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-Qué susto padre – respondió primero la mayor – Vamos a ir a casa de Marta, tal y como le dije

-Ah, ¿sí? Enséñame qué llevas en la bolsa

-Padre… - comenzó Marina

-Tú a callar, jovencita. No estoy hablando contigo – inquirió, algo más tenso

-Padre. Son solo nuestros pijamas. No veo la necesidad de… - intentó disuadirlo sin éxito

-He dicho que me la enseñes. O de lo contrario, tendré que cogerla yo mismo – sentenció de manera casi amenazante

La mayor se dio cuenta rápidamente de lo que estaba pasando.

-No creo que sea necesario – enfrentó Alba con cautela

-Dame esa bolsa ahora mismo – Negó - ¡Ahora! -. Sin saber muy bien por qué, se negó una segunda vez. Nunca, jamás, le había llevado la contraria a su padre hasta ese mismo momento. Y quizás era el momento. Don Ángel, con una ira perfectamente comedida, abofeteó a su hija mayor con la suficiente energía para hacerla trastabillar hasta dar con la pared del pasillo. Marina, aterrada, no pudo hacer otra cosa que llevarse las manos a la boca para ahogar el grito que instintivamente estaba a punto de soltar. Sabía que si intervenía, su castigo podría llegar a ser incluso peor

-No pienso darle mis cosas – respondió Alba mientras se frotaba la mejilla, dolorida – Ni pienso quedarme aquí

-Serás maleducada… - bufó con violencia, ya visiblemente alterado – No voy a permitir que te corrompas ni que corrompas a tu hermana

-Corromper… -. Alba consiguió estabilizarse para confrontarle, recibiendo un segundo golpe que hizo brotar la sangre de su labio inferior casi de inmediato.- Corromper, padre – su mirada, lejos de arrojar miedo, desprendía liberación – es hacer que unas hijas vivan bajo un régimen que, por mucho que a usted no le guste, se ha acabado. Corromper es hacer creer a esas hijas que cualquier cosa que se salga de las normas de ese régimen está mal, es obsceno y es un pecado

-Alba… - musitó Marina, incapaz de moverse

-Marina, nos vamos – esbozó con contundencia

-¡He dicho que nadie va a salir de esta casa! – gritó encolerizado, asiendo el brazo de la mayor con fuerza, inflingiéndole todo el daño posible de manera deliberada

El sonido del timbre hizo que los tres se girasen súbitamente hacia la puerta

-Es Marta – señaló –. Al menos, abre la puerta y dile que se marche. Ni ella ni sus padres tienen por qué enterarse de todo esto

Bingo. Alba había dado con uno de los escasos puntos débiles de su padre: el deseo de conseguir a toda costa mantener una imagen de familia perfecta y bien educada de cara al mundo exterior. Marina la miró con cara de extrañeza, a lo que su hermana esbozó un gesto de tranquilidad, musitando un “confía en mí” inaudible.

-Apártate de la puerta – accedió Don Ángel finalmente -. No voy a consentir que os veáis ni habléis

Alba hizo lo que su padre le había ordenado y se colocó tras el marco de la puerta del salón, instando a su hermana para que se colocase detrás de ella. Tan pronto como hubo abierto a penas un palmo de la puerta, un violento golpe al otro lado de la misma hizo que la madera golpease al patriarca, dejándolo ligeramente aturdido.

-¡Natalia! – gritó Marina casi al borde del aplauso

-¿Alba? ¿Marina? ¿Estáis bien? – preguntó, respirando agitadamente. En un par de zancadas logró situarse junto a ambas hermanas

Un garito en Madrid Nơi câu chuyện tồn tại. Hãy khám phá bây giờ