Capítulo 9. Noche brillante.

4.1K 519 575
                                    

...«¡Son el sueño que en silencio se ha guardado el universo! Esa noche bailaran y serán la vida reencontrándose, una y otra vez»... Antri Canelón.

Los labios de Fabián atrajeron los de Regina. La masculina boca se curvaba en un apasionado reclamo, su lengua se deleitaba en el íntimo sabor femenino al que era adicto. Él descansó uno de sus pies sobre al asiento frontal. Ella gimió deliciosamente cuando se frotó contra su erecta longitud, él se deleitó en el vibrante anhelo que le inundó la boca. Despacio le acarició los delgados hombros, la espalda, el exquisito talle y las caderas, proporcionándole a ella un suculento placer a cada nervio. Abrió el frente de su chaqueta y aventuró su mano hacia el interior del corpiño de su vestido, pero el corte alto se resistió a sus esfuerzos. Malogrado el intento de alcanzar los deliciosos y núbiles senos de su amada, arrastró su ardiente boca sobre su delicado cuello. Ella jadeó placenteramente al recibir sus atenciones. El coche se balanceó y se sacudió un poco, sus cuerpos se acercaron más debido al impacto. Fabián notó que se acercaba a ese punto del cual no habría vuelta, y emitiendo un torturado gemido apartó de sí el delicioso cuerpo de Regina.

Piccola —expresó ronco luchando contra la niebla del deseo—. Se... será mejor que te quedes allí —suplicó colocándola con suavidad en el asiento de enfrente, en el que reposaban la caja de la muñeca y sus sombreros.

—¿Pero por qué? —preguntó Regina confusa.

Fabián bajó la cabeza y se clavó los dedos en el oscuro y espeso cabello.

—¿Hice algo mal? —inquirió ella y vacilante lo tocó en la nuca.

No me toques —expresó brusco. Regina retiró la mano de inmediato. Fabián la atrapó casi enseguida y le apretó con delicadeza los dedos—. Lo siento —dijo tratando de modular su voz—. Es solo que sí no te alejas terminaré tomándote aquí mismo, y mereces más que eso —explicó.

Regina exhaló aliviada y le sonrió con timidez, Fabián le brindó una sonrisa torcida a modo de disculpa y mantuvieron sus manos entrelazadas.

Para evitar a cualquier entusiasta cotilla que pudiese notar que su aspecto o el de Regina, no era tan impecables como acostumbraban; ingresaron al hotel por una puerta lateral.

Al entrar en la suite que compartían, Regina era muy consiente del toque de Fabián en su espalda baja. La energía que emanaba de él, provocaba en la joven un placentero hormigueo. Un entusiasta coro de sirvientes se desplazaban en un organizado silencio para disponer sus habitaciones, como cada noche. Detuvieron sus movimientos de inmediato cuando los descubrieron de pie en la entrada. Fabián Vitale, no expresó una sola palabra, simplemente apoyó su mano en el pomo de la puerta y una mirada suya bastó para que todos agacharan la cabeza y salieran enseguida de ahí.

Regina temblaba de pánico lo mismo que de deseo, pero avanzó lo más serena que pudo hasta la mesa de roble del recibidor. Dejó allí su bolso y su sombrero. Del jarrón que descansaba en la pulida superficie, sacó una de las flores.

Fabián llegó a su lado y sin prisas colocó sobre el velador la caja de la muñeca y su sombrero. Se retiró el abrigo y el chaleco, los dobló cuidadosamente y los abandonó sobre una silla cercana. La mirada de Fabián cayó sobre la aterciopelada rosa roja que Regina sostenía en sus manos. Sus delgados dedos acariciaban los satinados bordes de los pétalos con suavidad. La llevó a su pequeña nariz e inspiró su aroma.

—Nada huele mejor que una rosa —dijo ella al devolverla al florero.

—Difiero —afirmó él—. La fragancia más exquisita esta en tu piel —musitó acariciando su barbilla y acercó sus labios a los de ella.

Mia piccola, mia bellaTahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon