CAPÍTULO 8.

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CAPÍTULO 8.

Piiiiiiiiiii…piiiiiiiiiiiiii…piiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii…

-¡¿Qué coño es ese ruido!? – Se sobresaltó Clara, que acababa de despertarse. Se asomó a la pequeña ventana de la habitación y vio una larga calle llena de gente de un lado para otro, los coches acumulados y parados. Piiiiiiiiiiii, otra vez el maldito claxon. “Claro – pensó – aún estoy acostumbrada al silencio de la isla…”

Se levantó y fue a despertar a Mariam para luego salir del cuarto en busca de Varun, pero no estaba en la cama. Regresó a por la niña y las dos bajaron al comedor ya vestidas con unos vaqueros y una camiseta lisa que había en el armario de la habitación, qué considerados. Allí vieron como Varun engullía un bollo y bebía cantidades desmedidas de café. Se sentaron a su lado en una mesa para cuatro.

-Buenos días – dijo el chico con la boca llena, y Mariam soltó una pequeña risa.

-Buenas Varun.

Cuando hubieron terminado de desayunar se dirigieron fuera del hotel, a los jardines. Una gran explanada de hierba verde perfectamente cortada, rodeada de setos también bien perfilados; en medio había un estanque, y en medio de éste un chorro apuntando hacia arriba, como una pequeña fuente. Los tres pasaron por el camino de piedras que llevaba y rodeaba al estanque y se quedaron mirando las carpas rojas y naranjas que había dentro.

-Agh, esos bichos dan mucho asco – comentó la pequeña con expresión repulsiva.

-Ssh, no digas eso aquí, los japoneses tienen apego a sus carpas, además de ser el símbolo de los chicos. – le dijo Varun.

-Espero que el de las chicas sea menos… ya sabes.

Clara se rio: - Las chicas no tienen símbolo enana.

Llegaron a la puerta donde estaba la mujer que les había atendido el día anterior.

-¡Buenos días, supervivientes! – Dijo con una enorme sonrisa en la cara, parecía mentira que fuese de ese país. – Os informo: ayer cuando os fuisteis hablé con el padre de la niña, dice (y cito textualmente) “Me la suda lo que hagáis con ella”. – Se agachó a la altura de Mariam – Lo siento, Mariam. En fin, que el padre ha firmado un documento cediendo la custodia al estado de Japón, así que la tenemos que llevar a la comisaría a rellenar unos papeles.

-¿Y después? – Preguntó la chica al ver que no continuaba.

-Bueno, por mí se la daría a ustedes, pero no puedo. Después irá a un centro de menores donde podrá alojarse hasta que alguien obtenga su adopción.

Varun y Clara se miraron, ambos pensando en qué deberían hacer.

                                                                                              *

Cuando estuvieron en la comisaría, sacaron una foto a Mariam y la pegaron en unos documentos. La mujer que les acompañaba firmó y también un hombre trajeado. Hicieron que la niña pusiese su huella al final de la hoja y, uno de los policías que estaba allí, detrás de un escritorio, escribió unos datos en el ordenador dictados por la niña y traducidos por la japonesa. Así, entregaron una copia a la mujer, otra a la niña y el policía guardó en un archivador la tercera.

-Bueno, ya está, ¿veis qué fácil? – dijo la mujer dirigiéndose a la puerta - ¡Vamos! Ahora tenemos que ir al centro.

Fueron en un Hyundai negro a un edificio blanco de 4 plantas con ventanas pequeñas y una gran puerta de cristal, rodeado de una verja gris oscuro. Llamaron al telefonillo y un chico joven, bastante atractivo, con el pelo tintado de rubio, recogió a la niña.

-¡Ohayo! – Dijo con una sonrisa perfecta en la cara, y se llevó a Mariam dentro del edificio.

-Vostros venís conmigo – dijo la japonesa y volvieron a entrar en el coche.

Aparcaron en el garaje del hotel en el que se habían hospedado la noche anterior y entraron en la habitación de Clara. Varun suspiró.

-¿Y ahora nosotros, qué?

-Bueno, hemos llamado a tu familia y les hemos comentado la situación, dicen que te quieren – dijo mirando a la chica – Y tú, Varun, hemos hablado con el jefe de la empresa para la que trabajas y dice que te descontará del sueldo todos los gastos que has ocasionado a la empresa. – El indio puso los ojos en blanco – Ahora podéis regresar a vuestros países, o esperar unos días, también podéis ir a la embajada y llamar a quien queráis o… bueno, Mariam necesita a alguien, ya me entendéis.

Los dos volvieron a mirarse. Sabían que sentían cierta atracción entre ellos, y que no querían que Mariam estuviese sola, sobretodo sin saber el idioma. Pero… ¿qué debían hacer? Podían casarse en un juzgado y adoptarla, o que uno de ellos la adoptase, pero obviamente no podrían conseguirla sin tener una casa o un trabajo, o al menos cierta cantidad de dinero…

De pronto Varun salió de la habitación, cerró la puerta y bajó al comedor. Pidió un teléfono y marcó un número. Clara y la japonesa le siguieron y vieron como hablaba en su idioma, parecía nervioso y hablaba muy rápido.

-¿Sabes qué dice? – Preguntó Clara.

- Ni idea, pero sé que es hindú.

Cuando terminó, las dos chicas salieron corriendo a la habitación y se sentaron en la cama justo cuando Varun abría la puerta, intentaron disimular que hablaban tranquilamente y el chico se rio de ellas.

*

En seguida se les hizo la hora de comer, y después la mujer se fue dejando a Varun y a Clara en su habitación. Varun se tumbó en la que era la cama de Mariam y Clara encendió la tele. Estaban echando una película y la chica toqueteó el mando hasta conseguir poner subtítulos en inglés.

-Algo es algo - dijo, y se tumbó en su cama.

-¿No quieres tumbarte conmigo? – Le preguntó Varun, y ella lo habría rechazado, pero una fuerza que no podía controlar le obligó a tumbarse junto a él. El chico le dio un beso cuando estuvo tumbada y se puso detrás de ella, formando los dos una cuchara. Varun pasó el brazo por la cintura de la chica, lo que hizo que un escalofrío recorriese todo el cuerpo de Clara.

Siguieron viendo la película, aunque realmente fingían, ambos solo pensaban en lo que podrían pero no están haciendo en aquella cómoda cama…

Y así, se hizo de noche. Y así, ambos se durmieron.

Un accidente. Un amor.Where stories live. Discover now