en cambio, me mira suspirando de mala gana por mis pensamientos. Yo no se que hacer...

- Siéntese, señor Stilinski. - Vale, sólo tengo que sentarme y responder. Cálmate.

Intento relajarme observando el despacho. Dios santo... ¡Si es más grande que mi casa!

El suelo lo componen grandes losas blancas de piedra pulida y brillante. Las paredes de madera de caoba también van a juego. A la derecha de la habitación, la pared está decorada con el alfabeto griego. Cada letra de un tamaño distinto y en posiciones desordenadas. Una cristalera que ocupa toda la pared de fondo deja pasar la luz y muestra el bello atardecer de Beacon Hills. Una mesa para ocho personas, al fondo y en una posición centrada. Es de color negra, como el asiento de cuero. Un cuero bastante excitante del que se percibe su olor. Tomo asiento en mi sillón, más pequeño y de color blanco, aunque también de cuero. Me miro los dedos. Me siento inofensivo, inofensivo y expuesto.

- ¿Desea algo de beber señor Stilinski? Café, té, agua... - Me mira fijamente, torturándome con sus increíbles ojos verdes. Mierda. Es tan intimidante... ¿Y sólo por ofrecerme algo de beber? Consigo parpadear y responder.

- Sólo agua, gracias.

Me acerca un vaso y vierte lentamente el agua de una botella francesa. Yo observo el vaso con los labios entreabiertos. Estoy sediento, pero... ¿de agua? El se sirve otro, siguiendo el mismo proceso. Se sienta en su sillón, se lo lleva a sus labios, empieza a tragar despacio, intentando saborear, se relame sutilmente el labio superior y deja el vaso en la mesa. Yo sólo observo, retorcido, incómodo y excitado. Mis pupilas dilatadas absorben toda la escena. ¿Es a posta?

- Hábleme de su experiencia profesional, señor Stilinski. - Me distrae de su juego con el vaso ya vacío. Recorre muy despacio el borde del vaso con su alargado y perfecto dedo índice, trazando círculos, uno tras otro...

- Stiles, por favor... - Me atrevo a aclarar. Levanto el brazo derecho del reposabrazos y me acaricio la nuca para disimular lo avergonzado que estoy. El parpadea una vez para alzar sus ojos hacia mi rostro y fulminarlo con su semblante serio. Su dedo se detiene. Se acomoda en su sillón. Apoya ambos codos en su escritorio, la mano izquierda cubre a la derecha. Su mandíbula reposa en el pulgar izquierdo, justo debajo de la barbilla y sus labios besan con cautela el índice izquierdo, dejando escapar la belleza de sus perfectos dientes blancos y sus perfilados colmillos. Pero levanto más la vista y sus ojos me miran sin pestañear y siempre intimidantes.

- Hable, señor Stiles. - ¡Mierda! No le había respondido y le hice esperar. "Aparenta seriedad ¡ya!", me recrimina mi subconsciente.

- Bueno... - No puedo hacerlo. Le diré la verdad. Me rindo. - ..., la verdad es que vi en el anuncio que se necesitaba un ayudante y fué por eso por lo que llamé. No esperaba una empresa tan importante, creí que empezaría en una tienda. A demás, no se mucho de música, pensé que sería por el tema de organización, informes y manejo de ordenadores. Como una especie de secretario. Pero aun así no creo que pueda trabajar aquí. Este no es mi lugar. Siento haberle molestado señor Hale. - Esto es bochornoso. Me pongo en pié y me dirijo apresurado a la puerta.

50 Triskeles: De Hale.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora