De urgencias en el baño

Start from the beginning
                                    

―¿En serio, Mittchell? ―susurro para mí misma―. Bien, ahora necesito que te quites los pantalones y los pongas aquí. Iré a tu casillero, te conseguiré lo que sea necesario y te lo traeré. Dame tu combinación.

Me la dicta pausadamente mientras hace lo que le ordeno. La anoto en mi palma y salgo corriendo. Él estará bien, nadie lo molestará si se queda allí. Espero que no haya nadie cuando regrese.

Corro por los pasillos hasta encontrar el número 638. Queda cerca del aula de matemática y tengo que agacharme para que no puedan reconocerme. Coloco la contraseña y lo abro, extraigo unos calzones de Peter Pan y los shorts de fútbol. Menos mal que están aquí y no en los vestidores de hombres.

Cuando termino, recojo todo y vuelvo. Un grito me estremece y un tipo espantado sale del baño. Me observa, se detiene, me agarra del brazo y me dice, completamente aterrado:

―Alguien cometió un asesinato allí dentro. Voy a llamar a seguridad.

Ay, no.

Niego y lo sostengo lo más pasivamente que puedo.

―Lo que tienes que hacer es respirar. Parece que te ahogarás.

Su boca se abre y trata de no hacerlo. Está aterrorizado, en serio piensa que alguien murió. Trato de buscar en mi memoria algo que pueda servir de la clase de biología, así podría hacer lo necesario.

―Lo que has visto es un amigo mío con una insuficiencia renal crítica. Fui a buscarle un cambio de ropa para que pueda llevarlo al médico. Tiene una cirugía programada que puede adelantarse más de lo previsto, y tengo que moverme rápido o se desangrará, y ahí sí que morirá.

En realidad, eso parece asustarlo más. Para tranquilizarlo, le doy una sonrisa.

―Podrías custodiar la entrada hasta que salgamos. Si alguien viene, golpea la puerta cinco veces. Me darás tiempo hasta que pueda limpiar todo. ¿Te parece bien?

Ingreso en el baño y busco a Mittchell con la mirada. Está con las piernas abiertas y el líquido corre hasta sus muslos. Parece una verdadera escena de crimen.

―¿Insuficiencia renal? ¿En serio?

―Perdón. No actúo bien bajo presión.

―Al menos me avisas.

Me encojo de hombros y le paso la ropa limpia. Saco una toalla de mi bolso, la que uso para los entrenamientos, y la humedezco. Se la paso para que se seque y se envuelva. El agua caliente le ayudará a paliar el dolor, pero debo llevarlo al hospital antes de que su condición empeore.

Sale una vez vestido. Gracias al short negro no se notaba el agua que chorreaba un poco de la tela.

―¿Nos vamos?

―¿Creíste que te dejaría desangrándote en la escuela? Por favor.

―Bien, vamos a mi auto. ―señala y yo lo sostengo por los hombros.

El chico sigue en la puerta, observando el panorama para que no aparezca nadie. Chequeo mi teléfono. Faltan menos de veinte minutos para que las clases acaben y empiece el receso más largo. Hay que apurarnos.

―¿Mittchell? ¿Tienes insuficiencia renal? ―pronuncia, incrédulo. Él revolea los ojos y se apoya en él para caminar. Le cuesta, porque con cada punzada de dolor se dobla en dos y se le sacuden las piernas como gelatina.

Llegamos a la puerta en el momento exacto en el que la campana suena. Afortunadamente, ya nos falta muy poco para llegar al estacionamiento.

―¿Dónde están tus llaves? ―pregunto.

―En el bolsillo del pantalón.

Qué genial. Ahora tenía que tocar su sangre. Ni yo lo hacía con la mía.

―Guacala. No, hazlo tú. Es tu auto. ―me rindo. Le lanzo la mochila y él busca donde le he dicho. Me las entrega, sin ningún tipo de líquido raro. Gracias al cielo.

Con el adolescente desconocido lo subimos en la parte trasera, a lo largo y de costado. Le doy las gracias y le digo que no tiene por qué perderse el rato libre. Mittchell maldice una y otra vez mientras se agarra allí abajo.

―¿Qué mierda tenías en la cabeza cuando pediste ese deseo? Carajo, pensé que era cosa de una vez.

―Mucho porcentaje de alcohol. ―contesto. Meto primera y salgo marcha atrás. En el proceso, golpeo sin querer un descapotable rosado―. Mierda.

―Creo que ya diste tu golpe final, Cerecita.

―Qué gracioso. Es tu auto, te castigará a ti, no a mí. ―me carcajeo. Más ira Vulcanita, qué bonito, incluso rima.

Oh sí, ahora tendrá un motivo real para enfadarse.

Me preocuparé por eso luego. Tengo que llevar a Mittchell al hospital y rogar porque los doctores crean la historia que tengo planeada.

 Tengo que llevar a Mittchell al hospital y rogar porque los doctores crean la historia que tengo planeada

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.


¡Hola, estrellitas! Este es el segundo cap sorpresa. No voy a dejarlos con la intriga por mucho tiempo. Pronto lo subiré :)

¡Espero que les haya gustado!

Los quiero,

Euge.


Deseo deseo ©Where stories live. Discover now