El Fantasma de mi Futuro

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Llegar a vivir a una ciudad grande trae consigo una cantidad infinita de problemas. Esta es la historia de un primíparo en Bogotá, y que desgraciadamente, es mi historia:

Cuando llegué a Bogotá tuve que adaptarme el cambio: pasar del colegio a la universidad, cambiar los grandes campos por callejones y los desniveles del terreno por huecos y calles lunares.  Luego llegaban las advertencias de familiares como no hablar con nadie, la inseguridad en las calles y que no saliera que porque al hijo del vecino de la tía del carnicero de la esquina que tenía un negocio de tapetes a dos cuadras le habían saqueado la tienda, de igual manera yo nunca cargaba tapetes conmigo así que me tenía sin cuidado.

Algo que desde el comienzo comenzó a crecer casi de inmediato con mi llegada fue mi desconfianza hacia el transporte público, nunca estaba completamente seguro si un bus me llevaba a mi destino o no y desconfiaba de los cartelitos con los destinos que se colgaban en la parte delantera. Así que siempre que me subía al bus preguntaba:

—Perdón —decía ruborizado—. ¿Pasa por la Universidad Javeriana?

—Si joven —respondía el chofer o algún pasajero.

—¿Podría avisarme dónde bajarme? —decía yo mientras me sentaba.

Casualmente sí que me avisaban, pero con un desfase de más de cuatro cuadras.

Pero todo esto cambió cuando me comencé a percatar de una extraña presencia que me seguía en los buses. Al principio lo tomé como un pasajero más, pero poco a poco me fui dando cuenta que sin importar el bus al que me subiera siempre aparecía sentado en la misma silla observándome.

Era un hombre viejo, alto y delgado con una bata blanca de laboratorio que me observaba fijamente mientras anotaba todo en una extraña libreta.

—¡Cosas de la capital! —pensé, pero a medida que los semestres pasaban me iba inquietando más hasta que llegue al punto de no resistir y decidí tenderle una trampa.

¿Quién era aquel viejo que me seguía? ¿Algún bromista que intentaba atormentarme? ¿Acaso mi vida era un constate experimento y este hombre era el encargado de anotar todo? ¿Los marcianos habían invadido la tierra e intentaban infiltrarse?

Todo esto rondaba por mi cabeza al momento antes de subirme al bus. Específicamente ese día había madrugado más de lo normal y pensaba tomar el bus desde el primer paradero, de esta manera podría saber en qué momento aquel extraño viejo se subiría. Así lo hice y para mi sorpresa este nunca se subió, por alguna razón que escapaba de mi lógica parecía que este ser siempre iba un paso más delante de lo que yo. Continué mi viaje concentrado en una lectura, un tramo más adelante noté que nos encontrábamos en medio de un gran trancón, me asomé por la ventana del bus ¡Y para mi sorpresa aquel viejo se encontraba en el bus de al lado observándome y anotándolo todo en su libreta!

Fue la última vez que lo vi, ni le di importancia, estudiaba Ingeniería Electrónica y necesitaba concentrarme más en la universidad para poder graduarme. Pero con el paso de los semestres aquel extraño anciano no abandonaba mi cabeza y cada vez me generaba más intriga. Tanto así que cambié uno de mis mayores sueños de mi infancia por la búsqueda de ese extraño ser.

Desde que tuve consciencia siempre me decliné por especializarme en robótica, sin embargo aquel enero de 2016 decidí investigar una nueva rama de la física que estaba naciendo: «Neutrónica temporal».

Era algo muy sencillo: Los neutrinos, que son partículas subatómicas que viajan por el universo y nos atraviesan constantemente, al parecer (o al menos un tipo de ellos) interactuaban con las ondas electromagnéticas del rango visible y podían almacenar la energía recibida de manera precisa. En otras palabras, un neutrino podía almacenar recuerdos de la luz que había recibido durante toda su vida. ¡Eso significaba que en teoría se podría investigar el pasado a partir de los patrones de oscilación de los neutrinos!

ENTRE REDES  y otros cuentos...Where stories live. Discover now