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-¿Pero bueno? ¿Qué hora son estas de aparecer? – El padre de Alba ni siquiera apartó la vista del periódico

-Lo siento – se disculpó, apresurándose a cerrar la puerta - ¿Y mi madre?

-En el baño, preparándose para alguna de sus reuniones 

La encontró, efectivamente, en el baño, con los rulos aún puestos mientras acababa de maquillarse, muy discretamente, por supuesto. 

-Hola – saludó, precipitándose al interior

-Alba. Te he dicho mil veces que no quiero que entres – respondió malhumorada. La rubia se apresuró a retroceder hasta apoyarse en el marco de la puerta – Hola. Llegas tarde –. Su madre tampoco pensaba que mirarla fuese más importante que acabar de distribuirse la sombra de ojos correctamente

-Lo siento – se disculpó de nuevo – Anoche nos fuimos a dormir tarde

-Espero que llegaseis a una hora decente. No quisiera que los Sánchez pensasen que no te hemos educado correctamente

-Por supuesto -. Tuvo que morderse la lengua para no decirle que, de puertas para adentro, los padres de Marta eran más hippies que John Lennon y tendían a volver a casa más tarde que su propia hija

-Así me gusta – sentenció, dando por concluida la conversación

Regresó a la cocina. Su padre continuaba en la misma posición, leyendo lo mismo, aunque con menos café en la taza. El reloj de la pared marcaba la una de la tarde, lo que significaba que disponía de poco más de una hora para ducharse antes de comer y planear el encuentro con Natalia. Y lo más importante: engañar a don Ángel Reche para que la llevase a la facultad con una excusa medianamente convincente. 

-Padre – utilizaba aquel educado apelativo cuando necesitaba algo. A su padre le encantaba. Le hacía sentir respetado – Necesito que me lleve después de comer a la facultad – enunció con su tono más serio y educado

-¿Para? ¿Y tu coche?

-Necesito recoger unos libros. Le he prestado el coche a Marta. El suyo está en el taller. Me lo devolverá esta tarde – explicó

-¿Libros? Estamos en verano – apartó el papel de su cara, dedicándole un gesto interrogante

-Estamos a finales de septiembre, padre. La universidad empieza en dos semanas y me gustaría ir preparándome. Así podré mantener las notas. Además – continuó, viendo que la excusa parecía cuajar al ver su gesto más relajado – usted siempre dice que adelantarse a los demás es la clave del éxito

Don Ángel se atusó el perfecto bigote mientras sostenía el periódico en la otra mano. Sopesaba las palabras de su hija, la estudiante brillante y primera de su clase con el mayor porcentaje de matrículas por curso.

-¿A qué hora necesitas que te lleve? 

-A las tres y media estaría bien – Tuvo que contenerse para no saltar de alegría ante el inesperado éxito de su plan – Gracias, padre

El hombre volvió a sus noticas y ella corrió hacia su habitación. Antes de llegar, se detuvo delante de la puerta de la de su hermana. Desconocía si estaba allí, pero el sonido del tocadiscos del interior le indicaba que así era. 

-¿Marina? – llamó, pero el volumen era demasiado elevado - ¡¿Marina?! – llamó más fuerte, sin respuesta aparente. De pronto, la puerta se abrió dejando ver a su hermana envuelta en una bata con flores bordadas y una toalla enrollada en el pelo

-¡Alba! – tiró de su brazo con ímpetu, arrastrándola al interior de la habitación y cerrando la puerta a continuación - ¿No llegas un poco tarde?

Un garito en Madrid Where stories live. Discover now