CAPÍTULO 5.

19 2 0
                                    

Capítulo 5.

Sus mejillas se tornaron rosadas y apartaron la mirada para empezar a comer.

-Enana, ¿quieres ir a mirar las demás maletas? – Dijo Varun tras beber el último trago de coco. La niña asintió con la cabeza y, antes de levantarse y partir hacia el avión, el chico le dio un golpecito en la nariz.

Clara siguió tranquilamente sentada hasta que Varun cogió su maletín, sacó una camiseta y se quitó la que llevaba puesta.

-¿¡Qué haces!? – Exclamó la chica al ver su definido torso, ¿cómo se atrevía?

-Es que la camisa ya está sucia – contestó tranquilamente y se acercó a Clara - ¿Qué pasa, no te gusta?

Ella apartó la vista intentando aparentar un aire de indiferencia. Carun se rio y Clara pensó que podría pegarle por aquello, pero no lo hizo.

Cuando terminó de cambiarse fue a por la radio que habían encontrado y la puso ante la chica.

-¿Sabes cómo va este trasto? – Preguntó él sentándose.

-¿Tú que crees?

Empezaron a mirarlo por todos lados hasta que ambos estuvieron de acuerdo en que el botón blanco y redondo debía ser para encenderlo. Apretaron y sí, el aparato hizo lucir dos bombillitas verdes y una naranja.

-¡Se ha encendido! ¡Funciona! – Exclamó ella levantándose con entusiasmo.

-¡Sí! – Gritó él y, al levantarse, le plantó un beso en la boca. Ella se apartó enseguida y el indio volvió a reír - ¡Tranquila mujer! Los grandes momentos hay que celebrarlos.

Clara soltó un suspiro enfadado e hizo como si nada hubiese pasado:

-Bueno, ¿y ahora?

Varun se encogió de hombros y fue a coger el aparato. Tenía una ruedecita y, al subirla, hizo un ruido ronco. Clara vio un botón en el micrófono y apretó.

-¿Hola? – Dijo. Más ruido - ¿Hay alguien? – Ruido – Somos supervivientes del vuelo Valencia-Tokyo, por favor, ¿hay alguien? – Ruido, ruido, ruido - ¿¡Hola!? – Y más ruido.

La chica se decepcionó y se tiró al suelo mirando al cielo.

¿Qué haremos? – Preguntó - ¿Y si nos quedamos sin comida? ¿Y sin agua? ¿Y si enfermamos? ¿Y si…?

-Bueno – contestó Varun callándola y recostándose a su lado. Le apartó un mechón de pelo que le cubría la frente y continuó – Podemos disfrutar juntos del paisaje. – Ahora tenía una voz tan dulce y tranquilizadora…

El indio señaló hacia el avión con la cabeza y cogió a Clara de la mano. Anduvieron así hasta donde encontraba Mariam, que estaba mirando una gran maleta negra.

-No hay nada… - dijo la pequeña al verles.

Clara miró la bolsa que solo contenía ropa y bisutería.

-Eh, pero mira el lado bueno, esta camisa es preciosa – La animó la chica cogiendo una camiseta azulada de botones.

Mujeres…” Pensó Varun riéndose por dentro.

Clara fue a buscar su mochila y cuando regresó volvieron los tres hacia donde habían dejado la radio.

Se tumbaron mirando al cielo formando un círculo.

-Hey, mirad, esa nube parece un dragón – comentó el chico mientras cogía la mano de Clara y la acariciaba. Ella se sonrojó, pero ninguno llegó a verlo. Sintió de pronto una curiosa tranquilidad, parecía que así todo estaba bien.

-Pues esa se parece a Teddy, ¿verdad? ¿Mariam? – Dijo la chica un rato después, pero Mariam no contestó: estaba dormida. Ambos soltaron una pequeña risa y se miraron.

-Oye, Varun, anoche me desperté y estabas muy agitado, ¿te pasa algo?

El chico se puso nervioso e intentó en vano disimularlo.

¡No! Estoy bien. Bueno, no sé. Soñaría algo – Clara le miró con cara de incredulidad – Es… soñé con mi padre. Es que a veces… no, desde que murió, sueño con él.

-Vaya – se lamentó Clara – lo siento.

-No, está mejor así. – La chica se quedó perpleja – No, a ver, sí, es que… digamos que nunca fue un buen padre.

Los ojos del indio se tornaron tristes y un líquido transparente cubrió sus pupilas. Ella le miró con compasión, le cogió por la barbilla y le dio un dulce beso en los labios.

-Ahora todo está bien – dijo Clara.

*

Brisa…que pronto se convirtió en viento…un viento fuerte. Y un ruido, como un motor, o quizás algo moviéndose violentamente…

“¿Qué es eso?” Pensó Varun sin abrir los ojos tras despertarse y notar el duro suelo bajo su espalda. Le vino a la mente la idea de que quizás era un sueño, y la verdad es que aquel viento fresco le agradaba, soplando contra sus mejillas, sobre su azabache cabrello, levantando levemente su camiseta…

El viento empezó a disminuir la velocidad, el ruido, que hasta hacía unos segundos era insoportable, ya se iba, de pronto todo silencio. Quizás no era un sueño. Quizás era mejor abrir los ojos.

Los abrió, y lo que tenía delante no parecía un sueño, sino más bien algo… milagroso.

Un accidente. Un amor.Where stories live. Discover now