Capítulo treinta y uno: Cambios

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Eran las siete y media de la noche cuando llegamos a mi casa. Ignoré todas las llamadas que mi papá me había hecho y me arrepentí al instante, porque sabía que me iría peor. Ayy, Natalia, ¿desde cuándo? ¡Qué decepción!

Aparcó al frente de mi casa. Todo estaba oscuro y silencioso, lo único que emitía luz eran las ventanas de luz y el viejo poste de luz. Suspiré y me mordí el labio.

-Tengo que irme ya.

Me acerqué a él, plantando un beso intenso pero rápido, que luego se fue prolongando y en ese momento la puerta de la casa se abrió. Me volví hacia mi papá que me esperaba sereno en el umbral de la puerta, pero de lejos se podía ver el humo hirviente salir por sus orejas. Nunca le había hecho algo así, ni siquiera se le había cruzado por la cabeza que sería capaz de hacer algo así.

-Parece no tener ánimos para un chiste -dice él, y yo le miro-. Lo siento, fue mi culpa.

Negué.

-No, fue la mía.

-Será mejor que te acompañe.

-No, está bien.

-Insisto. -dijo, tomando mi mano.

-De verdad, no te metas en problemas.

Él sonríe.

-Ya los tengo. Los dos los tenemos.

-Cristóbal.

-Estamos metidos en un gran lío.

-Por favor-

-Será mejor que te lleve ya, o sino, se enojará más.

¡Ah, qué insistente!. Suspiré resignada.

-Bien.

Me quité el cinturón rápidamente y bajé de su montero, dirigiéndome hacia mi casa con Cristóbal detrás. ¿Cómo debía sentirme en estos momentos? Es la segunda vez en el año que desaparecía en toda la tarde. Dios, ¿la segunda vez? Me estaba fallando mucho últimamente.

-Alice Natalia. -fue lo único que dijo, cuando llegué hasta el umbral. Me había llamado por mis dos nombres. Iba en serio, estaba muy enojado. Bastante.

Dios, era mi fin.

-Buenas noches, señor Pettit. -habló Cris.

-Buenas noches, Cristóbal.

-Antes que nada, quisiera pedirle disculpas por la hora. Fue mi culpa. Se nos pasó el tiempo volando y a la entrada de la ciudad había mucho tráfico.

Bueno, eso era verdad. Se nos había ido todo el tiempo en los dos, y habían kilómetros de tráfico, para mi gran suerte.

Mi padre sólo asintió.

-Espero no incomodarlo.

-No hay problema. -Cristóbal frunció el ceño confundido por el repentino cambio de actitud de mi papá. No sabía si irse o quedarse, asegurándose de que estuviera bien. También dudó en besarme. Le advertí cin la mirada. Estaba mal ¡Claro que estaba mal!

-Que tengan buena noche. Señor Pettit -le apretó la mano-. Natalia.

Se fue, mirando hacia atrás constantemente. Se montó en su montero y se fue. Mi padre permanecía sereno, era sospechoso, y eso me mantenía intranquila.

Entonces clavó sus venenosos ojos en mí, dejándome helada. Con la cabeza me indicó que entrara, y así lo hice.

Yo sí sabía que mucho cuento tenía su trama.

Cerré la puerta despacio mientras él caminaba lentamente por la sala, con las manos en la cintura. Su espalda y hombros estaban tensionados, trataba de respirar tranquilamente pero se le complicaba. Jamás lo había visto así.

The twilight of our love (Re Editando)Where stories live. Discover now