D O S

474 71 6
                                    

Esos años fueron los mejores. En cada lugar que trato de verme, apareces tú a mi lado.

A pesar de tener siete, cargar con una armadura de oro y hablar como si fuéramos adultos, éramos en el fondo un par de niños. Jugábamos mucho en ese entonces. Pronto dejaste el grupo de Cáncer y Piscis para irte conmigo. Angelo gritó que te arrepentirías de dejarlos, pero  se equivocó. Pronto llegaría Capricornio y crearía esa extraña amistad entre esos tres.

La única manera de describir lo que pasó es esta: nos volvimos el hábito del otro. Me acostumbré a ti. A tus travesuras. A que siempre escaparas de un santo. A esconderte en mi templo. Jamás pensé tener tal reputación: nadie de nuestra edad se atrevía a entrar a mi casa sin permiso y los mayores tenían muy buen concepto de mí como para dudar de mi palabra. Pronto pasamos de dormir juntos, a jugar hasta el amanecer, a tener charlas interminables. Pronto pasamos de despertarnos antes que nuestros vecinos y así evitar ser atrapados, a quedarnos dormidos hasta las ocho. A su vez, pasamos de hacer un pacto entre Shaka y Mu para encubrir nuestras actividades nocturnas a que fuera un secreto a voces lo que hacíamos. No me importaba lo que los demás pensaran. Mi orgullo se preocupaba por no perder en otros asuntos.

El punto siempre fue no ser derrotado por ti. ¿Cómo lograba eso? Fácil. Debía importarme menos las cosas que te concernían. ¿Que hoy no me buscaste para almorzar? Está bien. No estoy decepcionado. ¿Que después de los entrenamientos no me acompañaste hasta mi templo? Está bien. No me molesta que te hayas quedado hablando con alguien más. ¿Que no viniste esta noche a dormir? Está bien. No es cómo si te imaginara durmiendo en otra cama. Yo no te pienso de esa forma, Milo. Excepto como alguien que pasa tiempo conmigo. Eres libre de elegir si me sigues o no, pero de mi boca, jamás, jamás, rogaré que no te vayas.

Porque si te lo pidiera, yo hubiera perdido.

Esos fueron los estándares con los que por tanto tiempo viví. Sin embargo, mi infancia la recuerdo tranquila, sosegada y mis primeros años de adolescencia, sin muchos exabruptos. Era la época en la que Saga nos llevaba a Rodorio para hacer labor social y entregábamos cartas a los pueblos aledaños en San Valentín. Lo único que marcó un antes y después fue la traición de Aioros al Santuario y ese cariño que volviste odio a aquel que te vio como hermano. Despreciaste con incluso más ganas a Aioria y la rivalidad entre ustedes se volvió insoportable. Aún recuerdo nuestras charlas a medianoche, escupiendo cuánto los despreciabas y como detrás de todo esa ira, tus ojos parecían ocultar que algo se había roto.

No quise contestarte. No quería que supieras que me preocupaba. Me mordí la lengua para no decirte muchas cosas. Me aguanté las ganas de desenmascararte y te miré como si te creyera.

No, no había perdido.

Supongo que ya es hora de entrar a los temas que tanto he tratado de evitar.

Por un tiempo pensaste que me fui a Siberia por orden del Patriarca. La verdad es mucho más complicada que eso. Debes entenderme, Milo. En el juego conmigo y mi orgullo, lo que una noche hice por ti merecía una retirada o era la derrota inminente. Teníamos catorce y aunque éramos sinceros entre nosotros, siempre nos ocultamos un par de cosas. Nunca me dolió eso. Estaba seguro que terminarías confesándomelas o eventualmente las leería en tu mirada.

Fuiste el más fuerte de los dos. Recuerdo tus risas en la arena, venciendo a tus oponentes y raramente siendo vencido. Te recuerdo como depredador. Rodeando a tus víctimas. Examinándolas. Sí, eras vivaz. Fuiste aquella chispa de felicidad que mantuvo de pie al Santuario. Travieso e imparable, compitiendo con Aioria para determinar quién era el peor. Sin embargo, Milo, eras igual de cerrado que yo en las cosas verdaderamente importantes. Cuando nos tocaba ser vulnerables, todos quienes creían conocerte se daban cuenta que eras un extraño de rostro familiar.

Carta a un caballero en Atenas || La Saga de Oro (1)Où les histoires vivent. Découvrez maintenant