Capítulo 14. No hay amor como tú.

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...«Eran amantes eternos, buscarse y encontrarse una y otra vez era su karma»... Isabel Allende.

—Piccola —la llamaron amorosamente. Regina se retorció, sus manos estaban cerradas en puños y luchaba. — Shhh. Estás soñando mia bella. No es más que una pesadilla —susurró directo a su corazón aquella ronca, oscura y profunda voz.

—No, no...—farfulló Regina aún asustada y, entonces la suave caricia de una cálida mano le retiró el cabello de la frente. En medio de la lucha que libraba contra aquellas sombras, reconoció ese tacto que siempre la sostenía con protectora suavidad.

—Despiértate piccola —pidió de nuevo aquella amada voz que acudía a ella y la buscaba en la espesa oscuridad en que se encontraba. Regina temblaba y hundió su rostro húmedo de llanto en el hueco del cuello de quien la sostenía. Su exquisito aroma a madera y ámbar la reconfortó. Aflojó uno de sus puños y extendió la mano, recorrió con su palma un duro y amplio torso. Y venciendo el miedo abrió los ojos para encontrarse con aquellos de verde selva que la veneraban.

—Cariño...

—Sí, amore soy yo.

Regina le acarició la mejilla y su corazón comenzó a acelerarse. El miedo de haberlo perdido le había estado destrozando las entrañas.

—Hey, que te tengo dicho: las niñas bonitas no deben llorar —murmuró él y comenzó a limpiar con sus pulgares las lágrimas que aún le surcaban el rostro— ¿Qué soñabas? —inquirió preocupado.

—No lo sé —sollozó de nuevo y se encogió de hombros, aunque lo recordaba bien. Sentía el dolor, la rabia y el miedo, pero no quería discutirlo en ese momento. Él la apretó más contra su cuerpo y ella  se dejó envolver por su calidez, por su poder. Sus brazos eran todo lo que necesitaba para olvidarse de ese terrible sueño. Unos pocos minutos después sus corazones se sincronizaron en un mismo ritmo y ella por fin se relajó.

—Piccola...—comenzó a decir algo, no obstante, ella lo acalló sellando sus labios a los suyos.

Necesitaba la embriagante delicia que solo obtenía de él.

Aunque hubiera sido un sueño la habían privado de él, de su toque, de su sabor. Y al besarlo sentía que recuperaba una parte de su ser, que volvía a estar completa.

Mientras el beso de Fabián la consumía, Regina comenzó a sentirse abrumada por el deseo y el calor.

Conforme las manos de Fabián recorrían sus muslos y, ella era consiente de sus dedos acariciando su carne, anheló más. Mucho más. A él poseyéndola con fuerza.

Regina comenzó a soltar los botones de su camisa, ansiosa por tocarlo.

—Fabián...—gimió enfebrecida cuando él deslizó sus ardientes labios por su mejilla y hacia la línea de su mandíbula.

Él se congeló y todo su duro cuerpo se tensó de inmediato. Se apoyó en sus codos y la observó con el fuego líquido de sus verdes orbes.

—¿Regina...? —preguntó mientras intentaba dolorosamente controlar esa pasión que ella podía sentir fluir en su cuerpo.

—¡Pues, claro que sí! ¿Acaso hay otra? —replicó ella con una sonrisa. Él la observó con el corazón acongojado y parecía estarse gritando a sí mismo algunos juramentos. Regina lo tomó de los hombros y sus dedos presionaron su carne cuando intentó alejarse de ella—. ¿Qué sucede?

—Fabio, los ejecutivos de publicidad han llegado. —Llamó una femenina voz al abrir una puerta. Él lanzó una mirada asesina hacia la entrada que la hizo detenerse a la mujer enseguida.

Mia piccola, mia bellaWhere stories live. Discover now