- La cabra tira al monte - se justificó, encogiéndose de hombros-. Pensaba que te alegrarías de verme.

- ¿Alegrarme?

- Bueno, te hice las fotos más relevantes de tu carrera, esperaba al menos un agradecimiento por tu parte.

¿Un agradecimiento por volverme loca y mostrárselo al mundo como un trofeo?

- Solo me sacaste fotos, es tu trabajo - le restó importancia, usando su mismo argumento.

- Está bien - asintió y le dedicó un extensísimo repaso-. ¿Empezamos?

Natalia se situó bajo los focos en completa tensión. Era obvio que el escenario y las circunstancias eran muy diferentes, pero Alba seguía mirándola de la misma manera imponente. La modelo cerró los ojos y dejó salir el aire de sus pulmones, buscando concentración y barreras.

Abrió los ojos para enfrentarse al objetivo y todo había cambiado.

Había cambiado la actitud de la propia Natalia, que se había vestido de profesionalidad pura, escondiendo a la modelo que se había enfrentado a esa misma cámara la primera vez.

Había cambiado el tono de la rubia, que en vez del ronroneo intrigante de la otra vez, había sacado a relucir una voz mucho más tajante y técnica.

Y no se había quedado en lencería.

Había cambiado el aire que compartían, ahora lleno de murmullos, pasos, trasteos, retoques de pelo y maquillaje.

Interferencias.

Alba chasqueó la lengua.

Odiaba bajar a los infiernos.
Odiaba no ser dueña de todas las variables cuando de capturar esencias en fotos se trataba. Odiaba no tener la intimidad, ni la tensión, ni nada de lo que había en el aire la última vez.

Pero Galera no quería darle demasiadas alas a esa genia. Tenían una especie de trato: toda la libertad y medios que Alba pidiera para sus proyectos propios, a cambio de unas cuantas sesiones al uso, que normalmente eran un mero trámite para la rubia.

Pero con Natalia delante a Alba se le quedaban cortos los meros trámites. No podía, ni quería, desaprovechar la materia prima que era esa morena de metro ochenta y aura única.

- Vamos a hacer unos primeros planos, ¿vale? - anunció al equipo.

- ¿Primeros planos? Pero la ropa... - empezó a protestar la diseñadora.

- La ropa se va a vender como churros, créeme.

- Pero Alba...

- Los botones de la camisa desabrochados, retoque de maquillaje y peluquería y me bajáis la luz un poco aquí al frente. Quiero silencio absoluto, aquí solo estamos ella y yo.

El tono autoritario de la fotógrafa puso a todos manos a la obra y a Natalia más tiesa que el palo de una escoba.

No. No. No. Otra vez no.

Los asistentes le hacían los retoques y ella se centraba en respirar y mentalizarse.

Natalia temía por su fuerza de voluntad, por su autocontrol y por sus bragas. Pero por encima de todas las cosas, por su orgullo.

Con un par de gestos, Alba alejó a todo el mundo, que se quedaron observando en las sombras y en silencio.

Se acercó a la modelo, con la cámara colgada del cuello y tiró de su mentón hacia arriba.

La observó muchísimo y muy intensamente. Natalia le aguantó la mirada todo lo que pudo.

Otra vez no puedes caer.

Profesionalidad.

Haz lo que te diga. Ni más ni menos.

- No te voy a pedir que finjas nada. Solo mírame con lo que tienes dentro, con lo que te provoco, que veo que no es poco - le susurró.

Esas palabras dejaron a la modelo sin reacción. Esa mujer tenía el poder de desarmarla con su seguridad y sus maneras demandantes.

Alba empezó a disparar, la modelo se recompuso y le puso su mejor expresión.

Ni de coña. Ni de coña te regalo de nuevo mi vulnerabilidad, Alba Reche.

Desafiante a más no poder, chulita incluso. Arrolladora y cargada de intensidad. Su pose más estudiada, marca Lacunza.

Así la miró durante lo que fueron quince minutos de electricidad, de lucha de fuerzas.

- Ábrete más la camisa - ordenó Alba, calibrando los centímetros de piel que quería capturar.

Natalia obedecía, tratando de estar en piloto automático, sin dejarse llevar por los dejà vu que tan peligrosos se le antojaban cada vez que la fotógrafa se acercaba a hacerle algún retoque.

Alba dejaba caer la cámara más veces de lo normal y Natalia trataba de mantenerse en sus trece cuando esos ojos de oro la escrutaban sin ningún tipo de piedad.

- Lo puedes hacer mejor, Natalia. Esa carita ya me la sé.

La aludida chasqueó la lengua, indignada y la fulminó con la mirada, con todo lo que tenía dentro.

Alba sonrió y la capturó con su flash.

Pero no le des lo que quiere, estúpida.

Profesionalidad.

No hay necesidad de desnudarse esta vez.

La fotógrafa mantuvo en todo momento el contacto visual y se acercó de nuevo a recolocar su posición con una ligerísima caricia en el mentón.

Ponerla nerviosa sacaba su orgullo y Alba lo necesitaba para las fotos.

La modelo tragó saliva ante el breve pero eléctrico contacto, enfatizado por el cruce de miradas que solo cesó cuando se interpuso entre las dos el objetivo.

Natalia parpadeó y le miró sin querer la boca, que la cámara no tapaba. Esos labios que había tenido tan cerca aquella vez, ahora apresaban su lengua.

- Mira al objetivo, Natalia.

Mierda, pillada. Y lo peor es que a ella que no se le mueve ni un pelo.

Se tragó su rabia y siguió con su carita ensayada solo para hacerle ver que no había ganado. Poco después la fotógrafa dio por concluida la sesión dando paso a los aplausos de todos los presentes.

- Porque este rollo te va que ni pintado y eres muy buena en tu trabajo, pero la honestidad hoy te la has dejado en casa - ese gruñido de la fotógrafa le supo a gloria a la modelo.

- ¿Han salido mal las fotos? - se hizo la loca.

- No, pero has desaprovechado mi manera de mirarte.

La fotógrafa giró sobre sí misma para dirigirse a la salida.

- Alba - la llamó la morena.

- ¿Sí? - se dio la vuelta de nuevo.

- Tu manera de mirarme tampoco es para tanto.

La fotógrafa soltó una carcajada para evidenciar la ridiculez de su argumento y se marchó definitivamente.

Ahora sí que no vuelvo a trabajar con Alba Reche.

desnudArte | AlbaliaWhere stories live. Discover now