Ni siquiera con kilómetros de distancia dejan de intimidarme.

—¿Qué?—susurro en voz baja. No puedo creerlo.

—Lo busqué, lo investigué porque siempre veo a tu padre, pero no a él y las personas de tu vecindario dijeron que no lo ven desde hace tiempo, casi el mismo tiempo que no te ven a ti—Hudson se acerca con el ceño fruncido, lanza su bolso de entrenamiento al suelo y toma el móvil, charlando con Kate.

Por mi parte, me quedo de pie, con las manos sobre la encimera. No puedo respirar, no puedo pensar, solo estoy aquí recordando las veces en que me golpearon hasta perder la consciencia, cuando me golpearon solo por llegar diez minutos tarde, por responder, por dormir un domingo más de lo permitido, por no traer demasiadas propinas, por estar una semana sin trabajo, porque un chico fue hasta la casa a pedir permiso para salir conmigo, por haber crecido, por no haber comprado alcohol, porque se le dio la gana.

Recuerdo la sangre, el sabor metálico recorriendo mis dientes, esparciéndose como el veneno que ellos lanzaban con cada golpe. El dolor de mi cuero cabelludo al ser jalado, el dolor de mis encías al tratar de masticar días después de una paliza.

Recuerdo a mi madre llorando mientras limpiaba mis heridas, porque pedía a gritos que me dejaran tranquila, cuando mi padre la golpeó solo por protegerme.

Recuerdo las ambulancias, el interior de los hospitales cuando iba a escondidas de mi padre a que revisaran mis heridas o llevaba a mi madre para que inspeccionaran las suyas.

Recuerdo lo que es vivir con temor de hacer o decir lo equivocado, lo incorrecto, lo que es no dormir en toda la noche por miedo a que un extraño ingrese a tu habitación, lo que es dormir con el estómago chillando de hambre o de dolor.

Tantas cosas que vienen a mi mente, que me nublan, que me limitan a ser solo una mujer con miedo más de convertirse en una del montón, en solo una cifra más, una muerte más a manos de hombres violentos.

No quiero eso para mí, ni para mi hijo, ni se lo deseo a mi peor enemigo.

—Lia, ¿Puedes oírme?—parpadeo varias veces cuando siento su mano sobre mi rostro. Me alejo de inmediato y observo a mi alrededor. No sé cómo llegué a la sala pero estoy tendida sobre el sofá con Hudson a mi lado. Tiene el ceño fruncido y me observa fijo. Está preocupado. —¿Estás bien? Te quedaste llorando, tú...

—Estoy bien—susurro con la voz rota. Toco mi rostro y noto que he derramado lágrimas en el proceso del recuerdo. —¿Mi hermano está aquí? ¿Puede entrar al apartamento, al edificio? Necesito marcharme, debo... debo encontrar otro lugar para....

Trato de ponerme de pie, pero Hudson me lo impide. Ambas manos en mis hombros me obligan a recostarme otra vez.

—Estás en shock, pero no vas a ir a ningún lado, Lia. No vas a huir otra vez porque ahora me tienes —susurra, acariciando mi rostro. —Nadie puede entrar al edificio, menos tu hermano. Le daré una fotografía a los de seguridad para que lo saquen en cuanto ponga un pie en la propiedad, no te preocupes.

—Si ellos me encuentran, Hudson, no vas a volver a verme, lo sé—susurro con la voz quebradiza. Los ojos se me nublan debido a las lágrimas. Un nudo se instala en mi garganta y el aire comienza a faltarme otra vez. No sé qué hacer, mi mente reacciona de manera diferente ahora porque no solo se trata de mi vida, sino de mi hijo. ¿Cómo hago para protegernos de alguien que ya me ha hecho daño? Es demasiado sencillo para ellos, soy yo quien vive con miedo.

Y ahora estoy aterrorizada.

—Lia, nadie va a herirte, eso te lo aseguro. No creo que sea tan idiota como para aparecer en el edificio, y si no tenían dinero antes ¿Cómo podrían haber comprado un boleto de avión? —dice, con el ceño fruncido. —Lo más seguro es que Kate no lo haya encontrado porque está desaparecido o simplemente preso, que es lo más probable. Hay que tener todas las opciones en mente.

Entre Sábanas de Seda (AQS #1)Where stories live. Discover now