Carly lo miraba boquiabierta. 

— La caridad no es una fiesta donde solo se junta el dinero para una beneficencia, también es cortarle el pasto a la viuda que no puede hacerlo.

 Ella se rió fuerte al notar el enojo en su voz. 

— ¿Tu madre te hacía cortar el césped? 

— Claro. Esa era por la señora que no podía hacerlo, y otras veces era por necesidad. Me he ganado mi propio dinero desde que era un niño, mi padre me daba lo justo y necesario, si quería más debía trabajar. Eso me enseñó a administrar mi propio dinero desde que era adolescente, aún recuerdo como me dio un golpe de calor cuando trabaje para ir a ver a Queen en su última presentación, sin saber que sería la última. 

— ¿Estuviste ahí? — Preguntó ella que lo había visto por televisión. 

— Fueron los veinte minutos más caros de mi vida y valieron la pena hasta el último centavo. Me pisaron, empujaron, y abrazaron extraños; pero no me importó. Sólo fui por Freddy y me fui con una sonrisa que no pude quitar durante semanas. 

— Estuvo espectacular. — Dijo ella asintiendo. 

— Es verdad. — Ryan jugó con los cubiertos. — Harry también debe trabajar por sus cosas. 

— ¿A qué te refieres? 

— ¿No creerás que lo que gana en las competencias se lo gasta verdad? — Ryan negó suavemente. — Desde que comenzó en eso todo el dinero se va a una cuenta de fideicomiso para él. Mi padre pensó que sería lo mejor y yo también. Trabaja, no por dinero pero si para los demás. Él necesita saber que nosotros somos afortunados de tener dinero; pero hay gente que no ha nacido con nuestra suerte y debe ser generosa. 

— Eso es genial. 

 Ryan Levantó los hombros quitándole importancia. 

  Antes de que pueda contestar sintieron unos golpes en la puerta. Carly miró la hora y frunció el ceño, Megan se había adelantado. 

— Pasa. — Gritó ella. 

 La puerta se abrió de par en par y su madre apareció de repente con los brazos abiertos. 

  Ryan Levantó las cejas cuando vio a la mujer con un vestido de tirantes y corto hasta arriba de las rodillas, era de color celeste de raso, demasiado exagerado incluso para una fiesta en la noche, además de juvenil el color no le favorecía. El supuso que había pasado horas enfrente de un espejo maquillándose para que no parezca que se había maquillado. Su cabello caía lacio sobre sus hombros de color caramelo y la cartera de brillos resplandeció cuando se acercó despacio. 

— Hola hija mía. 

— ¿Qué estás haciendo aquí? — Chillo ella levantándose rápidamente. 

— Estas semidesnuda Carly. — Su voz le pareció rasposa y molesta. — ¿Quién es este hombre tan gallardo? Presentame Carly. 

 Ryan se acercó educado y le tendió la mano. 

— Ryan. Usted debe ser su madre. — Dijo él con una sonrisa forzada. 

— Claro que no, somos muy amigas con Carly ¿Verdad cariño? — La mujer le pasó los brazos por los hombros.

— No. — Carly la miró furiosa. — Desgraciadamente eres mi madre y ahora lárgate. 

— No seas descortés con nuestro invitado. — Dijo la mujer con un ademán de la mano acariciandole la mejilla.

— Creo que no escuchó la primera vez cuando Carly le pidió que se vaya. — Él la alejó suavement y le señalo la puerta con tranquilidad. 

— ¿Qué dijiste? — Preguntó la mujer con los ojos como platos. 

Lazos eternos ✓Where stories live. Discover now