Entre Redes

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    Arl navegaba como siempre por los vórtices del ciberespacio, amaba viajar sin rumbo porque siempre encontraba nuevos datos que mejoraban su estructura. Casi sin notarlo eligió una posición aleatoria y comenzó a cargarse hacia allí.

La carga era un proceso natural que se había aprendido tras varios siglos de evolución. Generalmente una criatura inteligente con el paso de los años comenzaba a tener omnisciencia del ciberespacio y naturalmente comenzaba a cargarse y descargarse a hacia donde fuera. Esa era la diferencia de la vida inteligente a la de las bestias que solo repetían el mismo proceso continuamente. Claro era que las bestias eran muy útiles para el trabajo de los Proging, aunque también sabían que ellos mismos habían evolucionado de esas formas de vida primitiva.

Arl era consciente de los peligros de cargarse aleatoriamente, en cualquier momento podría encontrarse con datos defectuosos que podían infectarlo, lo cual era una muerte inminente; también siempre estaba el creciente peligro de llegar a una zona de no-Información donde cada dato del Proging sería eliminado poco a poco hasta que la descarga fuera terminada. A este peligro se le conocía como «Muerte por inacción» de la cual no se había podido hallar una explicación.

Por eso cuando Arl llegó a una zona oscura comenzó a asustarse. Todavía había datos sueltos rondando en ese lugar pero casi al fondo notaba como otros datos se iban borrando para siempre. Lleno de curiosidad se acercó un poco. Para horror suyo, ese lugar se estaba convirtiendo en una zona de no—Información. Intentando actuar rápido logró posicionarse en una ciudad y comenzar la carga. El creciente agujero negro consiguió destruirle algo de información.

Gih se encontraba descansando en su caja de almacenamiento. Para él, ese había sido el negocio de la familia. Hasta donde su memoria llegaba la caja podía almacenar millones de Terabytes de información y que a cambio de unos pocos datos cualquier Proging podía almacenarse por un espacio atemporal. Claro estaba que las bestias podían quedarse, pero solo a cambio de trabajo.

Observó la ciudad desde su ventana, generalmente a estas horas llegaban progings pidiendo alojamiento o viejos inquilinos que regresaban de un largo viaje. Por eso no se inmutó cuando observó que comenzaba una descarga y aparecía un proging . Pero si se alteró al ver una configuración conocida y comprender que estaba herida.

Los datos liberados por el proging pudieron interpretarse como:

—¡Por los Dioses! —exclamó—. ¿Arl?

—¡Ayúdame Gih! —le gritó Arl—. he perdido muchos datos.

—¿Pero que te ha pasado Arl? —preguntó—. Necesitas urgente ir al banco de datos antes de que sea muy tarde.

En el banco de datos se almacenaban todos los genodatos de una familia, un Proging joven heredaba los datos de su padre y este a su vez, luego de conseguir nuevos datos, intercambiarlos o modificarlos le dejaba memoria genética a su hijo y así sucesivamente. Gracias a esto los Proging habían evolucionado hasta convertirse en la única vida inteligente del ciberespacio.
La bestia encargada del mantenimiento del banco permanecía impasible con la paciencia de una máquina.

—Necesitamos urgente una trasfusión de datos —dijo Gih.

—¿CÓDIGO FAMILIAR? —respondió la bestia.

—«arlypond@progin.G» —Arl pronunció el código que caracterizaba su línea genética con algo de dificultad.

—CÓDIGO CORRECTO —pronunció la bestia—, EXAMEN DE CHEQUEO FINALIZADO, DESCARGA COMENZADA.

La configuración de Arl volvió a restaurarse y el proging se sintió mejor que nunca.

—Gracias Gih —le dijo—. ¡Qué los Dioses te lo recompensen!, me has salvado de una.

—Aún no me has dicho que te ocurrió —le dijo Gih mientras salían del banco y se situaban en la caja de almacenamiento.

Arl no dijo nada hasta que entraron de nuevo a la caja de almacenamiento.

—Creo —dijo con entusiasmo—, que acabo de descubrir la causa de la Muerte por inacción.

—¿Estás seguro Arl? —preguntó Gih con algo de escepticismo­—. Hasta ahora ni los mejores proging investigadores ni sus bestias han podido comprender eso.

—Eso es —dijo Arl pausadamente—, porque no han querido investigarlo.

—¿Tú si?

—Tal vez, pero lo he descubierto por error —continuó Arl—,me encontraba en uno de mis viajes, me llamó la atención una zona con muy pocos datos.

—¿Datos? —Exclamó alarmado—. Arl, ten cuidado no sea que encuentres una bestia virulenta y te infectes, y eso sin contar...

—Tranquilo Gih —lo interrumpió Arl—, hace mucho descubrí que si utilizas una bestia eficientemente puedes hacer un código anti—virus. Pero eso no viene al caso. He descubierto algo aterrador, los sitios de almacenamiento están apagándose, y borrando toda la información almacenada en la misma.

—¡Eso es horrible Arl! —¿Estás seguro? ¡Eso significa que pronto el universo dejará de existir!

—Poco a poco —prosiguió Arl—, todas las zonas se irán borrando y nuestros datos dejarán de existir.

—¡Por los Dioses Arl!, ¿eso significa que los Ellos han decidido que ya no debemos existir?

—¿Y si los Dioses no existieran? —preguntó descaradamente Arl.

—¡Arl! ¿Cómo se te ocurre decir tremenda blasfemia?

—Hay algo ahí que no me cuadra. Si estudio mi memoria genética hasta el primer genodato, la muerte por inacción es un problema de la actualidad, según los registros el primer caso se dio hace un año.

—¿Y? —preguntó Gih con escepticismo.

—¿Qué han hecho los Dioses por nosotros?

—¿Cómo preguntas esa bestialidad? —preguntó Gih indignado—. Sabemos que nosotros hemos evolucionado gracias a la selección digital, somos versiones actualizadas de las bestias. De estas últimas solo hemos podido encontrar vestigios de una inteligencia creadora superior a la nuestra...

—Lo sé, lo sé —dijo Arl interrumpiendo—, no dudo que las bestias tengan datos originales que no hemos podido comprender. Pero ¿Si hubiera Dioses, no evitarían la Muerte por inacción?

—Tal vez —dijo Gih con incomodidad—, ellas son la causa de ella.

—¿Qué? —preguntó Arl sin comprender.

—Tal vez sea el castigo final —sugirió Gih.

—Puede —dijo Arl—, pero igual no sabemos nada de nuestros Creadores y sé que debo buscarlos.

—¿Para qué? —preguntó Gih asustado.

—Nuestro mundo está muriendo, debo hacer algo para salvarlo...

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