Capítulo#2

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Narrador:

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Narrador:

— ¿Realmente soy yo?

Un dedo fino y delicado se deslizaba por sus marcadas caderas dejando contemplar a simple vista como las llamas rojas del vestido bailan y parpadean por encima de toda su piel, cautivándole, aturdiéndole de cierta forma con su tan repentino cambio de apariencia.

El rostro que aparecía enfrente era la reencarnación del embrujo más sofisticado y tortuoso posible en la piel de un ser humano, parecía creado por los divinos dioses.

Una larga, brillante y lisa cabellera azabache caía por debajo de sus esbeltos hombros dándole un toque muy profesional, no sin antes realzar su belleza. Las cejas del mismo color, perfectamente arqueadas asiéndole fácil verse pícara con tan sólo un leve gesto.

Sus ojos eran de un azul verdoso en ocasiones casi eléctricos que a veces eran indescifrables, enmarcados por unas largas y espesas cortinas de pestañas negras, sus pómulos un poco altos y ligeramente tintados de rosa. Su nariz era fina y elegante. Sus labios gruesos dibujaban un arco perfectamente sexy enloqueciendo de deseo a todo hombre que la contemplase.

Se habían encargado de que lucieran tan apetitosos como ya lo eran sin mucho esfuerzo, fueron adornados con un tono rojo carmesí en mate haciendo que su bronceada piel reluciera en un efecto de suma blancura.

— Wow, Kate, has hecho maravillas. —sonrió impresionada.

— Señorita no diga eso, usted es hermosa. No fue tan difícil, su belleza es como la de un diamante... en ese caso solo la he pulido.

— Gracias... —añadió la azabache ligeramente sonrojada por los alagos.

Megan se había puesto un vestido de tela suave del mismo color que sus labios. Este le llegaba cuatro dedos por debajo de las nalgas, dando a ver que su tez disimuladamente morena vestía un cuerpo sencillamente divino.

Un cuerpo estilizado, sin ápice de grasas o arrugas en la piel, de largas y bien moldeadas piernas.

El vestido se le cogía a la nuca y dejaba totalmente al descubierto sus hombros, anudado con una cinta de seda dorada bajo los pechos que realzaban el busto de una manera más que generosa.

Elevó una nueva plegaria silenciosa a Dios y cualquiera allá arriba que pudiese escucharle.

— Por favor, que todo salga bien.

«Por favor.»

Un viento fuerte y escurridizo le hizo estremecer desde la punta de los pies hasta el último centímetro de cabello.

Junto a Katherina uno de los señores de pelo rapado la observó estremecerse y en lo que menos se lo esperaba este estaba ya a su lado agarrando una levita color crema para que no se fuera a resfriar.

Megan se colocó la chaqueta no sin antes agradecerle aquel gesto y agarrar el bolso que le tendía la rubia para colocárselo tras la espalda.

El frío volvió a inundar los pasillos haciendo que la morena se molestase un poco. Ciertamente no le gustaban los días nublados, los detestaba a por botones con todo su ser. Quizás por ello se acostumbró tan rápido a España.

Son of the NigthWhere stories live. Discover now