Diente de León

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Llevaba ya una semana con mi abuela, mis padres y mi tía me habían llamado ya cuatro veces, tal parecía que si se habían preocupado por ella y su repentina visita a su abuela.
Los había calmado, esa semana había enviado todas sus tareas a los correos de sus profesores. La directora había enviado un mensaje a su bandeja informando de las vacaciones. Una semana y sería libre de tareas y estudio un tiempo.

Ericka le había ayudado con la tarea y también le contó sobre su universidad, tenía un campus muy grande y maestros muy capaces, además, su carrera le encantaba, administración. Tenía pasatiempos como el karate y el box.
Esa tarde después de enviar la tarea, Ericka le estaba enseñando como golpear la pera. Eso le quitaba estrés y como ya le había contado sus problemas recientes a la ojilila, su amiga decidió mostrarle artes marciales que eran una excelente terapia para sacar toda la ira y la presión contenida.

Lacie ponía todo su empeño en dar golpes y patadas, imaginaba todos los eventos traumaticos que había pasado esos últimos meses y se desquitaba con la pera.

Margareth, la madre de Ericka, les ofreció limonada y Ágata, su abuela, les contó historias sobre los antepasados de la familia.

—En esta pequeña ciudad, existieron seres mágicos, habitaban los bosques y de vez en cuando se relacionaban con los humanos. Algunos hacían tratos para curar enfermedades y otros arreglaban matrimonios para preservar su especie.

—Abuela, ¿nuestra familia hizo algún trato con algún duende por oro? Porque si es así, tal vez la olla siga escondida por ahí.

—Pues ahora que lo dices, mi abuela decía que nuestra familia estaba relacionada con hadas, un antepasado tenía una hija enferma y para curarla, acordaron casarla con un príncipe hada.

—¿Era como Campanita?

Lacie estaba metida en la conversación ahora, le parecía atractivo un mundo con Hadas, magia y seres extraños.

—Jajaja, tal vez, yo nunca he visto ninguna.

Ágata reía por las ocurrencias de las dos chicas, parecían niñas. Al menos ella así las veía.

—Cielos Agy, ahora me dan muchas ganas de ir al bosque cercano a buscar duendes. Sabes, me gustaría un convertible.

—Lacie, ¿qué no sabes que los duendes son gruñones? Te engañaría y no te daría tan fácil el deseo que le pidas. Debes acorralarlo para amenazarlo y obligarlo a concederlo o...

—Ofrecerle mi mano en matrimonio.

—Abuela, ¿te imaginas que Lace terminara casada con Leprechaun? Sería asquerosamente rica.

Ericka había hecho referencia al duendecillo de las películas de terror bajo ese nombre. Ahí los duendes eran horrendos y muy depravados. Lacie se asustó.

—Pensándolo mejor... Quien querría casarse, basta con obligarlo. Tendré un trébol de cuatro hojas siempre por si acaso.

Esa noche harían la parrillada, cada chica se había ido a duchar y preparar para eso.

A las dos horas ya se oía el bullicio y la música fuerte, Cindy Lauper cantaba a todo pulmón su desamor. Lacie pidió cambiar de artista y de estilo. No quería saber nada sobre corazones rotos.

La música cambió a Merenglas y a Celia Cruz, los vecinos se habían juntado y bailaban en el patio. Ericka tenía de pareja a Jack, el chico de enfrente, tenía 14 y pasaba por la peor fase de la adolescencia. Sin embargo, ni él con toda su amargura, se pudo resistir al encanto de Ericka. Sonreía con alegría mientras daban vueltas por el césped.

Ágata y Amelia, las abuelas de las dos chicas, hicieron un brindis por sus nietas, seguido de aplausos y silbidos. Los vecinos estaban muy contentos y algunos contaban experiencias de la infancia, todos ellos habían sido cuidados por las señoras y también habían cuidado de las jovencitas cuando eran niñas.
Una lista interminable de travesuras se enumeró y las carcajadas no paraban.

—Ericka siempre trepaba árboles y también Lacie, las dos siempre estaban en las copas del viejo árbol de naranja y los limoneros.

—Y como olvidar su extraño gusto por preparar té. Arrancaban cualquier yerba del bosque o del jardín y la ponían a hervir. Muchas veces tuvimos que regañarlas por esa misma razón.

Las dos estaban rojas, vaya que habían dado mucha lata de niñas.

—Por mi parte, yo recuerdo que ellas decían que querían cavar un túnel que las llevara a China. Las veía cavar en el bosque cuando las iba a buscar. Tenían una gran imaginación.

Jack reía y ellas se encogían en sus asientos, su infancia había sido muy inusual quizá, porque no eran niñas tranquilas, eran curiosas y llenas de energía.

La noche pasó con éxito y las chicas durmieron en casa de Amelia. El día siguiente, sábado, lo usarían para ir al bosque. Querían recolectar fresas silvestres y moras.

De nuevo ese sueño... Ese chico detrás de Ericka, parece estar diciendo algo...
"Aengel"...

Lacie despertó de golpe y Ericka también, las dos sudaban y estaban muy alteradas.

—¿También tuviste una pesadilla?

—Si... Un chico estaba tras de ti...

—Que curioso, también soñé que había alguien tras de ti, sólo que no podía ver su cara. Y bien, ¿cómo era mi acosador?

—Rubio... Y extranjero.

—Menos mal... Sabes, creo que estuvimos viendo muchas películas de terror ayer.

—Si, mejor veamos comedias y algunas series de romance.

Las dos trataron de olvidar sus pesadillas y se ducharon, bajaron a desayunar y se llevaron algunas cosas para almorzar en el bosque. Emparedados de crema de avellana, jugo, agua, cargadores solares y una bocina.
Ericka además llevó una navaja y vendas por si acaso. Lacie dulces y botanas.

Las dos estaban aún asustadas por las pesadillas pero no querían hablar de eso y alterar a la otra.

—Volveremos por la tarde Abuela.

—Ame, dejé algunos documentos en mi buro que deben enviar a la universidad, por favor dile a mi abuela.

—Vayan con cuidado queridas, no se adebtren mucho en el bosque, puede ser peligroso. Les prepararé una comida para chiparse los dedos.

—Gracias abuela, vendremos a comer con gusto.

—Con esa promesa, claro que me apunto a venir a comer.

Tomaron sus mochilas y se despidieron. Cuando llevaban unos cuantos metros, Amelia sintió algo raro, una opresión en el pecho. Quiso pedirles que volvieran pero se detuvo, sólo debían ser cosas de anciana.

FLORACIÓNWhere stories live. Discover now