86. El baile de Navidad.

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Malfoy palideció y retrocedió de un salto, buscándolo con la mirada, pero Moody estaba todavía sentado a la mesa de los profesores, terminándose el guiso.

-Eres un huroncito nervioso, ¿eh, Malfoy? - dijo Hermione mordazmente, y con ella, Harry y Ron empezamos a subir por la escalinata de mármol riéndonos con ganas.

- Me lo tenía merecido - comenta Draco.

- Lo divertido de eso era que Hermione ya ni dudaba en ponerte en tu lugar - le digo en cambio.

- Desde que lo golpee... creo que desde ahí empecé a sentirme así de segura - agrega ella.

- Nunca voy a superar ese momento - le dice Ron.

-Hermione - exclamó de repente Ron, sorprendido -, tus dientes...

-¿Qué les pasa?

-Bueno, que son diferentes... Lo acabo de notar.

-Claro que lo son. ¿Esperabas que siguiera con los colmillos que me
puso Malfoy?

-No, lo que quiero decir es que son diferentes de como eran antes de la
maldición de Malfoy. Están rectos y... de tamaño normal.

Hermione les dirigió de repente una sonrisa maliciosa, y Harry también se dio cuenta: aquélla era una sonrisa muy distinta de la de antes.

-Bueno... cuando fui a que me los encogiera la señora Pomfrey, me puso delante un espejo y me pidió que dijera «ya» cuando hubieran vuelto a su tamaño anterior - explicó -, y simplemente la dejé que siguiera un poco. - Sonrió más aún-. A mis padres no les va a gustar. Llevo años intentando convencerlos de que me dejaran disminuirlos, pero se empeñaban en que siguiera con el aparato. Ya saben que son dentistas, y piensan que los dientes y la magia no deberían... ¡Miren!, ¡ha vuelto Pigwidgeon!

- Sin dudas la magia les facilita demasiado la vida - comenta mamá bajando su libro.

- Por eso los nacidos de muggle o los metizos sabemos manejarnos tan bien en ambos mundos - le respondió Harry.

- A nosotros nos criaron así - agrega Teddy.

- El abuelo dijo que no le fue fácil adaptarse a no usar su varita - comenta Al.

- Una vez que la recuperó, no desperdició sus oportunidades para volver a usarla - les digo divertida.

El mochuelo de Ron, con un rollito de pergamino atado a la pata, gorjeaba como loco encima de la barandilla adornada con carámbanos. La gente que pasaba por allí lo señalaba y se reía, y unas chicas de tercero se pararon a observarlo.

-¡Ay, mira qué lechuza más chiquitita! ¿A que es preciosa?

-¡Estúpido cretino con plumas! -masculló Ron, corriendo por la escalera para atraparlo -. ¡Hay que llevarle las cartas directamente al destinatario, y sin exhibirse por ahí!

Pigwidgeon gorjeó de contento, sacando la cabeza del puño de Ron. Las chicas de tercero parecían asustadas.

-¡Marchense por ahí! - les espetó Ron, moviendo el puño en el que tenía atrapado a Pigwidgeon, que ululaba más feliz que nunca cada vez que Ron lo balanceaba en el aire - Ten, Harry - añadió Ron en voz baja, desprendiéndole de la pata la respuesta de Sirius, mientras las chicas de tercero se iban muy escandalizadas.

- Papá así no debes tratarla - le dijo Rose.

- Esa lechuza no tiene sentido común y no le hacía daño - le responde Ron.

Leyendo: "Harry Potter, una historia diferente"Where stories live. Discover now