Capítulo 38 : Silencio

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—Sí, tranquila. —sonrió, pero el gesto no alcanzó sus ojos. —De verdad que todo marcha genial.

Me negué a creerle.

—Entiendo que sean momentos difíciles, en especial por las cosas que han estado sucediendo. —fui cautelosa al elegir las palabras. —Los encarcelamientos, la histeria colectiva, Mitch fallecido. Sé que no lo conocías, pero eso no hace que su muerte sea menos impactante. Yo aún lo sigo procesando. —realicé una pausa esperando que añadiera algo. Willow mantuvo el silencio. —¿Es algo que te afecta, algo de lo que deberíamos hablar?

—No.

—Si no es eso...

—Nada. —me interrumpió. —En serio, nada.

—Sólo trato de ayudarte con lo que te tiene tan pensativa. Puedes desahogarte conmigo.

Removió su comida sin alzar la vista.

—Ya, ¿y qué quieres que diga?

—No sé, lo que te nazca. —declaré. —Es normal sentirse mal de vez en cuando. Por las dificultades de la vida, el mundo en colapso, amores que no duran...

—Te dije que no pasa nada, mamá. —expresó en un tono inexpresivo que nunca antes le había escuchado. —Si quieres que llore porque Kara Montgomery perdió a su hijo o porque el pueblo se cae a pedazos, entonces dímelo y empezaré a hacerlo de una vez. Así no tendré que soportarte preguntándome una y otra vez si estoy bien. ¡Obviamente estoy bien! ¡Estoy perfectamente bien! —tomó aire, agitada. Entonces se puso en pie recogiendo su plato. —Ya se me quitó el apetito. Guardaré la comida para que no se dañe.

Y con ello, abandonó el comedor.

Pese a que su actitud me dejó estupefacta, decidí darle el espacio que necesitaba. Temía que presionarla demasiado tuviera el efecto contrario a ayudarle. Intenté convencerme de que su reacción era provocada por la tensión que se vivía en Hampton tras el embrollo de las bandas criminales. Las personas estaban nerviosas y susceptibles, era normal que incluso los chicos estallaran de repente.

Había una voz, no obstante, que insistía en lanzarme advertencias. Llámenlo instinto maternal, sexto sentido o como quieran. El hecho es que la sentía pulsando con fuerza en alguna parte de mi pecho. Quería estar equivocada, pero mientras miraba a Willow volverse más y más retraída, entendí que había motivos reales para mantener un ojo sobre ella.

A duras penas logré convencerla de asistir al funeral de Mitch. La renuencia era otra característica impropia de su comportamiento. Willow acostumbraba ser amable y atenta. Esta vez, sin embargo, actuó con total impasibilidad, como si estuviera deseosa de abandonar el lugar. De hecho, en cuanto tuvo la oportunidad de escabullirse lejos de la muchedumbre que se congregaba en torno al féretro, lo hizo. No fue sino después de una hora que su padre y yo la interceptamos andando por la carretera con dirección al centro del pueblo, la misma carretera que conectaba con un tramo de Enfield Street.

—¡¿Perdiste la cabeza?! —la riño Chris una vez que se subió al auto. —¿Tienes idea de lo peligroso que es andar por ahí sola? ¿Y dónde dejaste tu teléfono?

—Hemos estado buscándote por todas partes. —hablé antes de que pudiera responder. —Incluso Nat estuvo llamándote y enviándote mensajes. Si vas a escaparte al menos avísanos.

—No. Olvídate de desaparecer. —dijo su padre lanzándole una mirada severa a través del retrovisor. —Son tiempos duros, nadie debería tentar a la suerte recorriendo una calle peligrosa. Si querías irte antes de que el funeral terminara, debiste decírmelo.

Willow no intentó justificarse. En lugar de ello, murmuró un débil:

—Lo siento.

Su tono no sonó arrepentido o emocional. No sonó de ninguna forma. Traté de mostrarme indiferente ante la mirada ausente y el temblor que, por instantes, dominaba el movimiento de sus manos. Sin embargo, me había vuelto lo suficientemente observadora para saber que ese pequeño gesto ocultaba una emoción más intensa. Quizá a causa del funeral, de vivir en el foco de la delincuencia o de algún altercado con Nat u otra de sus amistades. No lo sabía.

El Día Que Las Estrellas Caigan ✔ (Destinados I)Where stories live. Discover now