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Estampó otro golpe contra su mejilla sin ningún tipo de misericordia. El rostro le ardía como si su piel estuviera encendida, pero no cedió, había pasado la última hora lamentándose y pidiendo clemencia pero después de tanta ignorancia y golpes por parte de su agresor prefirió callarse.

¿Así que no vas a hablar, eh?

La víctima le miró con miedo y pesar. Las preguntas que aquel sujeto le hacía no tenían sentido, no sabía que debía responder, por lo que sólo se limitaba a evitar sollozar. Aquel extraño había estado golpeándolo por una hora, buscando respuestas que él no podía darle.

Sólo podía sentir pesadez en los ojos por las lágrimas que amenazaban con salir, más el desagradable sabor metálico que había en su boca.

Lleno de cólera, el hombre levantó el puño de nuevo y el joven se preparaba para recibir otro golpe en su ya magullado rostro cuando alguien irrumpió en la habitación.

Sólo en aquel momento se había fijado realmente en dónde se encontraba desde que le habían quitado aquel saco negro de la cabeza. Era una habitación sin ventanas, con paredes y suelo gris de concreto. La poca iluminación de la habitación la proveía una bombilla colgada justo sobre la silla de madera a la que se encontraba atado.

En ese momento su agresor dió un paso hacia atrás permitiéndole detallarlo un poco más con la iluminación que este recibía.

No era muy alto, de hecho estaba seguro de que era más bajo que él. Pero tenía buen físico y una mirada que lograba erizarle la piel. El sujeto le habló con molestia al que había interrumpido la tortura.

—¿Qué quieres, Taeil?—peinó con una mano su cabello hacia atrás—¿No ves que estoy ocupado?

—Claramente—el tal Taeil contestó con desinterés—Te necesitan en el salón.

El extraño frunció el ceño.

—¿Qué? ¿Para qué?

—Ni idea—se encogió de hombros—Pero son órdenes del jefe.

El solicitado puso los ojos en blanco y se encaminó hacia la puerta, dónde fue detenido por su compañero.

—Hey—lo detuvo poniendo una mano en su pecho para luego señalar al chico en la silla, quién había sido muy rápido en agradecer la salida de su agresor—Debes traerlo a él.

El muchacho se giró a mirarlo con una expresión de maldad sobre su inescrutable rostro.

—Pero mira que el mudo tiene suerte—dijo desatando la soga que lo ataba a la silla aunque seguía teniendo las manos amarradas. Lo levantó de un golpe y con ayuda de Taeil se encaminó a llevarlo hasta el área a la que llamaban salón—Vamos a dar un paseo.

El edificio en el que se encontraban tenía a penas dos plantas, siendo la segunda completamente visible desde abajo. Pasaron varios compartimientos iguales, todos con números en las puertas, las cuáles eran de metal con pequeñas aberturas con barrotes en el medio.

Notó que algunos de estos compartimientos no estaban vacíos. Fue capaz de indentificar varios pares de ojos asomándose por las rendijas. Muchos de ellos gritaban.

¡Déjenme salir!

—¡Váyanse al demonio!

—¡Hey! ¡Tú! ¡Sí, tú! ¡Sácame de aquí!

Entre muchos más que no llegó a escuchar.

Todavía estaba aturdido por la golpiza que recibió del compañero de Taeil, por lo que apenas notó cuando llegaron a un área más abierta de la edificación.

𝗔𝗣𝗢𝗖𝗔𝗟𝗜𝗣𝗦𝗜𝗦  | T᙭TDonde viven las historias. Descúbrelo ahora