19. Ni yo soy una princesa, ni tú eres un dragón

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'Estamos en el zoológico. Volveremos en la tarde. A-Song te deja un beso y promete traerte dulces.'


Jin GuangYao releyó la nota que le entregara la chica de la limpieza. No tenía firma; pero tampoco era necesario. En los dos meses que llevaba casado, había aprendido a conocer la letra de su esposo tanto como sus escuetos mensajes. Además, estaba el hecho de que Nie MingJue nunca le enviaría un mensaje de voz o de texto a su teléfono; siempre dejaría notas a bolígrafo para él. Como si en lugar de su esposo, fuese su secretario.


La empleada había mencionado que el señor Nie y el pequeño habían salido poco antes de las diez de la mañana. El omega alzó la vista al reloj de pared encima de la mesa de la cocina y resopló.

¿En la tarde? ¿Volveremos en la tarde? ¡Eran las seis de la tarde! ¡RuSong debería de estar bañado y comiendo a esa hora! ¿Es que Nie MingJue no tenía sentido de lo importante que eran los horarios? ¿No sabía que los niños precisaban rutinas que les ayudaran a adaptarse y crear hábitos? ¿Cómo podía ser tan irresponsable? ¿Cómo podía...?

Detuvo el movimiento frenético con que cortaba las verduras en tirillas extrafinas. Tomó aire, echando la cabeza atrás y empezó a cortar nuevamente, más despacio, contando las veces que el cuchillo subía y bajaba.


Desde el momento de la boda, la pareja vivía en el departamento citadino de los hermanos Nie. La mansión familiar se localizaba en el campo y Nie MingJue había decidido que era mucho mejor para todos si vivían en la ciudad, sobre todo atendiendo a que a-Song iría a clases pronto.


El departamento contaba con cinco cuartos, una amplia cocina, un salón comedor, una sala de recibir, baños independientes y un baño para visitantes, además de balcón, una terraza interior –en la que generalmente pasaba el tiempo Baxia, el husky – y un estudio donde Nie MingJue solía trabajar los fines de semana. Ah, y un jacuzzi.


Una de las habitaciones había sido amueblada para RuSong y Jin GuangYao no podía menos que admitir que Nie MingJue se había superado siendo complaciente. El alfa había permitido que el niño eligiera cada mueble –por extravagante que fuera -, cada juguete –por caro -, cada color –por chocante que fuera a la vista. En ese momento, el cuarto de RuSong parecía salido de un cuento infantil, alocado y divertido, una explosión de color y un revolico de cosas.

A un lado de la alcoba de RuSong se ubicaba la habitación del propio Jin GuangYao. Mucho menos chillona que la de su hijo, también era más pequeña. No, Nie MingJue no había elegido la habitación más pequeña de la casa para su esposo a propósito –de hecho, le había ofrecido mudarse de la habitación principal y dejársela. Jin GuangYao había escogido esta alcoba por ser la más cercana a la de su hijo.

La recámara principal se ubicaba frente a estas dos. Jin GuangYao solo había visto la habitación de Nie MingJue desde fuera y de reojo. Sabía que predominaban los tonos grises y el verde metálico. Y que Nie MingJue solía dejar la ropa tirada a los pies de la cama cuando regresaba del trabajo, aunque a la mañana siguiente estaba debidamente recogida.

De las dos habitaciones restantes, una estaba reservada para las visitas, y la quinta y última pertenecía a HuaiSang.

El menor de los Nie apenas pasaba tiempo en la casa; pero su habitación seguía lista para recibirle en cualquier momento –que solía ser cuando el joven salía demasiado tarde de una fiesta o cuando le apetecía ser mimado por su hermano mayor.

La luna detrás del cristalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora