Capítulo 10

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Al salir del almacén le hizo un pequeño tour de la zona de entramiento. Había un campo de tiro en cuyo alrededor corrían los cadetes. En el centro había un improvisado círculo hecho con pintura blanca, era para las luchas cuerpo a cuerpo.

–A causa de la Gran Guerra muchos padres animaron a sus hijos a alistarse al ejército. Por eso tenemos bastantes alumnos.– explicó caminando hacia en círculo de lucha.– Pero ni la mitad pasan el examen final. Solo elegimos a los mejores.

–¿Para ser soldados?– preguntó Leah.

–Esa es la intención y lo que nos caracteriza de Guiza. Ellos tienen la tecnología y nosotros las armas y las personas. Allí solo hay gente recatada que se cree superior a nosotros por tener un título.

–¿Has ido alguna vez?

Thomas negó. Lo que se hablaba de Guiza y sus gobernantes eran solo rumores. Pero el sabía que aquella ciudad no estaba muy lejos de convertirse en una especie de secta a lo grande.

–Luke estudió allí. Pero prefiere mil veces vivir en Cirenia. Va y viene cuando lo llaman.– añadió.– Bueno, manos a la obra. ¿Sabes lo que tienes que hacer, no?

Leah miró hacia abajo, dándose cuenta de que era momento de pelear. No lo había echado de menos, pero lo cierto es que necesitaba descargarse de alguna manera. Correr por el bosque sería lo propio, pero por ahora tenía que conformarse así.

No esperó a que Thomas diera la señal. En una pelea nadie contaría hasta tres. Así que fue la primera en hacer un movimiento rápido no tanto como para que Thomas pudiera esquivarlo.

–Eres una tramposa.

–Sólo ágil.– rebatió burlona.

Esta vez contratacó Thomas. Levantó la rodilla para asestarle un golpe en la parte que no estaba el hematoma. Leah usó el codo para pararla y impedir el impacto. Thomas no tuvo piedad ninguna, quería saber hasta que punto Leah estaba preparada. Usó todas sus técnicas de lucha que sus antiguos instructores le había enseñado. Pero ellas los esquivó todos.

–Si te tumbo, me harás la colada.– le retó.

–¿Y si lo hago yo?

–Te llevo al bosque.

Reaccionó tan pronto al escuchar aquellas palabras que a Thomas casi no le da tiempo de defenderse. Se movía tan rápido que le costaba enfocarla. Consiguió darle en los brazos y en el pecho, pero era fuerte y costaba que cayera.

Thomas comenzaba fatigarse, así que aprovechó el momento en el que se agachó un poco para coger aire. De un salto usando al propio Thomas como impulso, se subió a sus hombros y con las piernas comenzó a asfixiarlo. Con la adrenalina corriéndole por las venas no notó los golpes que estaba recibiendo en los muslos.

Paró cuando Thomas cayó de rodillas en la arena. Se bajó de sus hombros y se agachó preocupada para ver que estaba bien. Aunque un poco morado.

–Ganaste.– anunció.– Pero ya te dije que te llevaría. Podías haberte negado.

–No quería hacer tu colada.– contestó contenta por haberlo tumbado.

–Ya lo debes de saber pero si peleas con algún enemigo... Nada de compasión.

–Entiendo.

–A lo largo de tu vida puede que te topes con gente a la que aprecias pero finalmente acaben traicionándote.– dijo.– Con esas personas, menos compasión aún.

Leah asintió. Solo cuando Thomas se alejó un poco se permitió recuperar la respiración. Había estado alerta aun cuando le estaba hablado.

–Vamos a tiro.

Más allá de la muralla.Where stories live. Discover now