01 parte 1/2

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—No, por milésima vez hoy no es mi cumpleaños, entiendes?!...
Te gustan mis piernas? Ammm... gracias? Parecé que hoy amaneciste de buen humor.

En el pequeño departamento suena una voz calmada, algo distorsionada proveniente del baño. Quien se encuentra en el, es una tortuga mutante. 

Recién sale de la bañera, y con el cuerpo chorreante se dirige al espejo. Apoya una mano en el lavabo, mientras que con la otra limpia el empañó causado por el vapor de el agua tibia de la bañera. El objeto deja a la vista unos ojos azules, tan oscuros que sin los rayos del sol parecen casi negros; adornados por unas lineas de color rosa intenso que cruzan por sus párpados de forma vertical. Limpia un poco más abajo, y el reflejo le muestra sus brazos fuertes y contorneados: adornados por unas pocas franjas amarillas, típicas de su especie, pues es una tortuga de orejas rojas.

Sabías qué eres muy atractivo? Tus ojos son muy bonitos, y tienes un cuerpo muy bien formado. Quién no te desearía?

En el espejo, se refleja una sonrisa melancólica formada en la cara del mutante. Y suelta una risilla que parecé más un pujido.

—Quién lo diría. Solías agredirme, amenazarme, y ahora me alagas. Cómo pasamos de eso a esto? Lo peor es que, aun hay aveces que extraño esos tiempos —suelta un gruñido de desagrado.

Eres masoquista.

—Ja! No te engañes, el único masoquista aquí, eres tu! —señala con el dedo.

Jajaja te estas señalando a ti encanto.

Con esas palabras logra molestar aun más a la tortuga de franjas rojas, pues es cierto. El joven mutante suspira mientras se talla medio rostro con la mano.

—Aveces me cansa hablar contigo.

La mano de su rostro resbala hasta caer por su mentón, y luego se dirige a una de las toallas de baño que están colgadas a su par. Hala la tela, la envuelve al rededor de su húmedo cuerpo y comienza a secarse.

—Qué? No vas a seguir hablando?! —pregunta, pero no hay ni un solo sonido de respuesta— Hmh... Típico, solo dices lo que quieres, cuando quieres. —dice entre dientes, rodando los ojos.

Coloca la toalla al rededor de su cadera y camina a la puerta, para dirigirse a su habitación.

—Es un lindó apartamento el que me conseguí, no?

Sí, supongo...

—Supones?! —contesta molesto.

Mh! pues qué puedo decir.

—Ahg! veté al diablo! A mí me gusta. Siempre quise paredes de cristal, con una hermosa vista a la ciudad. Justo como esta. —se acerca pegando su mano al cristal— Aunque la vista es mejor de noche...

Si, si como digas, solo lo dices porque de noche puedes ver esa horrible antena.

—Ahg! ya callate. Se supone que deberías entenderlo! —frunce el seño al igual que la boca, y dando media vuelta camina hacia el ropero.

Abre las puertas del mueble, dejando a su vista ropa de todo tipo de colores, cortes y estilos. Busca con la mirada algo que le agrade para usar el día de hoy. Ya que hoy...

—Es sábado: día libre, no escuela, no trabajo, ni deberes. Eso de limpiar el departamento y la ropa será mañana. Hoy es día para mi. —exala relajado, deslizando su mano extendida de forma horizontal sobre la nada.

Bien, y qué usaras?

Su expresión relajada, cambia a una amargada y mira de reojo a su costado, tratando de ver mas allá del rango. Como si quisiera ver al ser causante de esa voz grave, ronca, ruda y con un tono que hace entender que algo quiere. Algo que hasta el mismo Leonardo desconoce.

Broken BrainWhere stories live. Discover now