Capítulo 5

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      ¿Qué...? ¿¿Qué hora es??

¡¿Por qué el sol está tan arriba?!

Había pasado la noche en la intemperie.

Ayer pasé todo el resto del día caminando, continuando la ruta 202 hasta largas horas de la noche y supongo que después de eso me había quedado dormido.

Oh vaya... sucedió de nuevo...

Cinco pokemon; dos hoothoot, un Ocoriwi, y dos antty, estaban inconscientes, tirados, detrás de mí.

Y sí... era lo que yo pensaba... No podían moverse.

Poseo en el follaje de mi espalda unos pequeños frutos verde-amarillentos de un olor muy fuerte y agradable, de sabor irresistiblemente dulce. ¡Ni siquiera yo puedo evitar comerlos de vez en cuando! Estos crecen aleatoriamente en cualquier momento, por lo menos unas tres veces al día.

El problema es que cuando uno los come, queda gravemente paralizado... y estos pobres pokemon no pudieron evitar caer en la trampa.

En palabras sabias de la profesora Quina: ¡El desayuno está servido!

Diosito Arceus, agradezco tu buena voluntad. Gracias por haberme servido este nutritivo alimento sin hacerme esperar.

Perdona a este tu hijo, que no puede evitar ser un carnívoro...

El camino a ciudad Pacífica es relativamente corto.

Recuerdo que la primera vez que pase por esta ruta, Floriana se la pasaba gritando cada vez que aparecía un pokemon salvaje. Ella me lanzaba hacia ellos para que yo les enfrente solo, y sin darme una miserable orden, yo me las tuve que apañar para derrotar a cada uno de los pokemon que aparecían en nuestro camino.

Pero antes de que cualquiera piense que yo era un pokemon muy heroico, debo aclarar que de todos mis intentos por mantener una batalla pokemon, sólo pude atinar una pequeña bofetada a un ekans salvaje que se nos atravesó, provocando su ira y que éste nos comenzara a perseguir hasta largas horas de la noche.

Aunque Floriana no quería que evolucionara en ese entonces, cuando lo hice ya no tuve tantos problemas como antes para enfrentarme a cualquier enemigo.

Hoy camine sin parar hasta las dos de la tarde.

Llegué a ciudad Pacífica y tal y como lo imaginé, todas las personas empezaron a mirarme con extrañeza. Algunos no podían evitar pegar un grito al verme, mientras que otros evitaban mi camino de cualquier forma. En Corchaba me parece que no hay persona que no me conozca, aquí es diferente.

Ya había olvidado lo que se sentía ser el centro de atención.

Un drageon vino corriendo rápidamente hacia mí.

+¡¿Quién eres?! ¡¿Cómo te llamas?! —dijo el pequeño pokemon de aspecto felino, hablando muy rápido.

+Eh... yo... —titubeé.

Gritó de repente alertando más a las personas cerca, provocando que huyeran.

—¡Drageon! —venía corriendo la oficial Mella, llevando una pokéball en una mano, y en la otra algo que parecía ser un arma de fuego— ¿Qué sucede? ¡¿Un pokemon salvaje?!

Rápidamente guardó la pokéball en su bolsillo trasero y sin vacilar ni un instante me apuntó con aquella arma a la cabeza sujetando con las dos manos.

—Jaaa... jaant... jaaant... —balbuceé del miedo, levantando ambas manos en señal de rendición.

—Oh... Ya veo... Eres el pokemon de la profesora Quina. Sí. Ella nos comunicó sobre esto en la Jefatura. Drageon puedes calmarte.

Busca tus orígenes pequeño HuntliampDonde viven las historias. Descúbrelo ahora