III

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Alba aprovechó – y agradeció – los siguientes minutos en silencio para observar con mayor detenimiento a Natalia, que no parecía tener intención de apartar la vista de la carretera. Tenía la mandíbula incluso más afilada de lo que le había parecido en un principio; los dedos, finos y muy largos, venas marcadas. El mandala era precioso. Se había descubierto a sí misma hipnotizada con él cada vez que la morena cambiada de marcha.

-¿Tengo algo en la cara? – bromeó para romper el hielo 

-No. No – se apresuró a responder

-Ah, no sé. Como llevas un buen rato mirándome… - continuó divertida

-Perdona

-No me ha molestado, tranquila. ¿Estudias?

-Sí. Una licenciatura. Empresariales – respondió escueta

-¿Empresariales? No te pega mucho 

Natalia detuvo el coche pero por el momento, ambas parecían querer alargar la conversación.

-¿Por? – preguntó curiosa

Por primera vez en toda la noche, se decidió a establecer contacto físico con Alba

-¿Puedo? –. Alargó la mano hasta dejarla muy cerca de las suyas, esperando que aceptase

Finalmente, la rubia aceptó posar sus manos sobre las de la guitarrista. Le parecieron algo ásperas, pero nada desagradables. Eran cálidas; resultaba agradable y reconfortante que unas manos tan firmes protegiesen las suyas en aquel instante, tan diminutas en comparación.

Natalia recorrió con los pulgares las líneas de sus palmas con suavidad, trazando un mapa en relieve de cada uno de sus pliegues. Su respiración se agitó ligeramente, acompañando a la de la morena, que desde que habían entrado en contacto había descubierto un incremento sorprendente del número de latidos en su pecho. El ambiente estaba cargado de una energía lo suficientemente potente como para asustar a Alba y embaucarla al mismo tiempo.

-¿Y bien? – preguntó la rubia finalmente cuando recuperó por fin el control sobre su sentido del tacto

-Tienes manos de artista – sentenció la morena, dejando entrever unos dientecitos blancos y diminutos bajo la sonrisa – De pintora

-¿Qué dices? No – replicó exaltada – Vamos, anda, que a este paso nos cierran todos los locales de Madrid

A diferencia del garito en el que había tenido lugar el concierto, aquel estaba mucho menos concurrido, que no vacío. La cola no era descomunal, pero sí que tendrían que esperar un rato para poder acceder. Alba plisó varias veces los bajos del vestido, convencida de que estaba demasiado arrugado, mientras que Natalia le repetía una y otra vez que estaba perfecto.

Al cabo de diez minutos, la rubia empezaba a impacientarse

-Vámonos – pidió

-Pero…si sólo hay diez personas por delante de nosotras. Vamos a entrar ya mismo – respondió, tratando de disuadirla - ¿Segura? – La chica se cruzó de brazos, pensativa

-No lo sé

-Eh – Natalia colocó un dedo debajo de su mandíbula, consiguiendo que la mirase a los ojos sin tener que hacer a penas esfuerzo - ¿Qué pasa?

-Es que…Marta y los demás estarán preguntándose dónde estoy. Estarán preocupados

Lejos de atribuirse parte de la culpa que le correspondía, la guitarrista no tardó demasiado en encontrar una solución

-Tengo una idea – le aseguró con firmeza 

-Tú dirás

-Ahora te lo cuento dentro. Vamos a entrar ya – apuntó, señalando justo detrás de ella

Un garito en Madrid Tahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon